-Viva la Virgen de Begoña.

-Viva.

-Puxa Xixón.

-Puxa.

Decenas de voces respondían ayer con énfasis al envite de Fidel Gil, párroco de Nuestra Señora de Begoña, en la recta final del acto religioso central de la Semana Grande de Gijón. Entre esas voces, y en el espacio reservado para autoridades en la primera fila de la iglesia, la alcaldesa de la ciudad, Carmen Moriyón, acompañada por los concejales foristas del equipo de gobierno Fernando Couto, Ana Braña, Manuel Arrieta y Montserrat López. No hubo más presencia municipal en la cita donde los carmelitas locales comparten con todo Gijón el amor por la Virgen de Begoña como "patrona" de la comunidad religiosa y de todos los gijoneses. La emoción de quienes sí estuvieron compensó la rebaja en el número de asistentes a la misa de doce y de sus autoridades civiles y militares con respecto a años anteriores.

Los carmelitas gijoneses le cedieron la palabra a José Alberto Manso, vicario de la comunidad en Oviedo, durante el acto. Y Manso hizo suyo el espíritu del olimpismo que invade todo el mundo desde Río de Janeiro. "María ha llegado a la meta, ha logrado la medalla de oro con diploma de excelencia. Ella ha batido todos los récords. Ha sido la primera pero no es la única. Nosotros como cristianos podemos dejar atrás los pequeños prejuicios y mirar hacia esa meta", recordó el carmelita al animar a todos los gijoneses a dar un paso adelante en sus compromiso apoyados por María como " madre" de todos y cada uno. "Ella se encargará de nuestro reloj espiritual porque ella sabe estar dónde se tiene que estar y cuándo se tiene que estar", concretó el carmelita. Junto a Manso y Gil estuvieron otros cinco padres carmelitas en el altar. Unos de Gijón, otros llegados de Soria y Brasil: Julio Oviedo, Evelio Serna, Ángel Iruzubieta, José Antonio García y Javier Yudego.

La comunidad carmelita no estuvo sola en su fiesta. A su lado los miembros de la coral Costa Verde y del grupo folklórico "Xiringüelu" que protagonizaron el emotivo acto de la ofrenda a la Virgen de Begoña. El pan y el vino de la eucaristía, unas flores, una bandera de Gijón que quedó exhibida sobre el altar, un baile a gaita y tambor y un "Gijón del alma" desde el corazón.