Al traspasar el portón de los locales de San Pedro, a la izquierda de la Iglesia, donde se visten los hábitos los miembros de la Santa Vera Cruz, destaca la juventud entre la multitud, estandartes y capirotes. Las caras de ilusión de los niños, que para muchos será el debut, revelan que hay relevo generacional para la Semana Santa de Gijón en una Hermandad que cuenta con 179 cofrades.

"Quiero formar parte porque me gusta la Semana Santa, es algo divertido y simbólico y donde hay que ser muy respetuoso". Esta es la impresión de Álvaro, de diez años, tras terminar de acicalarse con la ayuda de su padre, Juan Rodríguez-Pládano, que se muestra orgulloso de que su pupilo prosiga, por iniciativa propia, una pasión familiar por la Semana Santa. No es el único caso, el más joven en procesionar es Raúl Martínez, de siete años, que a pesar de asegurar que no está nervioso no pronuncia palabra a la espera de escuchar el sonido de las campanas que iniciaron el Vía Crucis del Miércoles Santo.

Pero a Raúl le han quitado el título de benjamín. El nuevo fichaje de la Hermandad se llama Valentina Fernández Menéndez que, con doce días de vida, ya luce su vestido de penitente y ayer recibió la medalla cofrade, una distinción que sólo imponen el Miércoles Santo y 4 de octubre, día de San Francisco, su patrón. Una condecoración que llena de satisfacción a sus progenitores Javier y Patricia. Valentina fue la reina de los prolegómenos pasando de cuello en cuello por todas las féminas de la agrupación con absoluta conformidad. Luego volvió al carrito para recorrer las calles como una cofrade más de la Santa Vera Cruz.

Entre capirotes y túnicas se ultiman los preparativos para transportar, y acompañar, impolutos en su vestimenta, al Jesús Nazareno, que en esta ocasión lució crespón negro en recuerdo de las víctimas del atentado de Bruselas y dos miembros de la Hermandad fallecidos durante al año, Luis Víctor y José Castaño. Un simbolismo específico aunque en sus oraciones durante el Vía Crucis tienen presentes a todos los que sufren y a todos los que ya no les acompañan en tal solemne ritual.

Niños y mayores, como el veterano Félix Álvarez, que mantiene "la ilusión del primer día", son conscientes de lo que supone enfundarse el capillo. Lo hacen con mimo entre la algarabía, de la primera vez para muchos de ellos, que precede al riguroso y respetuoso silencio cuando son llamados a formar en la cuesta lateral del templo de San Pedro, cerca de ochenta penitentes a los que esperaban, en el Campo Valdés, asiduos a la Semana Santa de Gijón que, además de más fieles cada año, tiene relevo generacional.