El psicólogo José Luis Pérez Díaz aún se acuerda cuando hace casi 20 años una madre del colegio Asturias, donde por entonces colaboraba en actividades extraescolares, le comentó que "tenía un hijo sobredotado y junto a otras familias iba a participar en la formación de una fundación de altas capacidades intelectuales donde iban a necesitar asesoramiento". A continuación le dejó caer "si me interesaba sumarme al proyecto". "Claro que sí", le dijo José Luis Pérez. Pero lo cierto es que el día previsto para la reunión, "me olvidé, y les di plantón".

Aquel desastre de cita no truncó lo que, a la postre, llevan siendo casi veinte años de colaboración entre este psicólogo gijonés -al que al poco tiempo se le sumó Félix Ruiz Mahamud, ambos compañeros en el Centro Psicológico Ayalga- y la asociación Apadac que aglutina a padres y madres con alumnos de altas capacidades de Asturias.

Una larga y fructífera relación que tuvo ayer un hito cuando en el restaurante la Carbayera de Granda la nueva directiva de Apadac, que preside Jorge del Castillo, reconocía a ambos profesionales su condición de "pilares importantes de la entidad, por su compromiso de trabajo hacia los niños y las niñas con Altas Capacidades de Asturias". Lo que convertía a José Luis Pérez y Félix Ruiz en socios distintivos de honor.

Pérez y Ruiz contestaron a la distinción admitiendo el camino de aprendizaje mutuo que llevan andado en estas dos décadas, y formulando un deseo. "Ojalá logremos que la alta capacidad sea cada día más conocida y mejor atendida por todos".

Y lo proclamaron sin perder de vista que alguna transformación ya se ha venido dando. José Luis Pérez y Félix Ruiz no sólo se acuerdan de aquel desencuentro inicial con las familias de Apadac. Cuando echan la vista atrás también les vienen imágenes "de aquellas citas de la asociación a las que acudían seis o siete familias. De hecho, cabíamos en una sala de unos pocos metros cuadrados"; ahora en algunas de las actividades convocadas semanalmente llegan a reunir a doscientos niños con sus progenitores. Porque Apadac es una realidad a la que están vinculadas más de 400 familias de la región con niños desde los 3 años.

"Es mucho tiempo el que ha pasado, tanto para haber conocido a muchas familias, empezando por el primer presidente, Javier Verdasco, un gran impulsor de todo lo que es hoy Apadac, y también para haber vivido todas las corrientes asociadas a la sobredotación: que si hay que decir que mi hijo tiene altas capacidades, que si no; que si nos avergonzamos, que si no...", explica Pérez.

Porque esa vergüenza de la que hablan, existió, aunque consideran que ya está enterrada. "Hemos pasado de una realidad tan cruda como que algunos padres te decían, ¿no me puedes recibir a las once de la noche? Te pedían eso para que no que no hubiera nadie más en el despacho, para que no les pudieran ver. Eso lo vivimos. Algunos llegaban hasta el portal del gabinete casi con nocturnidad y alevosía. Tal parecía que fueran a mantener una reunión con Al Capone en vez de una cita con el psicólogo", relata José Luis Pérez.

Ahora, sostienen, la situación se acerca más a la de una ansiada normalidad, que según los casos y las vivencias personales puede ir teñida con algo de angustia -porque muchos niños con altas capacidades son hijos de padres o madres con igual condición-. Se trata de abordar el tema de la sobredotación intelectual como un hecho asociado en muchos casos a factores hereditarios que producen un desarrollo diferenciado del cerebro, propiciando que la personalidad, y las operaciones cognitivas, incluyendo en ambas la creatividad, se encuentren en un nivel de desarrollo no ordinario, como explican los expertos.

"Ni es un don, ni una tara; ni es garantía de éxito, ni hay que avergonzarse de ello. Sólo es el fruto de una diversa configuración neurológica que es necesario atender", sostienen los dos especialistas. También coinciden en que el razonamiento de las familias es siempre muy parecido: "más allá del talento o la potencialidad lo que todos quieren, y así lo expresan, es que sus hijos sean felices".

"Desde que surgió Apadac hasta ahora todo lo que tiene que ver con la forma de entender lo que es la inteligencia ha cambiado muchísimo. Un abismo. Tanto a nivel científico como social. Y unido a eso ha cambiado la visión de la alta capacidad. Lo que nos gustaría que la gente entendiera es que son personas que nacen con una capacidad distinta, pero ni es una suerte, ni un chollo, ni una garantía de que esa persona va a brillar, ni debe ser una condena. Sobre todo es importante que se deje de ver como un problema, pero también es innegable que a nivel educativo esos niños tienen una necesidades que no tienen otros", expone Félix Ruiz.

A Félix le gusta decir de esos niños que son "intensos". "Te exigen mucho, esa es la realidad, y pueden llegar a ser agotadores. Y esa exigencia implica lo primero a sus familias. A nosotros nos aportan todo. Con ellos el aprendizaje es continuo". Este profesional ve con envidia "que en otros ámbitos sociales, por ejemplo en el deporte, a quien destaca se le premia con un apoyo especial y se ve siempre la necesidad de atender esas cualidades magníficas que tiene. Por contra, nosotros vemos a muchos niños que desde pequeños tienen una capacidad enorme para ciertas áreas y no encuentran casi nunca ese apoyo que sí hay en el deporte. Se necesitaría ese refuerzo social a todos los niveles: de compañeros, de iguales, del entorno, de la administración, de los profesores...".

"Es una cuestión de normalizar, pero también de trabajar y de saber. A un niño con un potencial creativo enorme hay que procurarle espacios donde desarrollar ese talento. Nunca taponarlo y matar esa creatividad", insiste José Luis Pérez.