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El Muséu del Pueblu d'Asturies muestra la tradición gijonesa de los baños de sol

La exposición se completará con "Playas y balnearios en el Arco Atlántico", que se inaugurará el próximo viernes en el puerto deportivo

Las playas no fueron siempre espacios de ocio y entretenimiento para las clases populares. La conquista de los arenales resultó lenta, siguiendo las pautas que la burguesía y algunas élites sociales empezaron a marcar a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Con las primeras décadas de la pasada centuria, las recomendaciones de médicos y especialistas contribuyeron a poner de moda los veraneos en el litoral. Los galenos no sólo publicitaban las bondades de los baños de sol y mar, sino que los prescribían como si fueran mano de santo para determinadas enfermedades. Parece que no existía el actual temor al cáncer cutáneo. El extenso y variado fondo fotográfico del Muséu del Pueblu d'Asturies permite mirar hacia el pasado a través de documentos de gran interés. Es el caso de "Vamos a la playa", una breve selección de imágenes de época con la que ha querido ilustrar dos singulares adquisiciones para su colección permanente: un sillón de playa del principios del siglo XX y el típico traje de baño que se ponían las mujeres hacia 1920.

El interés por recuperar el hilo histórico de la fisonomía balnearia y playera de Gijón se mantiene vivo desde hace años. La relación con el agua y los baños públicos viene de lejos, como ha relatado con pormenor Concepción E. Tuero del Prado en su libro sobre los equipamientos acuáticos de la ciudad: desde los restos termales de Campo Valdés al centro Talasoponiente que se inauguró en noviembre de 2008. El próximo viernes se colgará en el puerto deportivo, con motivo de la celebración del Festival Arco Atlántico, una exposición dedicada a mostrar cómo playas y balnearios formaron parte del paisaje del ocio burgués entre 1850 y 1930.

Junquera Huergo escribió ya en 1850 de los visitantes que acudían a Gijón en busca de los baños en el Cantábrico. Ocho años más tarde, la propia reina Isabel II buscó el mar de Gijón, una decisión que imitó, en 1877, Alfonso XII. Gijón ya tenía servicio de casetas en 1851, y en 1874 se montaron los primeros balnearios.

En la muestra del Muséu del Pueblu d'Asturies se puede ver un sillón de playa de principios del pasado siglo, donado por Javier Gracia-Villalba, además de la citada prenda femenina de baño. Confeccionada en fieltro de lana, procede de Luarca y es similar a las que lucen algunas de las mujeres que salen en las fotografías seleccionadas para esta pequeña pero interesante exposición.

Cuando la corte española dejó de veranear en los "Sitios Reales", eligió la costa cantábrica para su descanso estival, según explican los responsables del Muséu del Pueblu d'Asturies. "No hay que olvidar que el baño de mar era, en sus comienzos, una actividad elitista", añaden. Alrededor del aquel mundo de arena, sol y mar se fue desarrollando toda una forma de entender la playa que llega hasta ahora.

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