En plena polémica por la gran cantidad de mercadillos que copan las calles de Gijón -sobre todo en época estival- y la consecuente reducción de ventas que denuncia el comercio local, el Ayuntamiento autorizó este fin de semana la instalación de medio centenar de puestos en pleno paseo de Begoña. Se trata del mercadillo romano impulsado por la empresa cántabra Rivendel Mercados. La Unión de Comerciantes criticó ayer al evento, al que acusó de "no aportar nada nuevo" mientras que los participantes en el mercadillo se defienden asegurando que es la única oportunidad de los artesanos de mostrar sus productos.

La polémica se veía venir. El organizador del mercadillo, Pablo Llorente, se extrañó la pasada semana cuando el Ayuntamiento le pidió que retirara el logotipo del Consistorio del cartel en el que se anunciaba el mercadillo. "Normalmente ponemos que colaboran los ayuntamientos y ésta es la primera vez que hemos tenido problemas. Aquí, en el paseo de Begoña, se autorizan tres mercados cada año, uno de ellos en septiembre. Nosotros pedimos permiso y pagamos las tasas. El Ayuntamiento es el que elige la empresa y la temática pero esta vez nosotros teníamos preferencia porque nunca habíamos venido a Gijón", insistió ayer Llorente haciendo hincapié en que "cumplimos con toda la legalidad". "Cuando hacemos un mercado medieval nos referimos a que tiene ese tipo ambientación, no a los productos. Si sólo trajéramos cosas que se vendían entonces tendríamos lechugas y telas y poco más", defendió el organizador del evento. Por su parte, Carmen Moreno, gerente de la Unión de Comerciantes de Asturias, aseguró que el mercadillo romano es una muestra más de la proliferación de esta venta ambulante. "A mi que me expliquen qué atractivo turístico tienen este tipo de mercadillos en los que se venden palmeras de chocolate y mojitos, que hacen pasar por romanos y en los que se ve como no se cumplen muchas de las ordenanzas", criticó Moreno. "Por aquí pasan 15.000 personas que si no se hiciera el mercadillo no saldrían de casa", defendió por su parte Llorente.

Entre los organizadores y los comerciantes, entendiendo a unos y a otros, se situaban ayer los artesanos. Estos profesionales lamentan que los mercadillos sean actualmente los únicos lugares en los que pueden exponer su mercancía.

"A nosotros se nos trata fatal. Antes los ayuntamientos te pagaban 1.500 euros por participar en un mercadillo, para que trajeras un horno y mostraras tu trabajo. Ahora somos nosotros los que tenemos que pagar", aseguró el vidriero Fabián Pazos. Una de romanos en medio de la polémica.