La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

En la fiesta de Max

Maximiano Valdés lleva a la OSPA en el Jovellanos de Sibelius a Brahms, pasando por Hindemith

Maximiano Valdés, dirigiendo la OSPA ayer por la tarde en el Jovellanos. JUAN PLAZA

El cuarto concierto de conmemoración de los 25 años de la OSPA, se celebró anoche en el Jovellanos con un interesante programa. Pese a ello no se consiguió alcanzar ni media entrada. La sesión contaba con un aliciente más: la dirección de Maximiliano Valdés, principal artífice de lo que hoy es la OSPA, un conjunto reconocido a nivel internacional. Su salida a escena fue muy aplaudida: ésta es su casa, señor. Igual que siempre, joven, esbelto, como si por él no hubieran pasado los años. Tendrá un secreto o tal vez duerme en el frigorífico.

Un jovencísimo Jean Sibelius era el autor de la primera partitura, "Canción de primavera", una obra que en su día supuso una improvisación, y que contrasta con todo su trabajo posterior. Años más tarde, Sibelius se acordó de ella y decidió darle orquestación. El resultado es una pequeña joya. De textura monofónica, es decir, si nos refiriéramos a un coro supondría que se canta a una sola voz, sin polifonía, pero su resultado está lleno de sensibilidad. Pretende narrar el encuentro entre dos jóvenes; ella está llena de tristeza y él la consuela con su amor.

El alemán Paul Hindemith, nacionalizado norteamericano, nos ofreció su Sinfonía "Matías el pintor" , una ópera que representa su obra maestra. Está inspirada en el trabajo pictórico de un artista renacentista llamado Matías Grünewald, autor de un retablo que hoy está en un museo francés. En tres movimientos, trata de describir las escenas de dicho retablo, a través de una vigorosa y expresiva orquestación.

Cerró el concierto la Sinfonía nº 2 en re Mayor, de Johannes Brahms, tan seria, tan preciosa, sobre todo en su primer y tercer movimiento. Es una obra muy sentimental, tal vez inspirada en el amor que Brahms sintió por Clara Schumann, esposa de su mejor amigo, Robert Schumann, gran admirador de Brahms, al que llegó a llamar "el elegido".

Max Valdés, como siempre, en su línea maestra de serenidad y mesura. La orquesta y él formaban una dicotomía, como volver a ayer, allí donde solían.

Compartir el artículo

stats