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Celso González García | Sacerdote, celebra los 50 años de su ordenación

"Me gustan las familias, pero no las envidio, y no me gusta vivir solo"

"En Nueva York mi comunidad era muy fervorosa, con muchos irlandeses e italianos, pero algunos hispanos tenían tendencia a la santería"

Celso González García, en Cabueñes. Juan Plaza

Es el párroco de Cabueñes y Deva, y acaba de cumplir 50 años de su ordenación sacerdotal, un acontecimiento que alcanzará la máxima celebración el próximo domingo 26 de junio, en la que participarán los feligreses de ambas parroquia. De otro modo, don Celso es un hombre sereno, positivo y acogedor, que a su vez colabora en los actos religiosos que se ofician en el tanatorio de Cabueñes. Su recorrido pastoral es largo, ya que ha permanecido 20 años en una parroquia de Nueva York.

-Dígame, ¿usted quién es?

-Nací en Parana, una aldea del concejo de Lena (1941), sexto de siete hermanos, que por fortuna viven todos, y ninguno ha elegido la vida religiosa, salvo yo. Creo que soy sociable, alegre, trabajador y cien por cien paciente. Mi sentido del humor es normal.

-¿De pequeño qué quería ser?

-No lo sé, me gustaba el fútbol, pero ingresé en el Seminario a los 11 años. Iba en moto con don Celso, el párroco de Parana, a ver los partidos del Caudal de Mieres; hoy me sigue gustando mucho el fútbol. Soy amigo de la Peña Isma que tiene su sede en Casa Yoli, en Deva. En el Seminario jugábamos a balonmano. Estuve en el Seminario de Covadonga tres años y el resto en el Seminario de Oviedo.

-Se ordenó joven?

-Sí tenía 24 años. La ceremonia se celebró en la Catedral, oficiada por el arzobispo Enrique Tarancón. Éramos 18, pero algunos de esos compañeros ya se han muerto. Me destinaron a cuatro parroquias de la montaña de Cangas del Narcea, donde permanecí ocho años muy felices. Al mismo tiempo daba clases de religión en el Instituto de Cangas del Narcea.

-¿Por qué se fue a Nueva York?

-Tenía un tío dominico, Manuel García, hermano de mi madre, que estaba en Nueva York y al destinarlo a Roma me pidió que fuera para continuar la labor con los hispanos. Le pedí permiso a don Gabino Díaz Merchán y me lo concedió para dos años, pero me quedé veinte. Estaba en Queens, y recuerdo que el 23 de noviembre de 1993 recibí una carta del Arzobispado del Oviedo, diciéndome que regresara para dirigir la Casa Sacerdotal. Con gran dolor de mi corazón hice las maletas; atrás dejaba mucho trabajo, entre otros había fundado el Centro Asturiano de Nueva York. Me dieron dos homenajes de despedida.

-¿Había sido una buena época?

-Sí, mi vida se resume en cuatro destinos y en todos estuve muy a gusto.

-¿Cómo era la comunidad americana?

-Muy fervorosa, muchos era de origen irlandés y otros italianos, pero algunos hispanos tenían tendencia a la santería y a las sectas. En conjunto, los verdaderos creyentes se volcaban con la parroquia. Yo era coadjutor aunque hacía labores de párroco.

-¿Cómo es su fe?

-Profunda, nunca he tenido crisis, pero sí dudas. Cuando murió mi madre yo llevaba un año de cura, y me costó aceptarlo; ella era joven aún, dejaba siete hijos? Pensé, "si no reacciono ¿cómo voy a ayudar a la gente cuando se vea en un trance así?".

-¿Nunca le pesó el celibato? Tener esposa e hijos?

-No, voy por la calle y si veo una moza guapa la miro, pero nunca pasé de ahí. En Nueva York trabajé mucho con las familias, hasta el punto que me nombraron miembro del Movimiento Familiar Cristiano de Brooklyn. Me gustan las familias, pero no las envidio.

-¿Quién es el santo de su devoción?

-San José que es el patrono de la Iglesia y San Antonio, el titular de la parroquia de nueva York.

-¿Y a quién le reza más?

-Al Santísimo y la Virgen de Covadonga. Todos los años voy a ver a la Santina y cuando vienen de Nueva York a verme lo primero que hago es llevarlos a Covadonga.

-¿Vive usted como un cura?

-Sí, porque los soy, aunque no tengo pretensiones. Resido en la Casa Sacerdotal de Oviedo, y pese a que en Cabueñes tengo a mi disposición una casa preciosa no me gusta vivir solo. En Cangas de Narcea convivíamos cuatro sacerdotes, en Nueva York otros cuatro, y en la Residencia Sacerdotal más de cincuenta, mientras que aquí tendría que estar solo.

-¿Cómo es su ayuda en al tanatorio?

-Trabajo los lunes y los miércoles, pero si hay un difunto de la parroquia y la familia quieren que oficie la celebración de la palabra, vengo.

-¿Se hacen menos funerales?

-La opción es de las familias, y las hay que no quieren ni funeral ni nada; por fortuna no son muchas. Yo diría que están al cincuenta por ciento repartidos los funerales y las celebraciones de la palabra.

-¿Ha usado alguna vez sotana?

-Muy pocas. En Julio de 1974 llegué a Nueva York y en septiembre hubo una reunión de párrocos; yo iba vestido con una camisa azul muy guapa. Me encontré con 63 curas todos de clergyman menos yo. Pasé una vergüenza? Desde ese día me lo puse y ya no lo quité nunca.

-¿Cuál fue su labor al frente de la Casa Sacerdotal?

-Llevar la contabilidad, atender a los residentes mayores o enfermos, administrar... Estuve 12 años, pero el trabajo no me gustaba mucho, así que cuando me nombraron párroco de Cabueñes y Deva tuve una gran alegría. Era el 16 de julio de 2005, pero no tomé posesión hasta enero del año siguiente porque no encontraban sustituto para dirigir la Casa Sacerdotal.

-¿Cómo es su feligresía?

-Religiosa y cumplidora; estoy muy contento. La asistencia es buena y colaboran en todo, son serviciales. Los aprecio mucho y creo que ellos a mí.

-¿Quién es su obispo preferido?

-Don Gabino Díaz Merchán; no me ordenó él, pero siempre estuvimos muy unidos, fue dos veces a Nueva York para darnos ejercicios espirituales. Con Carlos Osoro tuve buena relación, y también con Raúl Berzosa, Atilano Rodríguez es mi amigo.

-¿Y su Papa?

-Dos, Juan Pablo II y Francisco.

-¿Cómo va a celebrar sus bodas de oro sacerdotales?

-Ya las celebré en el seminario con mis compañeros de curso, y en el domingo 26 tendremos una misa de ambas parroquias en la iglesia de Cabueñes. Luego iremos a comer a la Quinta del Ynfanzón. Sé que me espera alguna sorpresa.

-¿Piensa morir con la sotana puesta?

-Cuando vea que no pueda lo dejaré, pero quisiera seguir al servicio de la Iglesia hasta el último momento. Sé que tengo que morir, que estoy en la lista de espera, pero como decía un político americano, lo más duro la muerte es sentirse solo a la hora de su llegada.

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