Abril comienza con música, y la música viene en bicicleta. "30 días en bici" bien merecen una banda sonora; nada mejor que explorar las cualidades sonoras de un medio de transporte que está llamado a ser el vehículo de la ciudad moderna. La bicicleta también suena, y ayer nos lo demostraron "Tour Mallets"; una propuesta -surgida de tres músicos de Gijón, Pedro Menchaca, Diego López y Aníbal Menchaca-, rompedora, sugerente, y llena de detalles: paisajes sonoros cambiantes para una primavera que arranca con la incertidumbre meteorológica que caracteriza a esta estación.

El centro neurálgico de la bici es la Plazuela de San Miguel, y una caravana ciclista emprendió rumbo a la Laboral al encuentro de una experiencia audiovisual enigmática. Todo estaba preparado, y cuando las bicicletas tomaron la nave del LAB, comenzó a sonar la música. Cuatro notas insistentes nos imbuyeron en una atmósfera extraterrestre, como John Williams en "Encuentros en la tercera fase", los visuales marcaban la pauta de una mañana abierta a los sentidos. El tiempo se suspendía, se detenía, y todos quedaban atrapados en un continuo sónico hipnótico. Texturas, herzios y decibelios, a base de instrumentos creados para la ocasión: timbráfono, biela da gamba? y todo tipo de aparatos ciclométricos: bomba de aire, radios de una rueda, y timbres, muchos timbres, los de todos los asistentes que participaron en el clímax final.

La propuesta de "Tour Mallets" no deja indiferente a nadie, y demuestra que la bicicleta va más allá de su función como medio de transporte. Apartemos tópicos sobre filosofías de vida, pero queda claro que no desentona como instrumento musical.