La poetisa gijonesa Sara Torres logró ayer que la escasa distancia real que media entre la plaza Mayor gijonesa -que a las nueve de la noche reventaba de bullicio con el pregón de la Semana Grande- y la sala Monte de Piedad pareciera un abismo. Al frenético y jaranero pistoletazo de salida de las fiestas de Begoña le puso el contrapunto la voz, el movimiento corporal y el ambiente de máxima calma y sosiego, de enorme belleza poética, que esta autora gijonesa, consagrada como una grande de la poesía joven española, logró en la presentación de su nuevo libro, organizado por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón.

Sara Torres aterrizó puntual en la sala, condición que probablemente adquirió durante su periplo en Londres, ciudad en la que terminó sus estudios de Lengua Española y sus Literaturas, antes de disfrutar de un año bajo la tutela del ilustre escritor Antonio Gala en su fundación de Córdoba. Ayer, la escritora regresó a la tierra que le vio nacer hace 25 años para presentar "Conjuros y cantos". Conjuros, como los que hace ella cuando hila palabras. Y cantos, cuando consigue que éstas rimen.

Torres consiguió hipnotizar con su lenguaje mitológico a las casi cien personas que acudieron, y disfrutaron, del único acto que se celebrará en verano organizado por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. Y tal fue el estado alcanzado por el público que fueron varios los asistentes que aguantaron sentados en el suelo escuchando la obra de la gijonesa recitada por ella misma. Otros tantos se vieron obligados a quedarse de pie ante el lleno absoluto de la sala cultural.

El nuevo libro de Torres se aferra a ese universo particular creado por la propia poeta, un universo en el que cobra especial importancia el lenguaje utilizado en la antigua mitología a la que hace referencia esta obra literaria. La joven escritora, ayudada por una luz tenue que que se confirmó idónea para el recital verbal y no verbal que estaba entregando a los espectadores también se apoyó en el acompañamiento musical ofrecido por el dúo LCC ("Las CasiCasiotone") que reforzaba cada expresión corporal de la autora al compás que ella misma marcaba.

Sara Torres encontró su particular manera de conectar con el público. Así como consiguió crear un ecosistema en el que aquello de "oír, ver y callar" se entendía, porque ver cómo recitaba, representaba y cantaba las historias que ella misma había creado, se convirtió en una delicia para los presentes.

La obra de la gijonesa es una sucesión de hechizos, conjuros y ritos. Y su público, hechizado, coincidía: "Esta obra, después de su primer poemario "La otra genealogía", consagra a Sara Torres".