Su amor fue tan de verdad que, sin quererlo, se dijeron una mentira al jurarse en el altar estar juntos "hasta que la muerte nos separe". Ni siquiera el final de su vida terrenal pudo romper ese vínculo. Su familia lo tiene claro. "Estamos tristes pero encantados de que, de producirse, haya sido así. Como todas las parejas de tanto tiempo, estarán 'allí' riñendo continuamente", desliza, en mitad del duelo, su hijo, Enrique Vázquez Ortiz.

En cierto modo, el duelo es menos doloroso porque Enrique Vázquez Berros y Aida Ortiz Cocaña dejaron este mundo juntos, como llevaban 60 años, dos de novios y 58 de matrimonio, los que iban a conmemorar el próximo mes. Ambos fallecieron en la mañana de ayer en el hospital de Cabueñes. Primero él, con 85 años; luego ella, con 83. En apenas cinco horas de diferencia. "Se fueron juntos, como estaban todo el día. Era un matrimonio de los de antaño. Siempre, hasta que pudieron, salían a pasear juntos por el Muro, Begoña o el barrio del Carmen", cuenta su hijo Enrique. El otro vástago fruto de un sempiterno matrimonio "de Gijón de toda la vida" se llamaba Alejandro y falleció hace diez años. Enrique y Aida dejan además dos nietos, Diego y Jorge. Este último, jugador del Mosconia con temporadas muy destacadas en su trayectoria en Tercera División, sobre todo con el UC Ceares.

En la pasión futbolera de Jorge tuvo mucho que ver su abuelo, un sportinguista sin fisuras, socio hasta hace dos años. "Conmigo se portaron muy bien. Lo hicieron todo por mí cuando era pequeño", recuerda el nieto. Y añade: "Con mi abuelo iba al fin del mundo". En la familia echan de menos que "el Sporting no homenajee a sportinguistas como lo era él desde hace tantos años, por el mero hecho de que no pudo estar cincuenta seguidos de socio".

Enrique también era seguidor del Ceares, pues vivía en el cercano barrio de El Coto. Una pasión que desbordó el memorable paso de su nieto por el ataque cearista. Pero la vinculación de este matrimonio que vivió en la calle Balmes con el fútbol también proviene por vía de Aida Ortiz, prima de Pepe Ortiz, baluarte del sportinguismo que hizo historia tras anotar 137 goles en 343 partidos con la elástica rojiblanca. Además, la inseparable pareja dejó huella en sus respectivos trabajos. Ella, en la fábrica de camisas Tassa, y él estuvo cincuenta años trabajando para muebles Miranda, en la calle Covadonga. Como bien recuerdan sus nietos e hijo, "les encantaba recordar el Gijón de su época, como cuando iban de novios al baile al Jai Alai", popular sala de fiestas de La Guía.

El paseo era su gran afición hasta que un ictus debilitó a Enrique. No se terminó de recuperar del todo y ese golpe a Aida le mermó su ya maltrecho corazón. Ella ingresó en el hospital de Cabueñes días después de la última vez que lo hiciera él. Y, desde allí partieron juntos, al igual que juntos aparecen en su esquela y juntos serán despedidos en el tanatorio de Cabueñes y enterrados en Deva.