Es la hora de que los líderes políticos demuestren su capacidad de tomar las decisiones más apropiadas para acordar un pacto de investidura, de tal modo que se constituya un gobierno estable y de progreso para todos los ciudadanos. Y la cesión de escaños a grupos independentistas es la única vía posible para intentar con éxito la investidura como presidente.

Y se desprende de las declaraciones de Pedro Sánchez que no quiere romper la unidad de nuestro país, aunque también proponga un federalismo a Puigdemont, que es considerado por el "president" como algo fantástico, y totalmente inviable para Cataluña. Algunos barones socialistas deberían ser más flexibles, y aceptar que gobernar el país, pactando con otras fuerzas políticas, es una oportunidad única. Algo que deberían aprovechar, ahora que parece que pueden. Si no se cede ante el independentismo, estas maniobras de Sánchez no tienen, en principio, efectos negativos en relación con la unidad de España.

Podemos pide al PSOE que ceda diputados a cambio de un pacto, algo a lo que no está dispuesto, en principio, el partido socialista, aunque ofrece una negociación para resolver de otra forma esta cuestión.

Y, si bien existen críticas en contra de Pedro Sánchez en el interior de su propia formación política, y también fuera de la misma, lo cierto, en mi opinión, es que su estrategia política está siendo la esperable, en un político que aspira a ser Presidente del Gobierno, si Rajoy no lo logra. Parece que existen bastantes posibilidades, según dice el alcalde socialista de Jun, de que Sánchez sea presidente. De hecho, está convencido de que lo será. Estoy de acuerdo. El pragmatismo político es lo propio de los dirigentes que pueden conseguir los apoyos suficientes para poder ponerse al frente del gobierno de la nación, en unos momentos críticos.

Ya que, si no se repiten las elecciones, el panorama social y económico español no es, precisamente, muy satisfactorio, por causa de la elevada tasa de desempleo, la precariedad laboral, el trabajo basura, etc., etc.

Considerar que si accede a la presidencia Sánchez llevará al desastre al país, como afirman algunos, me parece que es una simple suposición, y no existen argumentos que sustenten tal afirmación. Otra cosa es que pueda ser posible que eso suceda.

El buen gobierno no lo tiene asegurado nadie de antemano, de una forma inexorable. Entre otras razones, porque la labor de gobierno se mide por el balance de aciertos y errores. Y si la línea general del Ejecutivo es coherente, racional y se fundamenta sobre todo en los principios básicos de la justicia social, una considerable parte del buen camino político ya está, en principio, recorrido.