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La Pescadería Municipal al lado del Muro fue declarada en estado de ruina

Las "tiendas del aire" necesitaron el complemento de José Las Clotas para la provisión de alimentos, ante la escasez por la I Guerra Mundial

La Pescadería Municipal, al lado de las "tiendas del aire", fue declarada en ruinas. FOTOGRAFÍA DE CONSTANTINO SUÁREZ

Y así llegamos al año 1914, un año de guerras de todo tipo: en Marruecos, en Europa, en la ruinosa Pescadería Municipal, en la lucha contra las enfermedades gracias al "radium" y también contra la subida del precio del pan con disparos contra la multitud en la calle de Covadonga.

Gracias al descubrimiento de la científica polaca María Salomea Sk?odowska-Curie -más conocida como Marie Curie- pudo abrir sus puertas el "Instituto Radioterápico de Gijón" -que fue el tercero instalado en España, gracias a la iniciativa del doctor Manuel Fernández Acebal- con cabinas especialmente acondicionadas para la curación del cáncer, el lupus, las enfermedades de la piel, la gota, el artritismo, la anemia y todas las dolencias motivadas por la presencia del ácido úrico en la sangre.

Si el "radium" declaraba la guerra a esas enfermedades, aquel año también estuvo marcado por las guerras de África -con populosas manifestaciones y protestas que finalizaban en la plaza de la Constitución solicitando León Meana desde el balcón de la Casa Consistorial la inmediata repatriación de tropas- y la de Europa, tras el asesinato del heredero de la Corona de Austria, Eduardo Dato -en contra de las opiniones de Romanones y sus liberales- convenció al Rey Alfonso XIII para que España se mantuviese neutral, lo que fue beneficioso para nuestra economía gracias al incremento de exportaciones de carbón, a un precio más elevado en un privilegiado mercado abierto a causa del conflicto bélico.

La antigua pescadería al lado del muro, en ruinas. Tras la toma de posesión del nuevo alcalde Francisco Prendes Pando, también las pescaderas vendedoras en aquel edificio que estaba ubicado al lado de la mar se pusieron en posición de armas tomar para que cuanto antes se procediese a facilitarles un mercado en el que estuviesen seguras. Les respaldaba un informe del arquitecto municipal Miguel García de la Cruz en el que se dictaminaba que una parte del mercado de venta de la pesca se hallaba en estado ruinoso, por lo que constituía un grave riesgo mantener las actividades dentro del local, por lo que se decidió trasladarlas al Mercado del Sur. Pero las pescaderas se negaron a la nueva ubicación, ya que perderían mucha de su clientela procedente de la Fábrica de Tabacos, por lo que ofrecieron como alternativa establecer puestos de venta en la llamada plaza del "adobu" -hoy denominada del Carmen- y en la calle de Contracay, protegiendo los pescados de los nocivos efectos del sol mediante tenderetes.

Grandes fortunas se habían hecho rápidamente entonces debido a la especulación, lo que motivó el progresivo distanciamiento entre las clases sociales y no se supo aprovechar aquel momento para renovar a fondo la tecnología de las instalaciones mineras asturianas, a pesar de los cuantiosos beneficios de los propietarios de los chamizos carboníferos que no daban abasto.

Las "tiendas del aire", desbordabas por la petición de alimentos. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial hubo una gran crisis social y las populares "tiendas del aire" que se encontraban al lado de la Casa Consistorial no eran capaces de atender a la demanda ante la escasez de productos alimenticios. Especializadas en baratijas con el eslogan "Recuerdo de Gijón", los famosos bollos de "Les Rites" y las marañuelas por Semana Santa, un mercado al aire libre amenizado por las coplas de "El Coque" -quien seis décadas después popularizaría Jerónimo Granda- y el llagar de "La Xarruca" con gaitero a todas horas. Un espectáculo popular complementado por "El Cuartón", el lóbrego calabozo al que iban a parar los delincuentes y beodos. Todo un irrepetible paisaje costumbrista ante el cual pusieron sus caballetes para inmortalizarlo los grandes pintores Ventura Álvarez Sala, Juan Martínez Abades y Nemesio Lavilla.

