Entrar en casa del gijonés Joaquín Álvarez Rodríguez es casi como entrar en la cueva del tesoro de la Navidad. Cientos de figuras transforman desde hace décadas su vivienda en un enorme lienzo cubierto por belenes de todo tipo, en los que destacan sobre todo los Reyes Magos. Su debilidad desde hace años, "no sé muy bien por qué", confiesa, aunque reconoce que la afición por el coleccionismo le ha acompañado "desde siempre". Y no sólo en lo referido a los Reyes Magos de los belenes, también en cientos de cachivaches diferentes, desde animales disecados hasta crucifijos, juguetes, cuadros y todo tipo de curiosidades, que apenan dejan espacio libre en su peculiar museo.

En él ocupan un espacio destacado los nacimientos de todo tipo, una dedicación "que me recuerda a cuando era chavalín, que me trae buenos recuerdos y me gusta mucho". Tanto que algunos de los belenes de su casa, cerca de una treintena "mas muchos otros que he ido regalando por falta de espacio", puntualiza, permanecen montados todo el año en un lugar preferente en el que los protagonistas son los tres magos de Oriente. Es el caso de un trío de Reyes de la escuela de Olot que "son de los primeros que adquirí y a los que tengo un especial cariño", asegura Joaquín Álvarez.

Se trata de tres figuras de tamaño mediano postrados para adorar al Niño Jesús, y que trascienden a la Navidad para mostrar la riqueza de sus ornamentos durante el año entero. Junto a ellos el gijonés ha ido recopilando otros Reyes Magos de diversa procedencia: tres figuras de la escuela de Murcia, otras que han sido creadas de manera artesana por un orfebre para su colección, otro trío de figuras más pequeñas de la escuela italiana y hasta creaciones propias.

Porque en la colección de Joaquín Álvarez también se nutre de varios guerreros transmutados en Sus Majestades de Oriente por obra y gracia de su paciencia y su maña con los pinceles. "A algunos aún se les nota la marca de la espada que tuve que quitarles, y los hay que hasta llevan aún las espuelas", explica el coleccionista y artesano, que asegura sentir debilidad por los Reyes que van "a caballo, como marca la tradición española, y no en camello como sucede con las representaciones asiáticas".

Junto con los Reyes se multiplican los portales de Belén de toda especie: desde una delicada colección de piezas de cerámica de Lladró hasta un Nacimiento en plata maciza, otro de hojas de maíz procedente de México que "regalé en su día", uno acomodado en el interior de una vela, otro en un jarro y hasta un belén instalado en el interior de una cazoleta de barro cocido.

Muchos de ellos proceden "de mis muchos viajes por toda España y parte del extranjero" gracias a su desempeño como seleccionador junior de voleibol. Algunos han ido a parar a amigos y entidades como la Asociación Belenista de Gijón o el colegio de La Inmaculada. El resto, algunos de gran formato que requieren de un montaje complejo, permanecen durante casi dos meses a la vista. A la suya, porque "no los muestro a nadie, los monto ya en noviembre pero son para disfrutarlos en mi casa, porque me gustan y me gusta mantener la tradición", sostiene convencido Joaquín. Porque, como afirma, "esto es lo nuestro, nada de Papás Noeles ni San Nicolases, lo nuestro son los Reyes Magos, es nuestra historia y peor para el que no le guste".

Él promete seguir alimentando la ilusión por estas fechas. Y también el resto del año.