Enrique Castro, Quini, lloró ayer de agradecimiento. Primero, sentado entre los premiados mientras proyectaban un vídeo con fotografías de su carrera deportiva y su vida familiar que se negó a volver a ver. "Ya lo hice y me costó un montón de lágrimas, como hoy", apuntó. Después, cuando la alcaldesa, Carmen Moriyón, le hacía entrega de la medalla y del título de Hijo Adoptivo de la Ciudad. "Este reconocimiento es algo fuera de lo normal", indicó visiblemente emocionado.

El mejor futbolista de la historia del Sporting, al que cantaron el ya mítico "¡Ahora, Quini, ahora!" desde el patio de butacas, apuntó también que "he conseguido de todo en el fútbol, pero este título llega mucho más profundo que cualquier otro título deportivo logrado". "Esta distinción está ligada a los valores humanos, que para mí son los que más valen, son superiores. Fue como cuando gané mi primer trofeo, en 1966, a la deportividad. Esos premios no tienen nada que ver con los demás", agregó.

De todas formas, el responsable de Relaciones Institucionales del Sporting también bromeó con el público que ayer se dio cita en el Jovellanos. "Me han hecho embajador del Consejo Regulador de la Sidra con Denominación de Origen y del vino de Cangas del Narcea, como me dejéis un poco más de tiempo me voy a hacer con Gijón entero", indicó para la carcajada general.

Igualmente, Quini se mostró muy agradecido con los compañeros y entrenadores con los que ha compartido vestuario durante su carrera, "auténticos profesionales que me han tratado con muchísimo cariño", aunque mostró su predilección por los equipos en los que se formó antes de recalar en el Sporting. "Tuve la fortuna de contar con los mejores maestros en los Salesianos y en el Ensidesa", precisó.

El máximo goleador histórico del Sporting se despidió deseando salud. "Espero que volvamos a vernos todos. Muchas gracias, de verdad", concluyó.