El almacén de coloniales de José Las Clotas resolvió el problema de los suministros. Como hacían falta productos que no estaban en los mercados tradicionales, los problemas de abastecimiento de importaciones alimenticias fueron resueltos por el emprendedor empresario José Las Clotas, desde su consolidada tienda de coloniales, alcoholes y cereales -maíz, cacao y trigo- que ocupaba un puesto preeminente entre los negocios de antaño en la villa de Jovellanos, enfrente del portentoso edificio de arquitectura del hierro del "Mercado del Sur", una de las grandes muestras de la arquitectura del hierro que había sido inaugurado a finales del siglo XIX. Tal vez lo que puso en marcha entonces el avispado comerciante José Las Clotas fue la especialización, en competencia con los tradicionales productos de la huerta gijonesa que se vendían directamente al consumidor, sin intermediario alguno. Y en la especialización -como bien quedó demostrado en las siguientes décadas- está la clave de la supervivencia frente a las grandes superficies.

Alfonso XIII no pudo participar en las terceras regatas. Aunque el asesinato el 28 de junio de los archiduques de Austria, en Sarajevo, ya había prendido la mecha que iba a hacer estallar la Primera Guerra Mundial, el 12 de julio -fiel cumplidor a su palabra- acudió el Rey Alfonso XIII a su cita veraniega en Gijón, a bordo del "Giralda", acompañado por las Infantas. Pero Alfonso XIII no pudo participar ya que tuvo que marcharse precipitadamente tras el súbito fallecimiento de su capitán de Corbeta, Dionisio Méndez.

Aquel verano Juan Belmonte toreó por primera vez el 15 de julio en la plaza de El Bibio, lo que aprovechó la "Sociedad Antiflamenquista" para montar una concentración antitaurina con el apoyo de los centros culturales e intervenciones de Azcárate y Sela, quienes habían aceptado las tesis de Eugenio Noel; el 29 de agosto fue derribada la pasarela del Piles y el 4 de septiembre se inició una masiva revuelta contra la subida del precio del pan anta la escasez de harina -como consecuencia de la Primera Guerra Mundial- con el cierre de fábricas y multitudinarios disturbios que fueron reprimidos de forma inusitada con disparos de fuego hechos por la Guardia de Seguridad que hirieron en la calle de Covadonga a varias personas.

Las famosas compuestas de la Maison Dorée. Mientras no paraba la constante llegada del dinero de los indianos que retornaban de las perdidas colonias en ultramar, las tertulias de la calle Corrida no eran ajenas a la primera división de los españoles en dos bandos de opinión: los germanófilos (derechas) y los aliadófilos (izquierdas). Hasta tal punto llegaron los enfrentamientos que en Los Cuatro Cantones -hoy plaza de Italia- un cuarteto de músicos alemanes en sus ensayos interpretaban el "Cuarteto Imperial" de Haydn. Las protestas fueron tales que tuvieron que trasladar su local de ensayos a La Corolla, en Somió, a fin de no tener más problemas con la beligerante ciudadanía.

Entonces, la calle Corrida era famosa por las ginebras compuestas de la Maison Dorée, cuya fórmula magistral de once ingredientes trajo de La Habana el abuelo del inolvidable Pepe Coalla, a quien se le llamaba "el Indio", por aquello de que había venido de las Indias. Unos años después, Víctor Manuel Pérez Prendes -el padre de Juan Ramón Pérez Las Clotas- cuando fue a Madrid se pasó por el Bar Chicote de la Gran Vía y pidió una compuesta. En aquel santuario de los cocktails el barman no sabía lo que era una compuesta, pero acudió raudo el mismísimo Perico Chicote, quien al escuchar su inconfundible tono astur de voz resolvió el problema inmediatamente, al aclararle al camarero que lo que él pedía se llamaba "ginebra asturiana".

Está claro de que no podía saber igual -ya que no tenía la fórmula de la que disponía "el Indio"- pero Chicote demostró una gran capacidad de improvisación para no quedar en evidencia como el rey de los cocktails. Todo un profesional de los que ya escasean por las barras.

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