Pedro Olalla ha vivido de cerca el drama de la inmigración. El helenista hizo las maletas hace veintidós años y se afincó en Grecia, desde donde ha desarrollado una extensa labor de investigación, creación y didáctica en torno a la cultura griega. Allí ha sido testigo de la crisis política y económica que ha asolado a la nación helena, a la que ahora se suma una estampida masiva de inmigrantes, el 80 % de las personas que llegan a Europa, que busca refugio entre sus fronteras. Grecia ha sido uno de los países que ha "pagado el pato" de la mala gestión de las cúpulas europeas.

-¿Cómo ha vivido Atenas esta afluencia de inmigrantes?

-Grecia ha sido históricamente un pueblo de emigrantes. Las políticas europeas han ocasionado un "embolsamiento" de refugiados en Grecia, que se ve desbordada en el seno de una situación de depauperación en la que el 25 % de la población es pobre. Aún así, la respuesta de los griegos ha sido positiva y, en muchos casos, ejemplar. La desesperación ha ocasionado, no obstante, algún brote de xenofobia. Los helenos están cargando con el grueso del problema y asumiendo la responsabilidad de otros países que han alimentado los conflictos bélicos de Siria y Oriente Medio.

-¿ En qué se ha equivocado Bruselas?

-Europa se ha autorizado a sí misma para saltarse la legislación internacional sobre refugiados. Nos hemos visto en una situación de excepción, de emergencia y hemos optado por aquello que más nos conviene. ¿Si Europa se siente desbordada como deben sentirse el Líbano o Etiopía? Mientras que en nuestras fronteras recibimos un refugiado por cada 500 nacionales, países limítrofes con Oriente Medio, como el Líbano, tienen la escalofriante ratio de un inmigrante por cada cuatro nacionales. Esta cifra no ha impedido a estos países velar por los derechos humanos de los apatriados.

-¿ Cómo se afrontaría el problema bajo las directrices de Naciones Unidas?

-En 1951, Naciones Unidas creó el Estatuto de Refugiados para proteger a los europeos tras la Segunda Guerra Mundial. Este instrumento jurídico impone unas serie de garantías para aquellos obligados a abandonar sus casas por la guerra: el derecho de asilo, la prohibición de devoluciones "en caliente", de las deportaciones masivas... Estos mínimos no han sido respetados en Europa.

-¿Qué opinión le merece el recién acuerdo UE-Turquía?

-Va en contra del derecho internacional. Es moralmente ilegítimo: Turquía es un país re conocido por la ONU como "inseguro para la acogida de refugiados" que, además, está implicado en la guerra de Siria. La Unión Europea no ha impuesto ninguna sanción, sino que ha subvencionado la extereorización del conflicto de nuestras fronteras.

-En una crisis humanitaria el papel de los ciudadanos es muy importante.

-Sí. Y más aún es el de los ayuntamientos, que deben servir de altavoz y de brazo ejecutor. El Ayuntamiento de Gijón apuesta por la cooperación institucional y material con las islas de Lesvos y Khíos, las más afectadas por la crisis de refugiados. Todas las entidades municipales deberían tomar nota y servir de voz de sus ciudadanos, que han empezado a movilizarse a través de ONG y colectivos que actúan en los epicentros de la crisis de los refugiados. Solo escuchando la voluntad de los ciudadanos, puede lograrse el triunfo de la democracia.