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La visita de Alfonso XIII y su familia antes de las primeras huelgas

A la izquierda, arco en homenaje a la familia real en la hoy plaza de Italia. A la derecha, el embarcadero para recibir al rey Alfonso XIII, al final del puerto local.

Iba a quedar así atrás el siglo XIX que había aportado a la Humanidad tres inventos fundamentales para su desarrollo industrial y científico: la electricidad, el teléfono y el microscopio. En Gijón, con una entrañable poética, el Cronista Oficial, Joaquín Alonso Bonet, dejó escrito: "Todavía estaban en el aire popular gijonés, cuando alboreaba el siglo XX, las sensaciones contradictorias que el anterior nos dejara al despedirse. Había músicas de acento optimista y esperanzado; y canciones con cierto dejo de melancolía. Se cantaba al progreso, tema esencial de los nuevos tiempos, y sonaban guajiras y danzones importados de Cuba por los que volvían del otro lado del mar. Triunfadores unos de la aventura de la emigración, otros con la amargura del fracaso y todos ellos acongojados después de haber visto arriarse la bandera de España en el Castillo del Morro. Los conceptos de progreso y trabajo aparecían unidos siempre en los cánticos de los orfeones; y entre ellos había himnos, como el dedicado a la Exposición de 1899, pregonero del avance artístico, marítimo e industrial de Gijón. Y otro que era un canto de combate de las sociedades obreras que empezaban a organizarse y cuya letra incitaba a los trabajadores a cesar en sus faenas para demostrar así que era el obrero el único que producía".

Los inicios del movimiento obrero. En este panorama de fin de siglo se gestaba el inicio del movimiento obrero, que iba a coger un gran protagonismo con la reivindicación radical de sus inexistentes derechos laborales, en aquellos tiempos en que se trabajaba de sol a sol. Las primeras huelgas ya estaban en el horizonte. Los obreros no podían cobrar los jornales si enfermaban y algunos empresarios retrasaban el pago de los salarios como represión de las protestas. La elevación de los costes de la bolsa de la compra obligaba a las humildes familias a recurrir a aquellos alimentos que eran más baratos: patatas, verduras y fabes para hacer potes. Las fabadas llegarían a las pudientes mesas muchos años más tarde.

El ambiente social se cargaba cada vez más y las reivindicaciones de los trabajadores iban en aumento. La Agremiación Patronal Gijonesa -que presidía Emilio Olavarría- imponía unas férreas condiciones a los obreros y hasta cerraba unilateralmente todos los centros de trabajo, con lo que dejaba sin ingresos para la subsistencia a sus empleados y luego podía así contratar a los que fuesen menos beligerantes.

El fundador y primer presidente de la Cámara Oficial de Industria, Comercio y Navegación de Gijón, el ingeniero Luis Adaro y Magro -uno de los artífices para la creación en abril de 1990 del Crédito Industrial Gijonés con un capital de quince millones de pesetas, con las bases financieras de la casa bancaria de Luis Belaunde a fin de financiar nuevos proyectos empresariales para la dinamización de la industria asturiana- pronunció entonces un importante discurso en clave política: "Levantaremos la moral de las clases mercantiles e industriales, que son las que poseen el verdadero patriotismo, pues cuando les toca sufrir sufren con resignación, por cumplir los deberes sociales sufriendo perjuicios en beneficio de las demás clases de la sociedad".

También aquel año, fin de la centuria, fue constituido el llamado Sindicato Asturiano del Puerto de El Musel por un grupo de empresarios que asumieron como contratistas las obras que habían sido iniciadas ocho años atrás con cargo a las arcas del Estado pero que iban con un gran retraso, lo que retrasaba la explotación comercial del nuevo puerto gijonés.

