Durante varios años, Luis Aurelio Sánchez ocupó la actualidad social gijonesa debido a sus diversas actividades, incluso algunas revestidas de polémica, y un buen día su figura desapareció. Nos preguntamos qué habrá sido de él. La respuesta es que sigue ahí, retirado en su casa de Porceyo, donde disfruta de una vida apacible. Charlamos del ayer con serenidad, no mira hacia atrás con ira, y sólo se refiere al pasado con un punto de melancolía en lo que afecta a sus relaciones personales. Hoy, simplemente es un hombre tranquilo.

-Dígame, ¿usted quién es?

-Nací en Gijón (1945), menor de tres hermanos. Creo que soy sensible, algo anárquico, sociable pero introvertido; muy normal. Estoy soltero y disfruto de la vida.

-¿De pequeño a qué jugaba?

-Tuve una infancia enfermiza, sufrí el mal de Pott, que es una tuberculosis que afecta a la columna vertebral, así que hasta los ocho años no jugué a casi nada. Luego viví con constantes cuidados hasta que a los veinte años me operaron en el Hospital de la Paz de Madrid, para arreglarme las vértebras que habían quedado afectadas. A partir de ahí recuperé mi salud por completo.

-¿Pudo hacer estudios?

-Sí, cursé el Bachiller por libre en la Academia Sánchez Lorenzo, yendo a examinarme al Instituto Jovellanos. Posteriormente abandoné la carrera de Derecho para trabajar en Fábrica de Moreda y luego en Ensidesa y Uninsa.

-¿Qué le empujó a ingresar en política?

-No me considero un político ni nunca lo fui. Sí tenía inquietudes y en 1974 me afilié al PSOE y a UGT. Fui concejal de la primera corporación democrática, presidida por José Manuel Palacio, y en la segunda, vicealcalde.

-¿Qué guarda de esa experiencia?

-Un recuero agradable por haber creado la Fundación de Servicios Sociales, y otro muy desagradable por no haber podido llevar a cabo la reforma administrativa del Ayuntamiento; no me lo permitieron internamente.

-¿Por qué?

-Suponía una descentralización de las decisiones; hasta ese momento el Alcalde lo mandaba todo, y yo pretendía separar las medidas por áreas, como está ahora. Tampoco me permitieron aprobar un convenio colectivo de los funcionarios.

-¿Y se fue?

-Sí, pero no por eso. Me vi involucrado en un problema ajeno, de relaciones comerciales con una empresa, y para salvar mi honradez tuve que recurrir a los tribunales de Justicia. Gané, y desde ese momento decidí abandonar la actividad política, pero con la cabeza alta.

-¿Continúa militando en el PSOE?

-No, pero lo voto.

-¿Se reintegró a su trabajo?

-Me prejubilé, era optativo, y durante un tiempo no hice nada, hasta que emprendí el negocio del arte y puse la Galería L. A., en el martillo de Capua, frente al mar. Duró diez años.

-Recuerdo que tuvo mucho éxito, ¿por qué cerró?

-Hubo un problema con el alquiler del local, era de una familia muy numerosa que no se ponía de acuerdo. Me vi obligado a abandonar, con enorme pena.

-¿Logró obtener un balance provechoso?

-No era una galería estrictamente comercial, siempre aposté por las vanguardias, so pena de no vender un cuadro, pero di oportunidad a muchos artistas y tengo la satisfacción de que expusiera conmigo el que yo considero el mejor creador asturiano del momento, Dionisio González, reconocido a nivel internacional. No pinta, hace diseños y montajes arquitectónicos. Tiene obra en los mejores museos del mundo, incluido el Reina Sofía. Es gijonés pero vive y trabaja en Sevilla. Creo que 2017 expondrá en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

-Recuerdo ver en su sala a una jovencísima Kelly?

-Sí, era la primera vez que exponía en Gijón, en formatos pequeños. Llegó a ser una gran pintora, lástima que su carrera y su vida se hayan truncado. Fueron muchos artistas los que ilustraron L. A., como Alejandro Mieres, Bernardo Sanjurjo, Paco Fresno, María Jesús Rodríguez, Guillermo Simón? Primeras figuras hoy.

-¿Nunca pensó en reabrir en otro sitio?

-Sí, pero no me decidí. Luego vinieron tiempos difíciles que afectaron mucho al mundo del arte especialmente.

-¿A qué se dedica en la actualidad?

-Tengo un nuevo proyecto encaminado a criar perros de la raza schnauzer miniatura, "sal y pimienta", que significa un color gris y blanco. Doña Sofía tiene uno.

-¿Son caros?

-Depende del pedigrí que tengan. El mío ganó un campeonato en León el año pasado, y en Asturias es el de mejor raza; le falta un punto para ser campeón de España. El precio de un schnauzer puede variar desde los 300 euros a los 20.000.

-¿Cuál ha sido la época más feliz de su vida?

-No sabría decirlo, pero en conjunto siempre he estado satisfecho.

-¿Ha tenido muchos amores?

-No, han sido pocos, pero buenos.

-¿Guarda en el corazón alguno en especial?

-Sí, el de mi madre, una mujer sencilla y muy trabajadora: luchó tanto por mí... Y conservo el recuerdo de una relación de veinte años.

-¿Cómo expolítico qué opina de Podemos?

-En momentos de crisis, al que se suma el desencanto de la corrupción, surgen estos movimientos políticos. El PP cometió el grave error de querer dividir a la izquierda facilitando la creación de Podemos, sirviéndose de los medios de comunicación, en donde dicen que manda Soraya Santamaría. De todos modos no me gusta el populismo.

-¿Qué obra de arte conserva como un tesoro?

-Un Piñole que me regaló el propio don Nicanor, pero tengo obras de casi todos los pintores actuales.

-¿A qué teme?

-A la soledad. No tengo pareja ni la necesito. Vivo con una hermana que se quedó viuda, en una casa que edifiqué yo sobre un terreno heredado de mi padre, en Porceyo.

-¿Tiene algún hobby?

-Sí, me encanta la música clásica. En especial, Mozart.

-¿Ha podido hacer deporte alguna vez?

-Nunca, lo he tenido prohibido, pero me interesa el futbol, el tenis y la hípica. Y el Sporting, claro.

-¿Cómo define su posición social?

-Soy una persona de clase media que disfruta de su jubilación y de un pequeño patrimonio.