Los forenses aseguran que Miguel Ángel D. L. -el gijonés acusado de acabar con la vida de un vecino de Nuevo Roces con el que supuestamente tenía una deuda por drogas-, "sabía lo que hacía" en el momento del asesinato. Los peritos judiciales negaron ayer, en la tercera sesión del juicio por estos hechos, que el reo presentara en el momento del suceso "alguna alteración cognitiva". "Decía que había consumido droga pero no parece que sus facultades estuvieran alteradas, era capaz de relatar con todo detalle todo lo ocurrido", afirmó una forense ante el jurado popular.

Lo que sí reconocieron los facultativos es que el presunto homicida presenta "un trastorno mixto de la personalidad". "Puede que tenga un impulso pero es capaz de conocer las consecuencias de sus actos", afirmó una psicóloga a preguntas del abogado de la defensa. La perito admitió, de esta manera, que el reo pudiera haber sufrido "un brote" en el momento del asesinato pero hizo hincapié en que el reo "no le dio a su víctima un par de puñaladas, le dio más de 20".

Miguel Ángel D. L. afirmó a los forenses que le realizaron las primeras entrevistas que llevaba consumiendo droga desde los 13 años. "Empezó con tabaco y porros pero pronto pasó a la cocaína y la heroína", relató una perito contratada por la defensa. Fue precisamente esa última sustancia la que hizo que el reo acabara con la vida de su víctima. Al menos eso es lo que defiende la Fiscalía.

El representante del ministerio público -que ayer mantuvo su petición de 22 años de cárcel para el reo-, asegura que Miguel Ángel D. L. le robó a su víctima dinero en efectivo y heroína. Después de cometer el asesinato limpió el piso de Nuevo Roces en el que tuvo lugar la violenta muerte y se dirigió a Candás, en donde supuestamente le pidió ayuda a un amigo para deshacerse de las pruebas que le implicaban. Para este segundo imputado el fiscal pide dos años de prisión.