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Una decisión de calado

El dragado de la zona de botadura, clave para que Armón pueda optar a barcos mayores que los que se han construido hasta ahora en Gijón

Instalaciones de Armón Gijón, en primer término. ÁNGEL GONZÁLEZ

Con dos gradas de 180 metros de largo, y algunos metros más en la zona intermareal, los barcos de mayor tamaño que construyó el astillero de El Natahoyo -en la época en la que pertenecía al grupo Izar- fueron una serie de quimiqueros de 162,6 metros de eslora y 13.604 toneladas de desplazamiento en rosca (el peso del barco sin tripulación ni combustible, que es como se bota). Si no los hizo mayores fue por las restricciones que había bajo el agua, un fondo rocoso frente al astillero contra el que buques mayores habrían chocado al entrar en el agua. Ese es el problema que ahora va a atajar Armón Gijón, con el dragado de la zona de botadura de las gradas y otra zona aledaña en la que maniobran los buques, que son botados de popa.

Los barcos de mayor porte hechos hasta ahora en la factoría naval fueron la serie de cuatro quimiqueros para el armador noruego Stolt Nielsen, de 162,6 metros de eslora por 23,72 de manga. No son los mayores que diseñó el astillero cuando era público. Su ingeniería llegó a estudiar un proyecto de un barco de 200 metros de eslora que, montando alguno de sus bloques con marea baja, hubiera podido hacerse en la grada, pero no se hubiera podido botar sin dragar antes el fondo de la bahía, recuerdan antiguos trabajadores de la factoría naval.

Ahora Armón está negociando la contratación de barcos de pasaje de 182 metros de eslora, un proyecto para el que es preciso el de dragado, en el que va a invertir 3,63 millones de euros y que se encuentra en fase de tramitación ambiental. De los 30.000 m3 de materiales que se van a retirar del fondo de la bahía, 27.500 son rocas calizas.

La falta del dragado de esa zona llevó a que para las botaduras que se hicieron en el astillero gijonés, cuando estaba en otras manos, se tuviera que aprovechar la pleamar de mareas vivas. El margen de seguridad con el que trabajó durante su etapa como astillero público suponía que los cálculos debían arrojar que el barco se quedaría al menos a medio metro del fondo al entrar en el agua.

Un margen de seguridad que sólo se omitió en una ocasión, cuando el astillero era Factorías Juliana. Uno de los dos buques sísmicos que entonces construyó Juliana se hizo en la grada y se botó con un margen de sólo 40 centímetros de agua. Además de los ferries, Armón también está sondeando el mercado de los buques sísmicos. Se trata de barcos de dimensiones moderadas (los que hizo Juliana tenían 102 metros de eslora), pero que tienen un calado superior a barcos mayores debido a tienen la hélice y el timón ubicados por debajo del casco, mientras que en otros barcos ambos elementos van más arriba.

Estos precedentes explican el calado de la decisión que acaba de tomar Armón y que supone una inversión de futuro para un astillero que hasta ahora no había podido sacar todo el partido a sus instalaciones. El dragado de la zona de botadura formaba parte del proyecto en el que, siendo aún público el astillero, se mejoraron las instalaciones de la grada. No se llegó a hacer, dado que antes se privatizó. Ahora lo retoma Armón.

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