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LAUREANO LOURIDO ARTIME | Presidente de la Autoridad Portuaria de Gijón

"Ahora prefiero conocer más España por tierra que embarcarme en un crucero"

"Tengo muchísimas manías, una de ellas es que nunca salgo de casa sin coger las pastillas de Lexatin y sin mi rosario"

Laureano Lourido, en los jardines del paseo de Begoña. ÁNGEL GONZÁLEZ

Nacido en Nubledo, Corvera, en 1959, Laureano Lourido Artime es capitán de la Marina Mercante, y desde hace poco menos de un año presidente de la Autoridad Portuaria de Gijón.

-Tal como están las cosas, ¿le ha tocado bailar con la más fea?

-No, al contrario, creo que es un premio a mi trayectoria laboral. Dejé de navegar en 1990 y desde entonces mi recorrido portuario ha sido largo.

-¿Ser presidente del Puerto significa un hito en su carrera?

-Sí, pero no fue buscado, creo que designaron a un profesional que conociese bien el medio. Aunque reconozco que he llegado a donde nunca soñé.

-Hay quien sostiene que una obra tan faraónica como el superpuerto no era necesaria?

-Puede decir eso quien no conoce el Musel, que tenía tan solo 800 metros lineales de muelle y 13'75 metros de calado. Eran espacios insuficientes.

-Sobre las obras se ciernen las sospechas, ¿a usted que lo registren?

-Claro. Pero las sospechas son infundadas. He leído más de 2.000 folios y no encontré ni una sombra de duda de cómo se han hecho las cuentas. Además siempre estuvieron bajo el control de la Intervención General del Estado, de la Abogacía del Estado y de Puertos del Estado.

-¿Ha hecho alguna vez un crucero?

-No, mis últimos cuatro años de navegación fueron de primer oficial en un ferry y no me apetece. Prefiero conocer más España por tierra, aunque la conozco bien, y aun mejor Portugal.

-Dicen que los barcos tienen alma?

-Los barcos enganchan e imprimen carácter, pero no quiero creer que algo material tenga alma. Siento pena por un barco abandonado, aunque la misma pena que me da ante una tienda cerrada.

-¿Su trabajo es conflictivo?

-No, debo atender a todo el mundo, y éste es muy versátil. El conflicto lo crean las personas. Mi obligación es hacer de la complejidad sencillez e ilusionar a todo mi equipo.

-Es usted una persona afable, ¿tiene muchos amigos?

-Los tengo muy buenos. El número no importa, es la calidad lo que cuenta. Creo mucho en la amistad.

-¿Y enemigos?

-Deseo pensar que no, al menos no los reconozco.

-¿Cómo ve la dirección de la política española?

-Sin rumbo. La brújula dice que cualquier viento puede soplar y ser bueno.

-¿España es diferente?

-No, seguro, Tiene sus peculiaridades, como el resto del mundo.

-¿Por dónde se inclinan sus pasiones?

-Por la vida, las cosas sencillas; una buena comida con una copa de vino; contemplar un atardecer desde Tapia de Casariego con una cerveza fría?

-Deportivamente, ¿usted quién es?

-Confieso que dejé de hacer deporte a los veintitrés años; navegaba y luego me enganchó el trabajo. Como espectador me gusta el futbol.

-¿Y sentimentalmente?

-Soy un hombre que vive con una mujer desde hace treinta años, que es el fiel de la balanza de mi vida. Se llama Pilar Fernández. Es quien modera mis altibajos, ya que puedo pasar de vivir en el cielo a chocar contra el suelo, y ella controla este desorden. Aunque mi pasión, a la que quiero con toda el alma es mi hija Alejandra.

-¿Tiene usted manías?

-Muchísimas. Una de ellas es que nunca salgo de casa sin las pastillas de Lexatin y sin mi rosario.

-¿Y lo reza?

-Sí.

-¿En qué pierde el tiempo?

-Lo poco que tengo lo pierdo en leer. Me gusta la poesía; Lorca, Salinas, Ángel González? La prosa de Baudelaire y Rimbaud, los haikus de Mario Benedetti?

-¿Ha tenido un maestro?

-No, he aprendido de aquí y de allá y de todo un poco.

-¿A qué personaje le hubiera gustado conocer?

-A Leonardo da Vinci.

-De no ser un hombre, ¿qué animal le gustaría encarnar?

-Lo tengo muy claro, sería un caballo de picador. Sufren de todo, embestidas, cornadas, los palos de los monosabios, pero todos los días, a las cinco de la tarde están allí, en el ruedo.

-¿En su adolescencia, quién fue la mujer de sus sueños?

-Katharine Hepburn.

-¿Por quién siente compasión?

-Por todos los necesitados. No hay mayor dolor en el mundo que un padre no tenga un trozo de pan para sus hijos.

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