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Periodista

El tifus fue el epílogo trágico del primer centenario de la muerte de Jovellanos

En Puerto de Vega fue inaugurada una estatua y colocada una placa en la casa donde falleció

En Puerto de Vega también se rindió homenaje a Jovellanos.

Aquel año de 1911 Gijón celebró el primer centenario de la vuelta de Jovellanos del destierro en Mallorca y su muerte en Puerto de Vega, la primera piedra de la nueva Escuela Superior de Comercio fue puesta con gran ceremonial, en septiembre la huelga general paralizaría todas las fábricas por lo que el gobierno decretaría el estado de guerra en todo el país y a finales de año una epidemia de fiebres tifoideas motivada por la contaminación del agua provocó el fallecimiento de al menos doscientas treinta personas.

La primera piedra de la Escuela Superior de Comercio. El dos de mayo de 1911 se colocó la primera piedra -un prisma de cincuenta y siete por cuarenta y cuatro por diecinueve centímetros- del edificio proyectado por el arquitecto Manuel del Busto, además de una caja de plomo en la que se guardaron monedas de la época, un lazo de seda verde con los colores de la bandera española y los ejemplares del Primero de Mayo de "El Noroeste" y "El Comercio".

Un moderno invento alemán llamado montacargas realizó la operación de colocar el prisma y todo aquella documentación histórica en el extremo frontal frente a la fachada posterior del Instituto, entre vivas al ilustre hijo predilecto de Gijón y alma del nuevo centro docente, Faustino Rodríguez San Pedro y a Jovellanos. Tras de lo cual todos los invitados pasaron a degustar un lunch en el hall de la colindante Escuela Superior de Industrias.

Todo un revulsivo cultural el primer centenario del retorno y muerte de Jovellanos. No iba a pasar desapercibida la celebración del primer centenario del retorno del destierro y muerte de Jovellanos. Tanto el Ayuntamiento, como la Diputación y los alcaldes de numerosas poblaciones asturianos participaron activamente en los festejos que fueron coordinados por el exalcalde Donato Argüelles -entonces presidente del Centro Asturiano de La Habana en Gijón- quien contó con la colaboración de otras sociedades como el Casino, la sociedad "La Chistera", el Círculo Mercantil, la Cámara de Comercio y de los representantes de las sociedades católicas, agrupaciones obreras y de los centros docentes.

Desde Cuba, a bordo del trasatlántico "La Navarre" vino el 26 de junio hasta Gijón una representación oficial del "Casino Español de La Habana", del "Centro Asturiano de La Habana" y del "Club Gijonés de La Habana". Tras desembarcar en El Musel, la comitiva atravesó las principales calles de la ciudad -uno de los entusiasmados pasajeros gritó "¡Viva la calle Corrida!"- con arcos de triunfo en medio de una lluvia de flores para depositar tres coronas al pie de la estatua de Jovellanos: la de la Patria, la de Asturias y la de Gijón.

En el mes de julio, en el vapor "Donostya" viajaron numerosos gijoneses hasta Puerto de Vega para inaugurar otro monumento consagrado a la memoria del prócer gijonés y también fue descubierta una lápida en la casa donde falleció, tras de lo cual la comitiva oficial pudo contemplar la cama donde murió Jovellanos y el libro parroquial donde consta la partida de defunción.

Numerosas publicaciones recordando su trayectoria fueron editadas entonces, como el número extraordinario de la Real Academia de la Historia o el "Semanario escolar del Instituto" con la colaboración de Alejandro Pidal y Mon. También "El Comercio" del 6 de agosto de 1911 dedicó un número especial con artículos sobre Jovellanos de Julio Somoza, Gumersindo de Azcárate, Miguel de Unamuno, Antonio Maura, Faustino Rodríguez San Pedro, Augusto González Besada, Alejandro Pidal y Mon, Fermín Canella y Secades, Carlos Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós y Francisco Roncales.

Los infantes Carlos de Borbón y Luisa de Orleans representaron al Jefe del Estado. El acto institucional -presidido por los infantes Carlos de Borbón y Luisa de Orleans, en representación del rey Alfonso XIII- se celebró en el Real Instituto de Jovellanos, con varias intervenciones académicas y que clausuró con un discurso el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el liberal Amalio Gimeno, en representación del gobierno español que estaba presidido por el regeneracionista José Canalejas quien moriría asesinado al siguiente año.

