Los tres ciudadanos de origen rumano detenidos el pasado lunes acusados de asaltar 31 pisos en Gijón se escondían en una pensión ilegal. Allí guardaban -camufladas dentro de los cojines de la habitación en la que dormían todos juntos-, las joyas que habían conseguido como botín. La Policía llevaba más de un mes siguiéndoles la pista. Finalmente el lunes los agentes de paisano que patrullaban por la zona centro observaron la presencia en un portal de la calle Casimiro Velasco de un ciudadano de origen extranjero que se encontraba "vigilando" las inmediaciones del inmueble. Los investigadores subieron al cuarto piso y se encontraron a los otros dos miembros de este clan de delincuentes. Estaban intentando forzar una cerradura.

Los acusados creían haber dado con un método infalible para el robo. Después de fijar su objetivo en un edificio subían a la última planta y llamaban puerta por puerta. Elegían las viviendas vacías para no correr riesgos. A pesar de que lo tenían todo calculado fueron sorprendidos hasta en tres ocasiones por los dueños de pisos que no habían escuchado el timbre y se encontraron con los ladrones dentro de su casa. Las cerraduras no eran un problema para estos ladrones. Para acabar con ellas utilizaban dos métodos: el "impresioning" -que consiste en colocar láminas de aluminio deformables en el interior de la cerradura para dejar impresas las marcas de la llave del dueño cuando este entra en casa y poder fabricar así un duplicado-, y el "bumping", con el que los ladrones lograban desbloquear los cilindros de la cerradura golpeando ligeramente una llave especial con un objeto contundente.

La Policía asegura que "una vez que accedían a los domicilios los delincuentes se centraban en localizar dinero, joyas, portátiles, tabletas o cámaras. Actuaban rápido y permanecían en el interior de las viviendas muy poco tiempo". Querían entrar en varios pisos del mismo edificio y poder llevarse un buen botín en sólo unos minutos. El objetivo siempre era pasar desapercibidos. En cuanto cometían los robos los extranjeros se desplazaban a la habitación compartida en la que vivían en el barrio de Laviada. Fue allí donde la Policía encontró varios relojes, dos tabletas, cuatro portátiles, una cámara de fotos, un libro electrónico, gafas de sol, 2.235 euros en efectivo y numerosas herramientas utilizadas en los asaltos. No había más dinero. La Policía cree que los detenidos mandaban cada semana efectivo a Rumanía.

Dos de los detenidos -I. S., de 24 años y B. V. H., de 25-, habían llegado hace apenas unas semanas desde su país de origen. El cabecilla de la trama -D. A. M., de 47 años-, estaba siendo investigado por un robo con fuerza del que le acusa la Policía de Cantabria. Todos ellos ingresaron ayer en prisión por orden judicial.