Vive desde hace veintisiete años en Noruega, donde ha impartido clases de español y ahora trabaja en la integración de menores refugiados. Luis Salas Riaño (Infiesto, 1960) acaba de publicar "Al sol de medianueche", editado por el sello gijonés Impronta, donde reúne ciento cuarenta y siete sonetos en asturiano.

-Llevaba más de una década sin publicar poesía. ¿Por qué?

-Casi lo impone el hecho de que no viva en España. Vivo ajeno al mundo literario, y si publico es por mi amistad con Carlos García Espina. Ahora bien, escribo, aunque no sea mucho.

-En este libro se acoge a una composición fija, el soneto.

-Bueno, hay ahí una vanidad y una carencia. Como estoy fuera del mundo literario, pues quiero expresarme a través de una forma conocida, estudiada, clásica. Creo que es más significativa una forma estrófica de este tipo que un poema libre. No sé escribir poesía libre o moderna; me parece muy difícil.

-Ha tenido siempre esa querencia por las composiciones clásicas. Recuerdo aquel "Fragmentos de metro incierto", publicado en 1985.

-Sí, cierto. Entonces escribía basándome en la métrica griega, en la "Antología palatina". Me gustaba mucho ese tipo de efectos musicales. Como la métrica griega y latina no se puede volcar exactamente en castellano, por la medida y calidad de la sílaba, adopté una serie de corsés estróficos.

-Se siente más a gusto fijando las reglas de juego...

-Eso es, me da más libertad. A mí me ocurre que no sé valorar bien un poema libre. No entiendo a Rimbaud.

-Rimbaud también escribió sonetos...

-Sí, lo que quiero decir es que yo me he encontrado a gusto con el molde del soneto. Es como el mosaico en relación a la pintura libre; hay que adaptarse a las teselas, combinándolas.

-En la poesía asturiana de los últimos años no hay muchos ejemplos de uso de las formas estróficas tradicionales.

-Es cierto. Defiendo la recuperación del asturiano como lengua literaria, que tenga un fondo clásico. Me gusta, además, introducir temas eróticos, vitales, escatológicos...

-Hay una perspectiva ya suficiente -cuatro décadas- para evaluar la recuperación literaria del asturiano a través de lo que se ha llamado el Surdimientu. ¿Cuál es su opinión?

-La veo bien, igual que cualquier otra literatura. Todo depende de la calidad, y no sólo de la poesía, sino también de la prosa. Están Antón García, Xuan Bello, Miguel Allende, Berta Piñán... Me parecen extraordinarios. Tienen la misma calidad que otros escritores en español y creo que son mejores que autores asturianos que escriben en español. A mi juicio la actual poesía que se hace en Asturias tiene más nivel en asturiano que en castellano.

-Lleva casi tres décadas viviendo en Noruega. ¿Cómo se ve Asturias desde aquellos fríos?

-La cuestión de la emigración ahora es más relativa. Tienes Internet; veo mi pueblo con la webcam y reconozco a mis amigos cuando pasan. Estoy en una constante cercanía con Asturias, más que con España. No hay distancias.

-Usted ha conservado la relación con la lengua asturiana. Ha hecho traducciones y escrito relatos o poesía...

-A veces escribo en español y lo traduzco, y al revés. Mi relación con el asturiano es natural. Está motivada por la influencia de la cultura noruega con su lengua.

-¿A qué se refiere?

-En Noruega existe una situación diglósica, al igual que en Asturias. Hay una lengua oficial y otra basada en los dialectos, una especie de koiné, al igual que el asturiano, y es tan oficial una lengua como la otra: el noruego y el nuevo noruego. Eso no ocurre en Asturias, y es una de las razones por las que escribo en asturiano desde Noruega. A ver si se logra aquí, porque no hay nada conflictivo en esa situación. Tengo interés en que el asturiano sea también una lengua oficial.

-¿Habla bien el noruego?

-Sí, claro. Hablo ya más noruego que español, así que cuando viajo a España me cuesta un poco hablar el español. El noruego es difícil y para su aprendizaje sueles partir de cero. Yo no fui a clases; lo aprendí por amor, por mi mujer, y empecé haciendo traducciones al asturiano de cuentos populares o de la obra de (Henrik) Ibsen.