Los amigos y familiares de José Fernando González Espina le dieron la vuelta ayer al dicho popular y acudieron de riguroso blanco al funeral por uno de los referentes hosteleros de Gijón cumpliendo así una de sus últimas peticiones. Su color favorito.

La lluvia no impidió que la iglesia de San Pedro rebosara de amigos que no dudaron en ir a rendirle el último tributo a este visionario empresario asturiano, piloñés nacido en Infiesto en 1957 que, tras seis años arrastrando una dura enfermedad, falleció el jueves a los 59 años a quien siempre recordarán con una sonrisa. En parte gracias a su mujer, Raquel Leguizamón que ayer depositó sobre el féretro un retrato muy sonriente de Fernando Espina que custodió sus restos mortales durante todo el responso oficiado por el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta.

"Vivió luchando por la vida en la salud y en su larga enfermedad. Vivió para dar vida y ayudar a vivir. Fue el mejor testimonio de que la vida es para luchar, compartir y disfrutarla", señaló Gómez Cuesta en la homilía antes de enumerar las vivencias y buenas obras para con sus amigos y familiares hechos por Fernando Espina. "Un hombre así no puede morir", reiteró el párroco además de desvelar que Espina planeaba escribir un libro que ayudase a quienes hubiesen pasado por su misma situación para motivarles para combatir el cáncer.

A los actos fúnebres acudieron una notable representación de la hostelería gijonesa y numerosos amigos como el notario Ángel Torres, visiblemente emocionado; Belarmino Feito, Tasio del Reguero, entre otros, y muchos miembros de la Fundación Lions Club Gijón, como su presidente Luis Fernández. Tras los rezos se guardó un minuto de silencio en su recuerdo.

Al término del funeral muchos de sus amigos más cercanos, tal y como le había prometido a Espina, acordaron ir a brindar en su honor y recordar sus vivencias con él, en uno de los más emblemáticos locales que a lo largo de su trayectoria empresarial regentó en Gijón. En el Geographic le rindieron su último adiós a un hombre que deja tras de sí el legado de locales tan populares como Pachá, Limón y El Rinconín de Deva donde casi todo Gijón brindó en alguna ocasión sus alegrías.