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El callejón de las fieras

Confluencias de la izquierda

El diabólico "zugzwang" de Pedro Sánchez Monereo y Lara Hernández, en Gijón Secesionismo o el filósofo atento, Huerga Melcón

Confluencias de la izquierda

La política española se ha convertido en un campo de maniobras después de las elecciones generales del pasado 20-D. Lo nuevo ha irrumpido con fuerza en el Congreso de los Diputados, pero el bipartidismo ha aguantado tan bien que sólo sus líderes tienen alguna opción de formar Gobierno. Por eso Mariano Rajoy juega al dominó consigo mismo, mientras se fuma un puro y ve como cae la ceniza. Sólo contempla dos alternativas: un gobierno sostenido por la anuencia del PSOE y Ciudadanos -la fórmula germana de la gran coalición, vaya- o unos nuevos comicios. Cualquiera de esas dos posibilidades le sirve, siempre que él repita al frente del Ejecutivo.

Y por eso, también, la hiperactividad de Pedro Sánchez. Sabe que está en esa diabólica posición que los ajedrecistas denominan "zugzwang": cualquier movimiento que hagas es malo y te lleva a perder la partida. Hay quien opina que, en realidad, sólo puede intentar el sofisticado ejercicio táctico de escenificar que no habrá gobierno de izquierdas por las trabas de Podemos. A Pablo Iglesias, que capitanea en el Parlamento una hueste heterogénea, como se irá viendo con más claridad en los próximos días, tampoco le interesa hacer manitas con un PSOE al que ha retratado como el cómplice necesario de estos "años bárbaros", según la afortunada expresión con que Joaquín Estefanía ha titulado su muy interesante último libro.

El frente que está a la izquierda de los socialistas acaricia otra clave, le guste o no a Pedro Sánchez. Sabe que el "sorpasso", el famoso "adelantamiento" del PSOE soñado por Julio Anguita durante lustros, puede estar a la vuelta de la próxima cita electoral. Es factible con el millón de votos que cosecha IU aún en su peor momento. Y es ahí donde Pablo Iglesias, Iñigo Errejón et alii tienen puestos los ojos, más cuando los sondeos apuntan a que el PP y Podemos son las dos formaciones con mejores expectativas electorales si la legislatura es breve o brevísima.

Asturias, una de las escasas comunidades en las que IU mantiene estructura y votos pese al varapalo de no haber podido revalidar el diputado nacional, es uno de los escenarios elegidos para el tendido de puentes entre Podemos y una coalición que tiene aquí, ocupando escaño en la Junta General, a Gaspar Llamazares. Es uno de los líderes más carismáticos de IU y, a la vez, uno de los más reticentes a dejarse devorar por la ambición estratégica de Pablo Iglesias.

No es casualidad, creo, que Manuel Monereo, politólogo culto y casi siempre sagaz, y Lara Hernández, joven valor a quien Alberto Garzón confío nada más y nada menos que la responsabilidad de convergencia para el proyecto de las candidaturas de unidad popular, pasaran estos días por Gijón para presentar libro y con la intención de participar en la muy concurrida espicha ovetense de reunión de las izquierdas. Ambos, como se sabe, han dimitido de la dirección federal de IU y defienden a día de hoy una "confluencia" (la palabra es suya) con Podemos. La operación está en marcha.

Del enrevesado tablero político que ha salido de las urnas del 20-D me preocupa que no se hable de lo urgente: las pensiones, la sanidad, la enseñanza o la reforma de la Constitución de 1978, cuya fatiga de materiales es evidente, como subrayó Pedro de Silva en el muy interesante debate sobre Jovellanos que protagonizó con Monereo, el pasado jueves, en el Centro Antiguo Instituto. Y me sorprende que la izquierda, la socialista y la otra, siga empeñada en ir del brazo de un secesionismo tan reaccionario que pone en peligro lo fundamental: los Estados sólidos y de larga trayectoria histórica, como es el caso de España, son hoy la última trinchera frente al desguace que ha traído la globalización y los únicos capaces de sostener el bienestar social. Todo esto lo explica muy bien mi admirado Pablo Huerga Melcón en un artículo aún inédito. Un filósofo de aquí que les recomiendo.

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