Sin nombre, sin sede, pero con 960 puestos escolares previstos. Y con un trailer de mobiliario que nadie, y menos el camionero, sabía dónde descargar.

Así nacía en Gijón la historia del Instituto Número 9 -hoy Instituto Rosario Acuña-, un centro educativo de enseñanzas medias cuyo periplo en busca de "la tierra -o la sede- prometida" se encargaron ayer de recordar los cinco directores que ha tenido en estos años la institución. Ana María Fernández Bañuelos (1990-92), Benigno Delmiro Coto (1992-96), Francisco Alonso Llano (1996-2010), Paulino Matesanz Pérez (2010-2014) e Isabel Puente Costales (actual directora) -con más anécdotas los primeros- pusieron el cierre a las actividades del XXV aniversario del IES Rosario Acuña con una hilarante recopilación de historias tragicómicas del centro que pasó años en destinos provisionales y que nunca llegó a ocupar el magno edificio al que, según les decían, estaban destinados: la Escuela de Peritos en la calle Manuel Llaneza.

La Casa del Mar, en espacios cedidos por el Ministerio de Marina, y el barrio de Roces, en el viejo colegio Las Palmeras, fueron las primeras etapas de la travesía del desierto de esta comunidad escolar. Ana M. Fernández aún recuerda la ilusión con la que llegaron al centro las cinco primeras profesoras. Todas venían "del exilio" educativo en otras comunidades españolas. "Lloramos como magdalenas por la alegría de que nos hubieran concedido el proyecto de abrir el IES número 9 de Gijón, lo que nos permitía volver con nuestras familias", contó. La alegría se les acabó yendo entre sustos; el primero, cuando llegó el camión con toda la dotación del centro para ocupar la Casa del Mar "sin que se hubiera firmado ningún acuerdo de entrada".

Peor fue la etapa en Las Palmeras."Era una ubicación terrible. Por días parecía un pantano. Me persiguen los recuerdos de una compañera que se compró un termómetro digital e iba anotando, cada día, la humedad relativa del aire", rememoró Benigno Delmiro entre carcajadas. Luego llegó la pelea de su implantación en el Polígono de Pumarín, donde finalmente han encontrado la "tierra prometida". Desde allí, como todos los presentes confirmaron, han conseguido labrarse un nombre y una fama en la enseñanza asturiana. Eso sí, convertidos "en una piña", como apuntó Alonso. Que para algo pelearon tanto.