La "Atenas gijonesa" en el entorno del Instituto. Los gijoneses no siempre somos conscientes de la importancia de nuestra historia. Aquí fue creado, gracias a la perseverancia de Jovellanos en el año 1794, el primer centro docente para las enseñanzas técnicas de nuestro país y, en 1989, también fue puesta en marcha la primera escuela de Comercio de toda España. En la excelente pinacoteca del Real Instituto se exhibía el valioso tesoro artístico que había sido coleccionado por Jovellanos y Juan Agustín Ceán Bermúdez, con obras de Miguel Ángel, Rafael, Tiziano, Tintoretto, Alberto Durero, Rembrandt, Julio Romano, Guido Reni, Rafael de Urbina, Alonso Cano, Velázquez, Ribera, Goya, Zurbarán, Murillo y Juan Carreño Miranda.

Además contaba el Real Instituto con una biblioteca de 11.400 volúmenes que se encontraban en estado de abandono, tal como denunció el Cronista Oficial de Gijón, Julio Somoza, ya que estaban tirados en el suelo. Algunos de los libros eran auténticas joyas por su gran antigüedad, como la "Biblia de Estéfanez", los incunables de Sevilla y ediciones góticas de los siglos XV y XVI.

En todo aquel gran ambiente cultural hay que destacar la encomiable labor que desarrollaba desde hacía una década el Ateneo Obrero con su cátedra de instrucción primaria y sus numerosas actividades para concienciar a la clase obrera de la necesidad de la instrucción intelectual. Por todo ello, hasta alguien escribió que en el entorno de la plaza del instituto y del antiguo teatro Jovellanos existía la llamada "Atenas gijonesa".

La primera visita del rey Alfonso XIII a Gijón. El hijo póstumo de Alfonso XII, Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena, realizó su primera visita a Gijón cuando tenía catorce años -dos años después sería coronado como rey con el nombre de Alfonso XIII- siempre protegido por su madre María Cristina de Habsburgo-Lorena, cuya prolongada regencia había motivado un gran desencanto político, al no verse encauzada la resolución de los problemas del país.

A bordo del cañonero "Núñez de Balboa", el 20 de agosto de 1900, arribó al puerto local, con gran bienvenida sonora de sirenas de los barcos, la banda de música y las entusiastas aclamaciones del gentío, que se hacinaba en el dique de Lequerica para no perderse un solo detalle del desembarco en una falúa, en la que ondeaba el pendón morado de Castilla. Ésta trasladó a la familia real y al presidente del Consejo de Ministros, Francisco Silvela, y al ministro de la Gobernación, Eduardo Dato, hasta el embarcadero, ornamentado especialmente para la ocasión.

Detrás de la Corporación Municipal, que presidía el alcalde Ramón García Sala, iba el coche de SS.MM., escoltado por una sección de lanceros de Farnesio, al que seguía una fila de carruajes con todas las autoridades. El pueblo de Gijón se había volcado en aquel acontecimiento y la comitiva pasó bajo los varios arcos construidos en su honor por parte del Ayuntamiento, la fábrica de "Moreda y Gijón", el "Crédito Industrial Gijonés", "La Estrella", "La Algodonera", la "Fábrica de Mieres" y el "Gijón Industrial". Los balcones de las calles estaban engalanados y no cesaban los vítores. Después, la comitiva se fue hasta El Coto para que el rey Alfonso XIII colocase la primera piedra del cuartel que iba a llevar su nombre. Como colofón, en agradecimiento, la reina regente entregó al alcalde cinco mil pesetas para repartirlas entre los pobres de la ciudad.

Aunque el hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo había sido proclamado Rey desde el mismo día de su nacimiento, no pudo ejercer como monarca hasta cuando llegó a la mayoría de edad, el 17 de mayo de 1902, que fue cuando juró la Constitución.

Unos meses antes escribió en su cuaderno con tapas rojas, que utilizaba a modo de diario, una frase realmente clarividente sobre lo que iba a ser el devenir de la historia de España: "Yo puedo ser un rey que se llene de gloria regenerando a la Patria, cuyo nombre pase a la Historia; pero también ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera".

Quien no aprende del pasado para saber interpretar el presente, no tiene futuro.

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