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La figura de la semana | Mariano Mier | Cocinero gijonés, ganador del XII Concurso nacional de tapas de diseño

El chef que cocina a ritmo de "Coldplay"

Amante del cine y las excursiones, ha conseguido plasmar gran parte de los conocimientos culinarios que ha adquirido en los 48 países que ha visitado

El chef que cocina a ritmo de "Coldplay"

Con apenas tres años se subía a una banqueta y se acercaba a los fogones en los que cocinaban su tía y su abuela para verlas en plena faena e incluso aportarles ideas para los platos tradicionales. A Mariano Mier (Gijón, 1980), flamante ganador del XII Concurso nacional de tapas de diseño, le viene su pasión por la cocina desde que prácticamente empezó a hablar. Y lo que comenzó siendo una ilusión, a base de empeño, acabó convirtiéndose en su dedicación. Un día, con 14 años, le dijo a su madre que quería estudiar para ser cocinero, pero le respondió que no le veía un futuro claro en ese gremio y Mariano decidió echarse atrás y no apostar por su sueño. Fue entonces cuando optó por estudiar Turismo en Valladolid. Y tras sus viajes como estudiante de Erasmus y otros que realizó al acabar la carrera, optó por volver a Gijón para estudiar en la Escuela de Hostelería y meterse en la cocina de El Quinto Vino, el local situado en la calle Manuel Llaneza que lleva a día de hoy junto a su madre y su hermano.

La comida y los viajes son sus dos pasiones. Y su trabajo es el punto de unión. Porque ante el fogón ha conseguido plasmar parte de sus experiencias culinarias en los 48 países que ha visitado. Y ahora, ni el prestigio que le ha dado el triunfo en la feria gastronómica Madrid Fusión le impide seguir descubriendo nuevas tendencias. En los próximos días emprenderá una nueva aventura, en India y Nepal, para conocer todos los secretos de las especias, un condimento que le encantan y con el que siempre innova en todos sus platos.

El "Gwao Bao", una especie de bocadillo, con pan hecho al vapor y una textura diferente, y que va relleno de una carrillera de gochu asturcelta, con sabores picantes, dulces y ácidos, fue la creación que le permitió ganar el Concurso Nacional de tapas de diseño. "Siempre está creando. Le encantan las comidas raras", dicen sus allegados. Y esa creatividad la traslada no solo a los platos que importa de otros países, también a los tradicionales de la región. "Que la gente no piense que Asturias es sólo fabada y arroz con leche. Aquí se intenta innovar con productos asturianos y de calidad", reconocía Mariano Mier en una entrevista reciente a LA NUEVA ESPAÑA.

En sus platos nunca falta su ingrediente estrella, la salsa sriracha, importada desde Tailandia y con un toque picante que la hace especial. Y si tiene que quedarse con un tipo de cocina, Mier recomendaría sin duda la libanesa, que espera que por fin acabe de dar el salto y deje de ser la gran desconocida.

Con ascendencia familiar en Serín, y estudiante toda su vida en el colegio Corazón de María, los que le conocen destacan a nivel profesional "su gran creatividad, pero también que a veces es un poco vago", y añaden además su gran generosidad. "Cada vez que va un viaje a un país les lleva cosas para la gente que conoce de allí", explican desde su entorno. Porque Mariano Mier es de los que cuando viaja lo hace sin lujos, se mete en las cocinas de los barrios más pobres y de ahí adquiere la esencia culinaria de esa cultura. Y le sirve para ganarse unas amistades para toda la vida; esa misma gente después le visita en Gijón.

Otras de sus pasiones son el cine y las excursiones. Coger la mochila e irse de ruta a lugares recónditos le encanta. Y siempre acompañado de Marta, su mujer, con la que vive en la zona del paseo de Begoña. "El trato con la gente, conocer su cultura, costumbres y ver cómo viven es lo que le encanta. No va a hoteles para turistas a la zona centro, lo que hace siempre es ir a los barrios, con la gente trabajadora", comenta una de las personas que mejor le conoce.

De sus viajes, quizás, el que más le marcó fue el que hizo a Liverpool. Allí, de Erasmus, lo pasó mal al inicio, llegando incluso a perder diez kilos de peso. Pero la experiencia fue un punto de inflexión que le hizo fuerte y le hizo romper todo tipo de fronteras. Y vivir experiencias únicas. Como en Birmania, cuando llegó a entrar en la cocina de una casa de una anciana de un barrio humilde para aprender a cocinar. O en Turquía, en la frontera con Irak, cuando tuvo que hacer autostop para probar uno de sus platos típicos: una especie de hamburguesa de hojaldre de pistacho.

Su familia es su mayor apoyo y a la vez su mayor exigencia. De ellos, en especial su tía y su abuela, cultivó su amor por la cocina. Y en parte también de su madre, con la que trabaja día a día, y que siempre pone pegas a sus nuevas creaciones para que no se confíe. Hasta el punto que ahora, pese a ganar el concurso nacional de tapas, aún le dice a su hijo que está empezando todavía el bachillerato de la cocina y que le queda mucho camino por andar.

Con la maleta preparada para visitar Nepal e India, y con una visita suspendida a Israel, Mariano Mier disfruta mientras con sus parroquianos habituales de El Quinto, de los que se ha convertido incluso asesor de viaje, innovando día tras día. Y siempre, en su cocina, su nido de creaciones, con la música de "Coldplay", y con uno de su himnos "Viva la vida", que, en su caso, lleva adherida una pequeña muletilla detrás: "¡Y que viva la cocina!".

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