Un "cosmos" con muchas facetas unificadas por una idea de moral universal y por la misma inquietud que movió la actitud vital y las cavilaciones, antes que ella, de algunos de los grandes ilustrados del XVIII. Es el retrato que el escritor y profesor asturiano Xosé Bolado hizo ayer de Rosario de Acuña (Madrid, 1850- Gijón, 1923), una de las españolas más singulares de los años que constituyen la bisagra entre los siglos XIX y XX. Y alguien, como subrayó el estudioso, que despliega una extraña coherencia humanística "entre lo que escribe y lo que piensa". "Su terreno es el de la defensa de la persona libre", señaló.

Bolado, que ha dedicado tres décadas al estudio de Rosario de Acuña (es el responsable de los cinco tomos de la "Obra reunida" que ha publicado KRK), abrió ayer el ciclo de conferencias (hay más actividades) que ha organizado el instituto que lleva el nombre de la autora de "Rienzi el Tribuno" para celebrar el vigésimo quinto aniversario de un centro que, antes de ser rebautizado a propuesta de dos alumnos, se le conocía por un insípido número, el "nueve". Lo contó ayer su directora, Isabel Puente.

La presentadora de la muy erudita conferencia de Bolado , que conoce el detalle de cada uno de los pasajes de la vida de Rosario de Acuña, fue Paz Fernández Felgueroso. El Antiguo Instituto acogió la charla. La exalcaldesa, que apoyó la edición de la "Obra reunida", recordó que la ciudad no inició la recuperación de la pensadora hasta los años ochenta del pasado siglo: "Hasta entonces había sido vilipendiada y olvidada". Recordó una anécdota de su infancia: "Aún veo a dos mujeres que al pasar por la casa de El Cervigón se santiguan y dicen que allí había vivido a una bruja".

Rosario de Acuña, masona que adoptó el nombre de la filósofa alejandrina y neoplatónica Hipatia, vivió sus últimos años en Gijón. Librepensadora, separada de su marido, feminista, pedagoga, vinculada al Ateneo Obrero y a las luchas de los trabajadores, ciertas capas de la burguesía gijonesa nunca perdonaron la altura moral y el progresismo de aquella mujer que habitaba una solitaria casa de La Providencia. Lo cierto, como recordó ayer Fernández Felgueroso, es que la ciudad ha tomado "por bandera" el nombre de la pensadora desde aquellos años ochenta. Hasta un coro lleva hoy su nombre.

"Fue una escritora global", defendió Bolado. Por ejemplo, Galdós vio en Rosario de Acuña (cultivó distintos géneros, incluida la poesía) una espléndida periodista que escribía bien e informadamente. La idea y la batalla. "Para ella, lo fundamental de la persona es la racionalidad; todo ha de ser sometido al libre examen, sin dogmas. Y es de ahí y de su formación humanista de donde surge la librepensadora", hizo resaltar el conferenciante.

Vemos hoy la apasionante trayectoria de Rosario de Acuña como la biografía insólita de una extraordinaria adelantada a su tiempo. Y no sólo por lo que pensaba o escribía. "Ella no se sienta a defender únicamente una teoría social, sino que se involucra personalmente y se compromete", insistió Bolado. Para éste, estamos ante alguien que unió "razón y sentimiento de justicia".