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Viaje a 1988 (VI)

Lluvia de iones sociales negativos

La primera edición de la "Semana negra" nacía con rechazo ciudadano mientras Areces y Cascos se enzarzaban a cuenta de la sede del casino

El autor, junto a un programa de la "Semana negra".

Nada sucede dos veces / ni va a suceder, por eso / sin experiencia nacemos, / sin rutina moriremos. En esta escuela del mundo / ni siendo malos alumnos / repetiremos un año, un invierno, un verano.

Wislawa Szymborska

La pregunta de por qué había tanto rechazo ciudadano a la "I Semana negra" que se estaba gestando en Gijón en 1988 revoloteaba en mi cabeza como un pájaro de mal agüero. Y su aleteo se hacía más intenso cada vez que, viajando en el tiempo, visitaba el lugar donde se cocinaba dicho evento. En esa cocina se encontraba mi otro yo, veintiocho años más joven, tratando de ponerle buena cara al mal tiempo. Y el mal tiempo no era precisamente de composición meteorológica. Parecía, como decía el filósofo de lo cotidiano Chumy Chúmez, que la atmósfera estuviese cargada de iones sociales negativos. Y no había paraguas para protegerse de ellos.

A poco que uno abriera los ojos, y los periódicos, encontraba sobrados motivos para el desencanto. Hasta lo reconocía así Tini Areces, el cada vez más poderoso alcalde. Decía: "Se está trabajando fuerte por sacar a la ciudad del estado de pesimismo y de frustración en que se encuentra". Pero ¿estaban todos de acuerdo con los remedios que él y los suyos aplicaban?

El pueblo de Gijón, que en Carnaval se ponía la careta para expresar lo que sentía de verdad, se había desgañitado cantando coplas que decían, por ejemplo:

"Los paraos de Xixón / tán perdiendo la esperanza, / mientres munchos mandamases / ya nun pueden cola panza".

"De qué nos sirve en Xixón / tantu llistu nel poder, / como sigan munchu tiempu, / van dexanos sin comer".

Una mañana fuimos "migomismo" y yo a tomar un tentempié al café San Miguel. Junto a nosotros estaban sentados un hombre y una mujer. Ella, a la vez que tomaba notas, grababa en un magnetófono lo que él decía. Mi álter ego me informó de que la mujer era la escritora y periodista Cuca Alonso. Estaba entrevistando al concejal de Izquierda Unida Toni Hevia.

En un momento en el que mi otro yo se fue al servicio, escuché sin querer la charla que mantenían los vecinos de al lado. Simulé estar concentrado escribiendo en mi cuaderno, pero lo que hice fue tomar nota exacta de su conversación.

Cuca: "Bien, estamos aquí, en un país de tres millones de parados, en el que la banca, en el último ejercicio, ganó más de doscientos mil millones de pesetas, y todo ello, ahí está la paradoja, bajo un Gobierno socialista".

Toni Hevia: "Es que la política que hace el Gobierno de Felipe González no tiene nada que ver con el socialismo; es la política que podrían hacer los mejores hombres de derechas y hasta los propios banqueros, que obtienen los mejores beneficios de la historia. Es esperpéntico y denuncia y desacredita la política socialista".

En estos viajes al pasado, puedes pedir auxilio a quien lo desees para que te ilumine sobre lo que estás viviendo. Yo pulsé la tecla de llamada. Pedí la ayuda de otro filósofo de lo cotidiano, el humorista Ramón. De inmediato, me dibujó a dos personajes hablando en la barra de un café. Uno informa: "Dice el presidente Felipe González que o ellos o el caos". El otro apostilla convencido: "Vale, ¿dónde puede uno afiliarse al caos?".

Al regresar el que yo era hace veintiocho años, me saca de mi ensimismamiento.

-¿Ya empezaste a escribir el reportaje sobre la "Semana negra"?

Le contesto azorado, como si me hubiese pillado in fraganti cometiendo un delito.

-Esto, no; bueno, sí, estoy tomando las primeras notas.

Regresamos al "lugar del crimen", como él llama a la oficina donde preparan el destilado negro. Me enseña el programa para que le dé mi opinión. Lo ha redactado parodiando un informe policial. Va dentro de una ingeniosa carpeta diseñada por Blu. Sus textos empiezan con este telegrama:

"Muy confidencial. Urge someter Gijón a estricta vigilancia. Stop. Desde el 29 de junio al 6 de julio se convertirá en sede de los escritores policiacos más peligrosos y leídos del mundo. Stop. El acontecimiento se denomina I Semana negra. Stop".

Pero se le nota contrariado. Le pregunto por la causa de su visible disgusto. Y me responde con voz decepcionada:

-Pues, mira, con todo impreso, tras haber recibido el visto bueno del comité ejecutivo y del presidente de la "Semana", Juan Cueto, el alcalde me pide que modifique una de las páginas del programa, la que titulaba, siguiendo el estilo paródico que apliqué a todos los textos, "Banda organizadora".

-¿Y eso por qué?

-Le parece muy fuerte ese enunciado, considera que se puede interpretar mal.

-Ya. ¿Y qué te ha pedido que pongas?

-"Los organizadores", a secas.

-¿Hay más "recomendaciones"?

-Sí, también tendré que modificar la entradilla. Donde había escrito: "La Audiencia Territorial de Gijón ha dictado auto de procesamiento contra cada uno de los miembros de la banda organizadora, todos ellos con un amplio historial delictivo".

-¿Y cómo te "ha sugerido" que lo redactes?

-"Consta en nuestros archivos que los organizadores de este acontecimiento son?".

Me regala la página suprimida para que me la lleve de recuerdo. No se podía ni imaginar que me traería ese documento al Gijón de 2016, y que ya se encuentra a disposición de quien desee verlo en el Archivo Municipal.

Salí de allí con mal sabor de boca, sin poder ayudarle. Otra cosa que aprendes cuando viajas en el tiempo es que puedes ver, escuchar, comprender, pero no intervenir. Aunque te duela, no puedes modificar el pasado.

Yo quería entender. Por eso seguí indagando en el porqué de la lluvia de iones sociales negativos que empapaba el ambiente. La frustración ciudadana era un puzzle elaborado con muchas piezas oscuras.

Una de esas piezas era la obsesión del alcalde por instalar un casino en Gijón. Aseguraba el mandamás del Ayuntamiento: "Lo que me preocupa es que esta ciudad se vaya dotando de servicios que necesita. Y uno de ellos es, evidentemente, el casino". ¿Evidentemente?

En este asunto se enfrentó con dureza al diputado de Alianza Popular Francisco Álvarez-Cascos. Se acusaban el uno al otro de tráfico de influencias. El alcalde quería el casino en Gijón; el diputado, en Lugones.

¿Interesaba ese rifirrafe a la ciudadanía? En absoluto. Por eso la desafección política de los ciudadanos y ciudadanas iba en aumento. Esas decisiones políticas en las que no se cuenta con ellos están muy alejadas de sus preocupaciones y necesidades. La mayoría estaba de acuerdo con las conclusiones de la asociación Justicia y Paz:

"Valoramos negativamente la instalación de un casino en Gijón. Es muy grave que la polémica instalación de un casino en Asturias disperse la atención sobre los graves problemas y las verdaderas soluciones".

Regreso al Gijón de hoy para poner a limpio mis notas de viaje.

¡Pero volveré en seguida a 1988 para asistir a la inauguración de la "I Semana negra"! Se pronostica una gran movida.

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