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Viaje a 1988 (IV)

Guiones de vida

Cinco sucesos ocurridos en un año que podrían haber dado pie a un relato - o cómo la realidad supera a la ficción

Libreta de notas de Paco Abril.

Contar algo es inventarlo. Sea falso o cierto.

Jaime Priede, Un buzo en el bosque

Agito mi memoria,

tal vez algo en las ramas,

adormecido por años,

salga de pronto volando.

Wislawa Szymborska

Me topo con un conocido, escritor, profesor de Literatura y obsesionado por encontrar temas potentes que sirvan para construir sólidos relatos. Me reta a que busque asuntos reales, no fantásticos, que merezca la pena desarrollar en historias de peso. Detesta los relatos fantasiosos, pues son propios, según me asegura, de mentes infantilizadas.

Sin decirle nada al adusto profesor, deambulo de nuevo por los días y los meses del año 1988. Encuentro variopintos asuntos de lo más sorprendente. Una vez más, la realidad desborda la imaginación. Recolecto unos cuantos sucesos surrealistas, aunque selecciono solo cinco para presentárselos al exigente pedagogo esperando que los encuentre lo suficientemente realistas. Antes de presentárselos, consulto con Chumy Chúmez. Le pido consejo sobre la realidad, los problemas y la prensa. Sin decir una palabra, realiza un dibujo rápido, le pone un texto y me lo muestra. Afirma el personaje pintado saliéndose de los límites de su viñeta y señalándome con el dedo: "La prensa tiene mucha culpa de lo que pasa, porque, en realidad, los problemas dejan de existir cuando no se habla de ellos".

Le pregunto también sobre la realidad y sus misterios al director de cine José Luis Cuerda, que anda rodando por pueblos de Albacete una película que llevará el curioso título de "Amanece, que no es poco". Me contesta algo que a mí también me gustaría conseguir: "La realidad es una locura, pero una locura triste. Lo que yo intento con mi película es que sea una locura de la que uno se pueda reír".

Realizadas estas consultas, que no me liberan de mi inseguridad, regreso al año en curso y le presento al escritor mi subjetiva recopilación de cuestiones para guiones. Cuestiones todas ellas de las que sí ha hablado la señora prensa, y de las que, la muy deslenguada, es más responsable que nadie por haberlas propagado con su bífida lengua de papel.

Le pido al docto profesor que me permita exponérselas todas seguidas y que deje sus consideraciones para cuando haya terminado. Acepta mirándome con desconfianza. Empiezo.

Primer asunto. Nada menos que cuatrocientos niños han desaparecido en los dos primeros meses del verano de 1988 en la playa de San Lorenzo de Gijón. El verano del año anterior había finalizado con quinientas desapariciones. ¿Cómo se pueden difuminar en el aire tantos niños? No se saben las causas, y son muchos los interrogantes que suscita este hecho insólito. Se ha avanzado la hipótesis de que haya sido por culpa de algún desairado flautista de Hamelin al que el Ayuntamiento socialista de Tini Areces se negó a pagar el estipendio prometido por eliminar a cierta recalcitrante oposición política.

Segundo asunto. Frustrado intento de exponer obras de Van Gogh en el Museo Evaristo Valle de Gijón. Sería la primera vez que obras de este gran pintor se pudiesen ver en España. El director del museo gijonés, Guillermo Basagoiti, había acordado con el museo Van Gogh de Holanda intercambiar obras de Evaristo Valle con las del gran pintor holandés. Una lluvia ácida que desde hace tiempo ataca al museo Evaristo Valle ha impedido que se llevara a cabo este intercambio, que, como dicen los fanáticos del marketing, pondría a Gijón en el mapa. Los expertos han detectado la causa: un camino que bordea el museo, el camino de las Margaritas, fue rellenado hace dos años con escorias. Esas escorias desprenden ácidos de alta toxicidad que, al volatilizarse, afectan a las plantas, a las personas y a los cuadros expuestos en ese maravilloso museo.

Tercer asunto. En el Monte de Piedad, conocido como la Casa de Empeños, se ha cometido el robo perfecto. Los ladrones se han llevado una considerable suma de dinero y de joyas. No se ha descubierto ni una sola huella de los asaltantes. Solo hay dos pistas que despistan: unas colillas en un cenicero, cual si hubiesen sido tocadas con guantes, y un Mercedes blanco que, como un fantasma, dicen que rondó por la zona el día anterior. El robo se produjo con una precisión, una limpieza y una efectividad impresionantes.

