Sus amigos le llaman Polo. Es serio y concienzudo, pero su personalidad atrae, al lograr trasmitir el entusiasmo que siente por su prójimo. A través de su conversación se advierte algo que es irreversible aunque a menudo nos esforcemos en ignorarlo: que todos los hombres somos hijos de Dios, por lo tanto hermanos; que no hay diferencias ni derechos de unos sobre otros, que la suerte ha de hacernos mirar con compasión a aquellos menos desfavorecidos y en consecuencia ponernos a su lado de la manera que cada uno alcance.

-¿Usted quién es?

-Nací en La Magdalena, León (1944), segundo de diez hermanos. Mi padre era maestro, y también se dedicaba a los negocios de minas que había heredado del abuelo. Me considero trabajador, poco disciplinado, comunicativo, sociable... Creo que tengo buen carácter. Estoy casado y tengo dos hijos. Mi primer empleo fue en una empresa de alimentación; poco después monté un despacho de gestión al que he dedicado mi vida, hasta que me jubilé.

-¿Desde cuándo vive en Asturias?

-Desde los 24 años. Vine por cuestiones de trabajo, y aquí tenía muy buenos amigos. Uno de ellos, Viliulfo Díaz, había sido compañero mío en el colegio mayor y en ICADE. Vivo entre Oviedo y Gijón; allí trabajo y aquí descanso. Gijón me encanta y paso aquí las vacaciones, todos los fines de semana, las fiestas...

-¿Cómo fue su infancia?

-Tranquila, típica de un niño de clase media. Pero siempre tuve propensión a ayudar a la gente, de estar atento a las personas.

-¿Ha conocido de cerca la pobreza?

-En mí, no, aunque la he visto muy próxima en gente que la sufre.

-¿Cómo tropezó con Cáritas?

-Tanto trabajar, tanto pensar en lo mío, un día me dije, no puede ser... Y decidí hacer un curso para enterarme de lo que era Cáritas. Me pareció que era la entidad que estaba más cerca de los pobres. Al terminar el curso me involucré poniéndome a disposición del que era director de Cáritas Asturias en aquel momento, el sacerdote Alberto Reigada.

-¿Qué labor le asignaron?

-El de los servicios de Cáritas Diocesana, formando parte del equipo de formación y animación. Pocos meses después me llamó don Gabino Díaz Merchán para proponerme el cargo de director. Le dije que apenas tenía experiencia, que mi trabajo en el despacho no me dejaba tiempo... Pero por otra parte el reto era ilusionante; acepté.

-¿Con qué se encontró?

-Con un mundo sobrecogedor, pese haber conocido otros ambientes de conflicto relacionados con la empresa, los sindicatos, las luchas obreras... Pero aquello era un caos, vi casos que superaban todo lo que yo conocía. Era un espacio en el que cada persona llevaba encima un problema que nosotros no podíamos resolver y que deberíamos conformarnos con intentar ponernos a su lado. La magnitud de los obstáculos era impresionante.

-¿Por dónde había que empezar?

-El gran valor de Cáritas, el activo más importante es el voluntariado. Es emocionante constatar que siempre hay alguien dispuesto a ayudar de un modo material y humano. Nadie entiende que con los pocos medios que tiene Cáritas se puedan solucionar tan graves problemas. Son pequeñas ayudas que en definitiva los alientan a continuar su lucha. Los hay que salen adelante y otros nunca. Nosotros los empujamos para que no pierdan la esperanza, porque detrás de la esperanza hay una mística que es la de creer en la persona; ése es el centro de nuestra actividad.

-¿Cuántos voluntarios reúne Cáritas Asturias?

-Alrededor de 1.800, repartidos en atención a diferentes colectivos. La mayor parte están en las parroquias.

-¿Cómo han afrontado la crisis?

-En el primero y segundo año de la crisis hubo un crecimiento de los voluntarios, pero ahora se han estabilizado. Hay que comprender que es muy duro llevar al hombro a las personas, empujarlas y darles una ayuda puntual. Y nos encontramos con miles de familias desabastecidas de lo primordial.

-¿Qué es lo más lacerante de Cáritas?

-La sensación de que es casi imposible salir del agujero, motivo de desanimo para todos. Por eso es tan importante el área de animación, encaminada a ayudar a los voluntarios a adquirir los valores inherentes a la acción social de Cáritas. No olvidemos que Cáritas es la Iglesia haciendo real el mensaje de amor al prójimo trasmitido por Jesús de Nazaret.

-¿Qué presupuesto tiene Cáritas España ?

-En 2015 ascendió a casi 79 millones de euros. Las aportaciones principales son de origen privado, y del sector público, primeramente las derivadas de la subvención del IRPF. Los números de hace cinco años no se parecen nada a los de ahora; estos son muy superiores. Cáritas no tiene déficit porque carecemos de capacidad de endeudamiento. Y hay un departamento administrativo que ofrece trasparencia total. Todos los años se auditan las cuentas.

-¿Qué mueve a los voluntarios, la simple humanidad, o el espíritu evangélico?

-Somos la Iglesia, y aunque contamos con algunas personas que no son creyentes, saben respetar los criterios sociales de Cáritas.

-¿Qué es lo más urgente que debería afrontar la sociedad?

-Una conciencia social y global que nos lleve a pensar que la pobreza puede y debe de ser erradicada. Éste es un problema de todos.

-¿Qué piensa de los emigrados?

-Es una vergüenza que después de haberlos acogido, pretendamos devolverlos. No creo que los políticos se atrevan. Que unos señores desde Bruselas decidan sobre el destino de miles de personas que buscan lo que es de justicia...

-¿El ministro Montoro es su enemigo?

-Fue una intervención extemporánea, pero no le dimos importancia. La avaricia es peor, es un mal terrible y trasversal, que lo cubre y emponzoña todo.

-¿Tiene usted esperanza?

-Vivo de la esperanza; siempre pienso que las cosas van a cambiar, es el motor de la vida, pero hay que dedicar esfuerzo a mantenerla viva.

-¿Cuándo ha dejado de ser director de Caritas Asturias?

-En el año 2000. Ahora soy un voluntario más, pero he sido el primer director laico de Asturias, y todos los que me han seguido tambien son laicos.