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Mirta Miller: "De Alfonso de Borbón me interesaba la persona, no el apellido"

La actriz, una de las grandes estrellas del cine de destape de los años setenta, recuerda serena su relación con el fallecido duque de Cádiz

Mirta Miller con su perrita "Schyla", ayer, ante la playa de San Lorenzo. ÁNGEL GONZÁLEZ

Hizo más de ochenta películas y fue una de las deseadas reinas del llamado "destape", aquel cine que los españoles convirtieron en género de amplia afición -y por tanto muy rentable- en los años setenta, cuando se apagó la lucecita del Pardo y el presidente Arias Navarro, uno de los duros de la dictadura, ponía pucheritos en televisión para anunciar la muerte de Franco. Mirta Miller, que en realidad se llama Mirta Jovita Bugni Chatard, llegaba desde su Buenos Aires natal a una España que empezaba a sacudirse las represiones. Eran notables su sensual palmito de profesional de las pasarelas y una belleza de cejas altas, un poco felina. La buscaban para las portadas de las revistas del pezón y del muslamen, de "Interviú" a "Papillón". Era una de las musas de aquel despertar erótico nacional. Y algo más también: la actriz que estuvo a las órdenes de directores tan solventes como Carlos Saura, Jaime Chávarri o Mario Camus.

Mirta Miller, invitada por el singular festival de cine "Peor... ¡Imposible!", que se clausura este domingo, paseó ayer por Gijón sus recuerdos y una serenidad que le han concedido el tiempo y la distancia. Pone en perspectiva una etapa del cine español en la que, como rememora, "todas, incluida Concha Velasco, hacíamos aquellas películas". "Ahora pienso que la época del destape fue trágica, pero teníamos que trabajar", asegura.

La actriz vivió con Alfonso de Borbón y Dampierre, primo hermano de Juan Carlos I y aspirante de los legitimistas al trono de Francia bajo el nombre de Luis XIX, uno de los romances más sonoros de aquella época de transiciones y desvestidos. Se conocieron después de que el fallecido duque de Cádiz (murió de manera desgraciada el 30 de enero de 1989 en un accidente de esquí en Colorado) iniciara los trámites de divorcio de Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Franco. Una historia que ha contado Horacio Otheguy en "Mirta Miller: la mujer que no quiso ser Borbón", libro que Plaza y Janés publicó en el 2004. Telecinco emitió hace seis años "Alfonso, el príncipe maldito", donde Guadalupe Lancho encarna a su colega hispano-argentina. Aquella historia o "relación", como prefiere denominarla ella, duró unos cuantos años y se truncó con la infausta muerte de Alfonso de Borbón.

Ha pasado el tiempo, pero al rostro de Mirta Miller asoma aún una sombra cuando se le pregunta por el duque: "Me interesaba como persona, no el apellido". Y aún añade: "Era un gran hombre, muy desconocido para la gente". La actriz se muestra convencida de que Alfonso de Borbón, en quien un sector del franquismo vio incluso un plausible candidato a la Corona española, "tenía muchos enemigos". Después, atenta a la evoluciones de su perrita Schylla, pasa a otros asuntos que se refieren a su encasillamiento como figura del destape y por las incursiones en filmes con el hirsuto Paul Naschy (en realidad, Jacinto Molina), como en "El gran amor del conde Drácula" (1972).

"Tuve un novio francés que me decía que debía aceptar los papeles que te ofrecían, pero daba una imagen que no era la mía; mis padres me educaron de otra manera y no era mi personalidad: soy alguien normal, aunque me gusta la discreción", confiesa. Mirta Miller señala que ella no se prestaba de buena gana a esas actuaciones (subraya que 'Interviú' ni siquiera le pagó por sus fotos) y que, normalmente, las escenas de ducha o cama en las que las actrices debían desnudarse no estaban en el guión que les entregaban con el contrato para hacer el filme.

"Eran películas que dejaban, además, muy mal al español, con imagen de cateto", dice. La intérprete recuerda que Elías Querejeta, respetado productor de algunos de los grandes títulos del cine español, le preguntó en una ocasión por qué hacía aquellas películas. "Tuve que decirle: es lo que hay".

Mirta Miller tiene un ingenio agudo. Lo acreditan las hemerotecas: "Todo se cae por la gravedad y por la edad". Conserva una grata imagen de los filmes que hizo junto a Paul Naschy (ayer se pasó en "Peor... ¡Imposible!" "El gran amor del conde Drácula"). "Los rodajes eran muy divertidos, aunque se pasaba demasiado frío y el trabajo con aquellas historias era muy duro", dice. Quizás han dejado de llamarla, pero mantiene el brillo de las estrellas. Estuvo en "Bolero", junto a Bo Dereck. "Bueno, me lo pensaría si me ofrecen un papel de alguien de mis años", concede.

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