Pocas personas en España o tal vez sólo él, pueden decir que han vendido una idea al magnate y actual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Es Jaime Oliver Pérez, en cuya tarjeta figura "arquitecto naval", que es como se define a pesar de haber estudiado ingeniería naval. Trump le compró en 1993 el proyecto para hacer el que iba a ser el mayor yate del mundo entonces. Un divorcio y un nuevo matrimonio llevaron al multimillonario estadounidense a optar por comprarse un avión, en lugar de construir el yate de 100 millones de dólares y 127 metros de eslora.

Jaime Oliver fue uno de los ponentes en las Jornadas de ingeniería naval celebradas esta semana en Gijón. A sus 76 años y con un marcado perfil creativo, mientras conversa, Oliver no se resiste a arrebatar el bloc de notas del periodista y ponerse a esbozar sus barcos, construidos, en proyecto o sólo en su mente. "El problema en España es que el ingeniero naval formado en las escuelas oficiales, sabe mucho de ingeniería, de arquitectura naval cero; sabe manejar un ordenador, pero no le digas que coja un papel y un lápiz porque no te sabe pintar nada. No hay forma de cambiar la formación", centrada en lo que va bajo el agua del barco y no en su habitabilidad, señala para explicar por qué la tercera generación de su empresa de Getxo (Vizcaya) Oliver Design, su nieto, lo envió a estudiar ingeniería naval a Southampton (Inglaterra).

La venta del proyecto a Trump fue "un reto". Tras exponer sus bocetos en una feria en Florida, el secretario del magnate le dio una noche para que le presentara ideas para el yate que quería Trump. Sólo le dio dos pistas: Tiene que ser el más grande y le gusta lo exclusivo. No precisó más.

Oliver estaba acostumbrado a ese tipo de peticiones. Después de trabajar en La Naval de Sestao cuando era público, compatibilizó el final de esa etapa con la construcción de yates. Empezó porque le hizo un encargo un familiar. Entre 1972 y 1978 construyó 27 yates, cuando eran de madera. Al 28 se arruinó, al hacerlo antes de tener un comprador. Padre de siete hijos, la quiebra de aquella empresa le dejó sin nada y perdió hasta la casa. Durante unos años volvió a trabajar para otros, en el astillero Celaya y en 1990 dio el salto de nuevo, creando su actual empresa y yendo de feria en feria. La primera, en Barcelona, "sin dinero y con dos caballetes". De ahí pasó a presentar proyectos para millonarios como Adnan Khashoggui o el jeque afincado en Marbella Mohamed Asmawhi, para el que diseñó un yate de 60 metros. Tres años después, Trump desde entonces de su cabeza han salido proyectos como el crucero-yate de lujo "Scenic Eclipse", de 165 metros, que se construye en Croacia, ferrys con guiños de crucero como el último que está construyendo Balearia y buques escuela para diversos países, entre otros proyectos, como mejorar la habitabilidad reformando los barcos de guerra de la Armada española, o el diseño habitacional de los dos barcos hospital construidos en Izar Gijón.

Sus nuevos retos, un crucero ecológico para una ONG japonesa, cuya construcción está pendiente de financiación y lograr vender a Disney un proyecto para meter un parque temático en un crucero, idea en la que va de la mano de Amusement Logic. También ha ideado una redistribución de las torres de los buques mercantes para que la marinería pueda tener apartamentos para cada tres personas, con huerto y pista de tenis en la parte superior, todo con energías renovables, en lugar de los camarotes tradicionales con comedor común. Es uno de los proyectos aplaudidos en congresos, para que los marineros "se encuentren como en casa", pero que ningún armador ha comprado aún. "Con independencia de si te lo compran o no, hay que desarrollar ideas" y en ello sigue.