Hay un lunes al año en Gijón en el que se puede ser ángel y demonio, monstruo y princesa, cura y guardia civil, enano y gigante, superhéroe y súpervillano, todo ello en armonía y sin mayores problemas de convivencia. Hay un lunes al año en Gijón en el que a los papás no les importa embutirse en unas ajustadas mallas porque "hay que dar el gusto al chiquillo", como indicaba Marcos González parapetado tras un antifaz y en llamativos (y apretados) calzones rojos de cómic. Y hay un lunes al año en Gijón en el que el tiempo, caprichoso como él solo, puede pasar del frío más absoluto y la lluvia persistente a los 20 grados a las nueve de la noche con apenas un año de diferencia.

Todo eso y mucho más pasó ayer en la villa de Jovellanos para celebrar un desfile de Antroxu multitudinario, con miles de vecinos en las calles y los termómetros en máximos históricos. De hecho, en la estación meteorológica de Gijón se registraron 21,8 grados a las dos de la tarde, el máximo de lo que va de año y una de las temperaturas más altas de los registros recientes. Así que ayer, lunes de Carnaval, se dieron las circunstancias ideales para que Gijón fuera un hervidero de gente llegada de aquí y de allá, con un desfile que fue mucho más que eso y se convirtió en riada de color y música.

Medio centenar de grupos con más de 1.500 participantes tomaron la salida desde la plaza de toros de El Bibio, con las peñas entusiasmadas por "el buen tiempo de este año", apuntaba Diego Alonso, de La Escuelona, que sacó a la calle a 92 personas, 45 de ellos niños, para interpretar a personajes de diferentes cuentos infantiles.

La Vocalía de la Juventud de San Andrés de Los Tacones transformó a los 28 miembros de la peña en tazas, cafeteras, sacos de café y un único azucarillo para todos, el pequeño de 15 meses Héctor Canga, que en brazos de sus padres Sergio Canga y Lucía Méjica presumía de ser de los más jóvenes participantes en el desfile. "Llevamos desde el pasado mes de noviembre trabajando en los disfraces, y no nos vendría mal algo más de implicación, para garantizar el relevo para años venideros", señalaban antes de tomar parte en un desfile "como hace mucho no se veía de tanta gente que hay".

A los de Cenero les crecieron los enanos este año, con 52 pequeños seres barbados de toda edad y condición, "desde un año hasta más de cincuenta", apuntaban Isabel Sánchez y Rocío García calentando motores antes de tomar parte del pasacalles.

Otros, como los integrantes de Trofeos Gijón optaron por hacerse de la Iglesia de la Sidrología, una extraña mixtura entre chigre rodante y elenco de cantantes de gospel. "El objetivo es el de ir bebiendo sidra y cantando, y pasarlo bien", resumían Marlén Ceñal y Liliana Costales, integrantes de la peña de La Arena. Un doble objetivo que bien merece la pena después de "un año entero de trabajo".

Entre fogones "y mira que hace calor" se pasaron la velada los cocineros de Los Cilúrnigos, que celebraban su participación en el Antroxu bajo el lema "15 años desfilando y esti cocinando". Ofrecían los 50 miembros del grupo un menú compuesto por "Pimientos del Pedrón (unos socialistas, y otros no), Rey al horno con espuma de Borbón y crema catalana independiente".

Un trabajo para componer la carroza "completamente manual, con muchas horas de dedicación" que aprovecha también el tirón de lo culinario, que, como apuntaba Trini Rodríguez cuchara de palo en ristre, "está muy de moda".