El empresario de origen paquistaní acusado de explotar a cuatro compatriotas y a un hombre de nacionalidad peruana a los que obligaba a trabajar durante 16 horas diarias sin descansos ni vacaciones a cambio de un sueldo de 200 euros al mes en un kebab de su propiedad situado en El Llano aceptó ayer una condena de once meses de cárcel. El reo reconoció los hechos y su abogado llegó a un acuerdo con la fiscal, que en un primer momento pedía para el acusado una condena de tres años de cárcel.

La representante del ministerio público aceptó rebajar la condena aplicando en su calificación el atenuante de reparación del daño después de que el empresario consignara en la cuenta de los juzgados los 300 euros de indemnización moral que tenía que pagar al empleado que le denunció.

El paquistaní -que actualmente trabaja como camarero en un bar de Vitoria-, se vio sorprendido por Inspección de Trabajo y la Policía Nacional en abril de 2014, cuando los investigadores acudieron al establecimiento de comida rápida propiedad del procesado. Una vez allí comprobaron que el dueño tenía trabajando para él a cuatro ciudadanos de origen paquistaní que se encontraban en situación irregular en España y a un hombre de nacionalidad peruana. El fiscal asegura que ninguno de los empleados estaba dado de alta en la Seguridad Social. "Aprovechando su situación de necesidad, el jefe les imponía unas condiciones laborales abusivas y vejatorias", relató el representante del ministerio público en el escrito de acusación.

La Fiscalía añadía en sus conclusiones que todas las víctimas "estaban viviendo en una casa de alquiler propiedad del imputado y bajo el control del mismo, por lo que si se negaban a desempeñar su trabajo en esas condiciones el hombre les amenazaba con deportarles y echarles del piso en el que residían".

Una de las víctimas del procesado repartía folletos de publicidad del establecimiento desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, después se convertía en ayudante de cocina desde las ocho de la tarde hasta las dos de la mañana, prolongando la jornada laboral los fines de semana hasta las cuatro de la madrugada y combinando las labores de cocina con la limpieza del establecimiento de hostelería que actualmente ya no es propiedad del ahora condenado.