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VICENTE VÁZQUEZ CANÓNICO | Escultor, acaba de recibir la medalla del XVII Salón Internacional de Arte de la galería barcelonesa Esart

"Necesito hacer una escultura en Gijón, donde todavía no me siento reconocido"

"Me brindo a crear algo interesante y digno en mi ciudad, donde nací y donde voy a morir; por ejemplo, un homenaje al mar en la plaza del Carmen"

Vicente Vázquez Canónico. MARCOS LEÓN

Está a punto de cumplir 78 años, pero es aún un inquieto artista en activo al que le acaban de conceder la medalla del XVII Salón Internacional de Esart, en Barcelona, y al que le abren las puertas de las galerías de Nueva York y Milán. El escultor Vicente Vázquez Canónico (Gijón, 1937), con obra en numerosas ciudades y colecciones, se sincera en esta entrevista.

-Empecemos por ese reconocimiento.

-Para mí significa mucho y me sorprende. Uno ya tiene una edad. Es una responsabilidad más.

-Expuso por primera vez en 1957. Casi sesenta años de intensa actividad artística...

-Llevo toda mi vida con una gran intranquilidad por la idea de qué es una escultura. Mi madre contaba que mi afán, cuando era aún muy niño, era coger miga de pan y mezclarla con agua para hacer cosas. Sí me recuerdo dibujando mucho. Mi padre trabajaba en sanidad en el Puerto y traía papeles que no servían, pero que yo utilizaba dibujando en ellos durante horas y horas. El dibujo me ha acompañado siempre. Sigo trabajando. Hay días que a las siete de la tarde aún no he comido. Sigo con la necesidad de crear cosas, esa impronta.

-¿Qué es para usted la escultura?

-Es parte de mi existencia. He pensando siempre en tres dimensiones; bueno, en cuatro, porque está ahí también el sentimiento. Si la obra se levanta del suelo es porque el espectador expectante, no el que pasa sin reflexionar, tiene alma. Las cosas se levantan del suelo por esa conexión, por el sentimiento.

-Su obra ha evolucionado en distintas direcciones...

-Empecé copiando del natural y a los maestros, a Praxíteles, a Fidias. Copiar es una cura de humildad. Recuerdo que cuando hice el busto de Don Juan de Borbón me encontré en una habitación con un señor delante de mí y un montón de barro; me temblaban las piernas.

-Bueno, pero ha esculpido otras obras que no son estrictamente figurativas.

-En una ocasión un periodista me llamó, de parte de Antonio Gala, porque iban a hacerle un homenaje a Séneca en Córdoba. Hice el trabajo en barro, bastante despojado de todo artificio. Total, que un señor vio la pieza en el taller y, sin más, dijo: "Coño, es Séneca". Lo sabía porque veía una serie de televisión sobre el filósofo. La abstracción tiene que tener contenido y forma.

-¿De cuál de sus muchas obras se siente más satisfecho?

-Si le digo la verdad, nunca me encuentro satisfecho con nada. Termino una cosa y a las dos horas ya estoy viendo que podría hacerlo de otra forma. ¿Se da cuenta, no?

-O sea, que no me va decir cuál es esa obra...

-Hice un retrato de mis hijas que para mí es una "Gioconda" porque sonríen con los ojos, con los labios. Está ahí para verlo. Ese busto, donde hay esa armonía, es una de las obras que más me satisfacen. También posó para mí un hijo que, desgraciadamente, se me murió.

-Ha investigado, además, con distintos materiales. Trabajo, por ejemplo, con polímeros.

-Sí, hace muchos años. Hay ingenieros a los que les sorprenden mis conocimientos sobre los polímeros. Estaba convencido de que era un material que se podía ennoblecer, y por eso hice así la vidriera de la basílica de Covadonga. Está fechada en 1977, muchos años a la intemperie y sometida a la climatología dura de los Picos de Europa. Y, sin embargo, está como el primer día. Después los utilicé en volúmenes e hice una serie que se llama "Galaxia", que no he querido vender. No he vuelto a trabajar con polímeros porque es un material muy peligroso. Me intoxiqué dos veces por las emanaciones de gases, y otra vez, puliendo bronce.

-¿Y con qué está ahora?

-Con una pieza basada en una rodilla. Viene de un accidente que tuve y que me dejó más de cincuenta días en la cama, sin poder moverme. Afortunadamente, como tengo mucha fuerza de voluntad, estoy recuperado. Estoy terminando esa rodilla, pero todavía no estoy satisfecho. Hacer una mano, una cara, es siempre una cura de humildad. No se puede esculpir sin dibujar. Para mí, dejar de trabajar es dejar de vivir. Trabajo todos los días, aunque desafortunada o afortunadamente no puedo hacer siempre lo que yo quiero, así que me dedico a otras cosas. Por ejemplo, hago joyería hasta que creo que tengo otra vez la mano a punto; es una corriente, un impulso del cerebro. A la piedra, al mármol, hay que darles un estado de conciencia. El arte, en cierto modo, es pensamiento hecho forma, sonido, escritura. Hay un proceso bioquímico, o un ángel, o eso que llamamos inspiración. Domeñar la piedra salvaje es complicado; si te puede, estás perdido, así que debemos estar ante ella con una gran agilidad mental y fuerza en la mano. Hay que quitarle a la piedra lo que le sobra para ser.

-¿Se siente reconocido en Asturias?

-Tristemente tengo que confesar que no. Es mi paraíso perdido. Me duele, pero todavía no tengo una escultura en Gijón pese a que hay sitios para ella. Invito a todo el mundo a ver el parque escultórico que he hecho en Pontevedra, donde invertí tres años de mi vida. En Gijón hay un lugar como la plaza del Carmen, con la fuente y el agua que el viento lleva para todas partes, en el que se podría hacer algo.

-¿Lo lleva con pesar?

-Cierto, no me siento reconocido. Es la verdad. Sí es cierto que hay muchas personas que me quieren y que he hecho cosas en Gijón. Y otras que no conocen, que pasan desapercibidas, como las piezas que hice para el Campeonato del Mundo de Natación. Bueno, los corchos flotan y tarde o temprano, muerto o en vida, acabarán reconociendo mi trabajo. Podría contar muchas cosas, pero vamos a ser caballeros.

-Sí le dedicaron en el Jardín Botánico Atlántico una amplia exposición en la primavera del 2013...

-Aquello fue maravilloso. La alcaldesa Carmen (Moriyón) lo entendió bien. Hice aquel camino itinerante con mis esculturas. Sería desagradecido no admitirlo, pero necesito tener una obra en Gijón, que es la ciudad en la que he nacido y donde voy a morir. Duermo en Santander pero sueño en Gijón. Me brindo a hacer algo interesante, verdaderamente digno, en la plaza del Carmen.

-Por ejemplo...

-Un homenaje al mar. No sé si será predicar en el desierto. Soy un gijonés que ha andado por el mundo, que ha sido reconocido incluso en Nueva York. Necesito tener una escultura en Gijón.

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