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La ruta más difícil de un experto montañero

A Roberto Monte le falló el corazón en Bulnes; diez años después de un trasplante se siente más vivo que nunca y ha escalado dos montañas por encima de los 5.000 metros

El montañero, a la izquierda, después de hacer cumbre en el Picu Urriellu con otros dos compañeros.

Roberto Monte García lleva su principal pasión en su primer apellido. Quizá sea por ese legado de su padre que permanece en el documento nacional de identidad por lo que a este gijonés le gusta tanto la escalada y perderse en las alturas rocosas. A este funcionario de 66 años lo que no le agrada, asegura, es la notoriedad publica. Dice que prefiere guardar los recuerdos de montaña para sí mismo, pero esta vez ha hecho una excepción y quiere contar su historia "para que sirva de ejemplo".

Hace ahora diez años Roberto Monte, funcionario del servicio de recaudación del Ayuntamiento de Gijón, se sometió a un transplante de corazón. "Pensé que no iba a durar más de tres meses y mira, ya llevo más de una década aquí", confiesa sonriendo. A él le ayudó mucho "estar en una habitación en el hospital de Oviedo con otro hombre que había pasado lo mismo que yo y que había salido adelante. Me dio fuerzas con su ejemplo", afirma rotundo. Ahora Montes muestra orgulloso las hazañas conseguidas tras el trasplante para que "si hay alguien que va a pasar por una operación así sepa que va a comenzar otra vez de cero, que nada acaba, que el transplante en realidad es empezar de nuevo". Tanto es así que desde que recibió el nuevo órgano Montes ya ha conseguido dos grandes retos: escalar los 4.000 metros del pico Tubqal de Marruecos y los casi 5.000 del Salcantay de los Andes. Y después de todo esto su nuevo corazón "sigue resistiendo".

Al principio de su relato Montes dice una fecha de carrerilla. Es un día que no se le olvidará. Es entonces, dice con socarronería, cuando empezó la ascensión de "la montaña más grande que tuve que subir". "Era el 11 de diciembre de 2005", recuerda. Hacía una mañana soleada. La temperatura era la habitual para un día de invierno pero no caía ni una gota de lluvia. Y por eso, consciente de que los días así en Asturias "hay que aprovecharlos", el gijonés decidió hacer una ruta de montaña. Subió hasta Bulnes. "Quería algo fácil para luego volver a casa, pero a mitad de la ruta, cuando paré a comer empecé a sentir un dolor muy fuerte en el pecho", rememora. En un primer momento todo pareció quedarse en un susto. Una vecina de Bulnes le dio una manzanilla y un vale para el funicular. Y Montes mejoró.

"Cuando llegué a Gijón me di un baño y pareció que todo había acabado. Me había dejado de doler. Pero la opresión en el pecho fue a más un rato después, hasta que no aguanté, llamé a una amiga y fui al hospital", relata. El gijonés no tenía por aquel entonces ni tarjeta sanitaria. "Nunca había ido al médico", cuenta. Los facultativos que le atendieron en urgencias le vieron un coágulo en una arteria. Fue entonces cuando empezó el periplo médico que le llevó hasta que mayo de 2006 le dijeron que necesitaba un transplante. "Todos decían que era urgente y tuve un corazón nuevo en un mes", recuerda.

Se pasó 30 días postrado en una cama con un equipo de atención psicológica prácticamente a su servicio. Allí, en el hospital, pensaba en sus dos hijas y en todo lo que, creía, no iba a poder hacer después de la operación. Si es que llegaba el momento de conseguir un donante.

"Los psicólogos se sorprendían mucho de que estuviera tan entero. Hacía poco que había vuelto del Tíbet y cuando pasaba momentos en los que no tenía nada que hacer pensaba en ese viaje, en la paz que me habían transmitido los budistas", asegura. Roberto Monte no niega que tuvo miedo. "Yo ya me vi acabado. Estaba en la uci con tubos por todas partes, parecía un hombre máquina, lo que no sabía es que 13 días después de recibir el trasplante iba a estar fuera del hospital haciendo vida casi normal", confiesa. La buena noticia de que había un donante le llegó "justo después de comerme una fabada, yo no me privaba de nada en el hospital o intentaba no hacerlo", relata. Y justo en el momento en el que la bomba externa que le había puesto el equipo médico del Hospital Universitario Central de Asturias estaba a punto de dejar de funcionar. "Era un tratamiento muy agresivo y sólo se podía poner durante un tiempo limitado. A mi se me acaba el plazo", recuerda.

Un mes después de recibir el alta se atrevió a hacer la senda de La Camocha. Se sentía bien. Luego la Senda del Oso. Quería recuperar poco a poco su actividad y veía que no tenía problemas para hacerlo. Eso le animó. En julio de 2007, poco más de un año después de la operación, ya había vuelto a la montaña. Meses después, en el 2008, ya hasta se atrevió con el Naranjo de Bulnes. "Cuando recibí el corazón nuevo empecé de cero. A veces cuando toca algo de azar siempre me preguntan si juego a la lotería y yo siempre contesto lo mismo. No lo hago porque a mi ya me tocó el Gordo", relata. Aunque suene a tópico, Roberto Monte no puede dejar de repetir que gracias al trasplante consiguió "una nueva vida".

"Es que es verdad lo que dicen, en el momento que sales del hospital te planteas la vida de otra manera, vives de forma diferente", argumenta. No sabe quién le dio esta segunda oportunidad. El protocolo de donaciones impide que el paciente conozca los datos personales de la persona fallecida de la que se ha extraído el órgano. El gijonés sólo escuchó, de lejos en el hospital, que su corazón venía de un chicho de 28 años. Igual es por eso que ahora se siente más joven. Y lo que le queda.

Roberto Monte se jubilará el 5 de agosto. Será entonces cuando deje su puesto en el servicio de recaudación del Ayuntamiento de Gijón. Aquel al que quiso volver apenas unos meses después del trasplante a pesar de que los médicos que le realizaron la operación le ofrecieron darle la incapacidad absoluta. "Sentía que la vida me daba una segunda oportunidad y quería aprovecharla, volver a mi vida normal, a trabajar y a estar con mi gente. No quería que cambiara nada porque sino sentía que no volvía a empezar", cuenta.

Ahora, una vez concluido su periplo laboral Montes tiene dos nuevas misiones: continuar con sus revisiones médicas -una cada seis meses para comprobar que todo va bien y su cuerpo no rechaza el nuevo órgano y que la medicación que le han recetado funciona correctamente-, y seguir escalando. "Disfrutando de la vida, ni más ni menos", dice. El corazón nuevo le va a ayudar a conseguirlo.

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