Luisa Tavares y Mari Luz Barrero viven desde hace tiempo a apenas unos metros de distancia en el barrio de El Carmen. Pero hasta esta semana no se conocían. Ni tan siquiera se habían fijado que ambas frecuentan las mismas tiendas de alimentación del barrio. El martes un hallazgo casual hizo que ahora ya casi se consideren amigas. Ese día Tavares perdió la cartera en la que llevaba 338 euros preparados para pagar el alquiler del mes y la compra del día. La guardaba con cuidado. No en vano en el bolsillo tenía más de la mitad de su pensión. Pero la acabó perdiendo.

Por suerte el disgusto le duró poco. Lo que tardó en entrar en escena Mari Luz Barrero. La gijonesa volvía de hacer la compra -donde precisamente había coincidido con Tavares y había comprobado la aflicción de la mujer al no poder pagar ni la fruta al no encontrar la cartera- cuando se encontró las pertenencias de Tavares. "Me di cuenta de que eran las de esa señora de la frutería que estaba tan afligida, así que se la fui a devolver", relata la gijonesa.

El caso es que Barrero, fiel lectora de periódicos, asegura que siempre se ha fijado con interés en las historias de quienes "se encuentran cosas de otros por la calle" y las reintegran a sus dueños. "Yo siempre pensaba que si eso me pasase a mí, lo devolvía seguro. Y mira por donde un día volviendo de la compra va y me pasa", relata esta vecina de la calle Marqués de San Esteban.

La mujer cuenta que una chica intentó quitarle la cartera de Luisa Tavares, posiblemente por desconfianza de lo que fuera a hacer con ella, pero no se lo permitió. "Me dijo que iba a llevarla a la Policía, que había mucho dinero en ella y que yo no tenía derecho a quedármela. Cuando vi que dentro llevaba el DNI de la propietaria no me lo pensé y fui a su casa", explica Barrero.

Era mediodía. La gijonesa se encontró la cartera en la Plaza José González El Presi. A Barrero se le había caído ahí cuando se dirigía a una frutería de Felipe Menéndez, muy próxima. "La cartera estaba desparramada por el suelo. Habían salido las tarjetas disparadas", asegura.

Después del hallazgo la gijonesa picó en el telefonillo de la casa de Tavares y esperó. "Yo al principio no quería abrir. No paraba de llorar y estaba muy disgustada. Me acaban de operar del corazón y estoy delicada. Ya pensaba que iba a tener que pedir un adelanto de la paga de julio. De pronto la señora me dijo que bajara, que tenía algo mío y no me quedó más remedio. Se lo agradecí infinito", cuenta la vecina del Carmen, aún emocionada por lo sucedido. Ni tan siquiera miró si le faltaba algo. "Me dijeron que lo mirara pero ni quise comprobarlo. A mi sólo con el gesto de Luisa ya me valía. Mira que pasé por delante de la cartera veinte veces y ni la vi...", reflexiona la gijonesa. Al final ella tuvo suerte y su vecina comprobó que, efectivamente, en su espíritu no está el quedarse con lo que no es suyo.