El jovellanista Julio Somoza no quiso participar en los actos del Ateneo Obrero. El Ateneo Obrero de Gijón que estaba presidido por Ramón Fernández González desarrolló un espléndido programa de actividades con intervenciones de: Gumersindo de Azcárate, Edmundo González Blanco, Miguel Adellac, Alfredo Alonso Castro, Cristóbal de Castro, Bernardo Acevedo y Huelves, el rector de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella y el Obispo de Plasencia, Francisco Jarrín, quien había sido profesor del Instituto.

El jovellanista Julio Somoza -cuya compleja personalidad y desdén hacia quienes no estaban de acuerdo con sus tesis le definía- no quiso participar en estos actos debido a su enfrentamiento con Miguel Adellac -director del Instituto de Jovellanos- quien quería publicar la edición de los diarios del polígrafo, a lo que se oponía el cronista oficial de Gijón sin su previa supervisión.

El deficiente alcantarillado provocó la epidemia de tifus. Ya en 1911 Gijón padecía la desgracia de ser solamente noticia en la prensa nacional por las malas noticias. Y la epidemia de tifus, motivada por el deficiente alcantarillado de hierro sirvió para dar alarmantes titulares. En "Mundo Gráfico" se publicó que "la gran urbe asturiana ha pasado días verdaderamente amargos, debido a la aparición de la fiebre tifoidea. No sólo el gran número de casos registrados, sino lo brusco de la acometida y el carácter gravísimo de las invasiones hicieron cundir la alarma en la antes bulliciosa y sonriente ciudad del Cantábrico. La florida juventud gijonesa rindió fuerte tributo a la cruel epidemia".

El ejemplar doctor Jacobo Olañeta no daba abasto con tantas epidemias que padecía la ciudad -tifus, cólera, difteria, gripe, en tiempos en que todavía no se había inventado la penicilina y no existían los antibióticos- por lo que la asistencia sanitaria en el Hospital de la Caridad -que se encontraba ubicado en lo que después fueron los jardines del Náutico- por lo que desde Madrid vinieron a Gijón a ayudar los doctores Mendoza y Bejarano, a fin de colaborar en determinar las causas y características de la epidemia que causó la muerte de al menos doscientas treinta personas durante tres meses, de las cerca de mil seiscientas infectadas, en aquel año en que en el concejo estaban censadas 55.248 personas.

Los calores del estío y las lluvias otoñales producen fermentaciones orgánicas en el suelo, subsuelo y arroyos, lo que ocasionaba las fiebres infecciosas al infiltrarse los bacilos en el agua potable desde los manantiales al depósito de mampostería que estaba enterrado en fincas de labrantío en las que, como es natural, abunda constantemente el estiércol. También va al descubierto en algunos puntos con grave peligro de ser abierto impurificándose el agua. La red de tubos de hierro que distribuye el agua hasta cada casa marcha inmediato a las charcas. En una nota oficial se reconocía, en definitiva, que Gijón tiene un alcantarillado deficiente, con poco declive, y aún existen en la localidad muchas casas con pozos negros.

Después de la huelga general que paralizó no solamente Gijón -aquí tuvo que venir el cañonero "Proserpina" con doscientos hombres de Infantería del regimiento de Isabel II para reprimir las reivindicaciones salariales de los trabajadores- sino todo el país, el gobierno decretó el estado de guerra; otra batalla social se inició con la moda de la falda-pantalón que provocó numerosos tumultos callejeros en las grandes ciudades con violentas persecuciones a las damas que se atrevían a lucir tan denostada vestimenta en los teatros, los templos y las calles, que avivaba el fuego del recalcitrante machismo.

Y eso que un anuncio entonces ya advertía que "La mujer que no es amada no vive: simplemente vegeta" por lo que se les recomendaba acicalarse con la crema "Sirene" de pepinos perfumados que imparte lozanía y evita las arrugas. Una tez primaveral, sonrosada, siempre es favorecedora.

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