Cuarto asunto. El presidente del Gobierno asturiano, Pedro de Silva, aparece en una sala de fiestas con una camiseta que pone en francés: "Le coq erotique". Muchos lamentan que el rótulo no estuviera en asturiano, dado que por una parte potenciaría la llingua y, por otra, tendría más fuerza expresiva. "El gallu eróticu" sería algo de una contundencia más universal que "Le coq erotique". Aunque quien debería llevar esa camiseta, y que es muy posible que estuviera también en esa fiesta, es el consejero de Sanidad, Juan Luis Rodríguez Vigil, quien afirmó en una entrevista realizada por Javier Cuervo que él "solo pecaba de cintura para abajo", añadiendo: "A mí me cogerán por las mujeres, pero no por enredos de negocios". A la pregunta de si le gustaría ser presidente del Principado, respondió categórico: "Nunca. Es de los peores cargos de España". Y lo argumentó de esta guisa: "Los alcaldes lo pasan bárbaro: hacen cosas y la gente les da palmadas en la espalda. De presidente te caen tortas por lo que haces, por lo que no haces y por lo que otros deberían haber hecho". El señor Vigil se olvidó de aquel "nunca" y fue presidente del Principado de Asturias desde 1991 hasta 1993. El guión para este argumento sería también de cintura para abajo.

Asunto quinto. Al delegado del Gobierno de Asturias, pongamos que se llama Obdulio Fernández, le roban el coche estando de vacaciones en Posada de Llanes. Cuando una mañana bajó de su casa con la intención de llevarlo a limpiar, se encontró con que se lo habían limpiado de manera literal. Lo comunicó a los policías a sus órdenes, que al poco le informaron de que su vehículo había sido utilizado por dos jóvenes para robar en una caja de ahorros en Pola de Siero. Al día siguiente por la tarde, y para su asombro, encontró su coche en el mismo sitio en el que lo había aparcado y completamente limpio. Lo más sorprendente es que le robaron las casetes que tenía de música clásica y le dejaron las de pop, cuestión ésta que da una pista sobre la indeseable catadura intelectual y moral de los ladrones.

Mientras le leo estos temas, el profesor toma alguna nota en una libreta negra con una actitud tan seria que me hace pensar que los cinco asuntos que recopilé no son más que cinco solemnes majaderías.

Me mira muy serio, como si, en vez de amigo ocasional, fuese un estricto examinador.

-¿Eso es todo?

-Esto, sí. Quería mostrarte solo cinco asuntos para no abusar de tu paciencia.

Y me aleccionó, como si estuviera impartiendo una clase magistral.

-Son temas que tienen un cierto interés, pero que les falta conexión con la realidad. El de los niños perdidos resulta poco verosímil. Puede ocurrir que unos padres se despisten y pierdan de vista a uno de sus hijos, pero cuatrocientos son demasiados para creérselo. Que al lado de un museo tan emblemático como el Evaristo Valle, con uno de los jardines más bellos de Europa, se construya un camino con escoria que desprende emanaciones tóxicas está bien para una de esas películas de juicios yanqui, como "Legítima defensa", de Coppola, pero no para un relato. Lo de "el gallo erótico" y lo de "pecar de cintura para abajo" mezclado con la política podrían dar de sí para un monólogo del Club de la Comedia, pero poco más. Y el robo del coche a un delegado del Gobierno que sirve a los ladrones para perpetrar un asalto, y que luego se lo devuelven limpio y sustrayéndole solo las cintas de música clásica es un tanto forzado, incluso ponerle Obdulio de nombre resulta rebuscado. Y lo del Monte de Piedad tampoco tiene fuerza, dado que en una casa de empeños suele haber objetos de muy poco valor como para que merezca la pena el riesgo de realizar un atraco. En conclusión, que son argumentos que tienen su enjundia, pero que les falta mimbres realistas para confeccionar historias creíbles, pues todas ellas rozan el desvarío.

Hasta aquí los comentarios de mi asesor literario. Omití decirle al docto profesor que esos cinco asuntos tan "poco realistas" habían ocurrido de verdad, que los recopilé en mi viaje a 1988 y que habían sido publicados en LA NUEVA ESPAÑA de ese año, pero si le hubiera dicho esto, aparte de considerar que rozaban el desvarío, me hubiera calificado a mí de ser el que desvariaba por asegurar que era capaz de viajar en el tiempo, por eso me lo callé.

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