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Tres fortunas en zapatillas

Un matrimonio gijonés, un hostelero avilesino y el "millonario del Pedroso" encajaron en la rutina de sus vidas los millones logrados con los juegos de azar

A la izquierda, Ladino Prieto, en su casa; sobre estas líneas, un compañero muestra la chaqueta de trabajo, con su credencial, tal como la dejó colgada el gijonés agraciado en 2001 con 1.046 millones de pesetas. Abajo, el cheque de la fortuna que ingresó el matrimonio gijonés. LNE

Hay quien vive hoy su primer domingo multimillonario gracias a un boleto de Euromillón sellado en el barrio de El Llano. Y premiado con 15 millones de euros que se traducen en la mayor alegría que Loterías y Apuestas del Estado ha provocado en Asturias en la historia. También son una fortuna que cambia la vida. Aunque no siempre. Porque ejemplos hay en Asturias de lo contrario. De millonarios repentinos que invirtieron, se dieron algún pequeño o gran lujo, pero han seguido viviendo su sueño casi en zapatillas.

Como el avilesino José Antonio Ruso. Asegura que su vida apenas ha cambiado desde que en 2006 repartiera más de 24 millones de euros del tercer premio de la Lotería de Navidad. Él se quedó con un buen pico del que, asegura, ya no queda nada. "Lo invertí todo", admite el propietario de la cafetería Coral en Avilés, en el barrio del Quirinal. Ese 22 de diciembre, Ruso estaba en Barcelona. La noche anterior había estado viendo un partido de fútbol entre el Barcelona y el Atlético de Madrid, del que es aficionado acérrimo. "Me llamó mi mujer para decírmelo. Fue una bomba", explica.

Desde entonces, cuando tocan premios como el de esta semana en Gijón, le vienen los recuerdos. Ahora, asegura, no gastaría el dinero en lo mismo que entonces. "Cuando tocó aquí coincidió con el boom inmobiliario y de inversiones y ahí fue donde lo gasté. Fue tocar y empezar la crisis. Hoy no lo hubiera invertido todo, lo metería debajo de un tapiz", afirma entre risas. Ruso y su mujer, Dulce María Barcia, destinaron parte de las ganancias en una casa y en viajes. Ruso reconoce que sigue jugando a los diferentes sorteos. "El viernes eché cinco euros para los 15 millones del cupón. Juego para que me toque, como a todo el mundo. Y si me toca a mí, le tocaría a mucha gente", dice. Y es que en su cafetería venden décimos de la ONCE, entre otros sorteos.

Tampoco la fortuna trastocó la vida de Ladino Prieto. Sólo le convirtió en el "millonario del Pedroso". Su fortuna le llegó el 17 de diciembre de 2004 y tuvo poco tiempo para disfrutarla: falleció dos años después. Decía unas horas después de ganar el "cuponazo" (dotado entonces con seis millones de euros), que lo único que tenía previsto hacer con el dinero era "un viaje". Que no quería cambiar sus hábitos.

Y se mantuvo firme en su decisión. Al menos, en parte. Un familiar explicó ayer que Ladino Prieto sí hizo algunas inversiones. Compró un piso en el centro de Mieres e hizo regalos a familiares y amigos, "porque era muy generoso, también antes de que le sobrara el dinero". Dejó la humilde casa del Pedroso, en el valle de Cenera, en la que había formado una familia. En el salón de esa vivienda supo que era millonario. Ladino Prieto era un hombre de sonrisa constante, aunque con algún arranque de genio. Reaccionó con tranquilidad cuando descubrió que era el ganador de seis millones de euros: "Metí el décimo en la cartera, calenté la cena y, cuando me preparaba para acostarme, mi hijo me picó en la ventana", relató a este diario. Puso el boleto a buen recaudo al día siguiente, cuando el director de la oficina de una entidad bancaria en Mieres le facilitó un coche para el viaje de ida y vuelta hasta El Pedroso.

Eran lujos y atenciones que a Ladino Prieto le sobraban. "Era humilde, para comprar el piso le rogamos un poco. Él sólo quería una televisión nueva", explicaron fuentes de la familia. Encontró el amor después de mudarse a Mieres, pero murió en 2006. Su funeral fue sencillo y pasó prácticamente desapercibido para los vecinos del concejo. Pocos supieron que "el millonario del Pedroso" se había ido.

En Gijón también hay antecedentes de millonarios discretos. En el concejo aún se recuerda el premio de 1.046 millones de pesetas que logró en 2001 un joven matrimonio de treintañeros del barrio de El Natahoyo. Al cambio actual serían 6,2 millones de euros. En su caso fue una primitiva sellada cuando hacían la compra en un centro comercial de La Calzada la que irrumpió como una tromba en su vida. El primer lujo que se permitieron, para enfriar sus emociones y angustias, fue un viaje a Benidorm de 15 días. Ya daba idea de por dónde querían conducir su vida.

Comprar durante un tiempo sin preocuparse por el precio fue, según cuentan algunos allegados, quizás el cambio más apreciable en la mentalidad de dos trabajadores -él, electricista, y ella trabajadora en la administración de un club deportivo- que desde el primer minuto aseguraban que sólo querían que la fortuna no les desbordara ni les impidiera vivir tranquilos. Han dejado pasar los años sin salirse demasiado del guion. Una vivienda unifamiliar para ellos en la zona oeste de Gijón -a un entorno próximo también propiciaron que se pudieran trasladar otros familiares directos-, y un piso para los progenitores, fueron algunos de los desembolsos "gruesos" decididos por el matrimonio.

Aclimataron a un nuevo status los respectivos trabajos y tambiénel de su círculo íntimo, con hermanas que pudieron pedir reducción de jornada, incluso excedencia, para disfrutar del desahogo ganado. El matrimonio, por aquel entonces de 35 años él y 33 años ella, colgó "las botas" laborales, confiando una parte de su futuro y el de sus descendientes en las rentabilidades bancarias que según iban menguando incrementaban en el matrimonio la sensación de que había que ser prudentes para no dilapidar un premio que les llegó muy jóvenes y del que esperan que algo llegue a sus hijos.

La "vida en paz" por la que clamaban en LA NUEVA ESPAÑA cuando se supo de su premio no les llegó hasta pasado un tiempo. Pese a su falta de ostentación y a su proceder discreto, durante años les embargaron temores, sobre todo relacionados con la vulnerabilidad y la falta de seguridad que podían sufrir ellos mismos, su hija pequeña o su entorno más directo.

Quienes les conocen mantienen que, pasados los años, siguen queriendo mantenerse fuera de los focos mediáticos. Y que aquel momento inicial de comprar sin mirar el precio ya ha pasado. Incluso en la reciente celebración de los 50 años del agraciado no corrió el champán a raudales: una espicha fue la solución prudente para celebrar el medio siglo del millonario gijonés. Porque, lo dicho, Mejorar la vida no implica cambiarla.

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