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FAUSTINO GONZÁLEZ ALCALDE | ESTA SEMANA PRESENTÓ SU DIMISIÓN COMO PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD FILARMÓNICA DE GIJÓN

El discutidor dialogante y honrado

Burgalés de nacimiento, con una parte de su corazón en Galicia, ocupó altos cargos en el Gobierno de Asturias y presidió la Junta General

El discutidor dialogante y honrado

En política autonómica y municipal, en el Ateneo Jovellanos, en la Sociedad Filarmónica de Gijón -acaba de abandonar su dirección-, en la Peña Puente de Mando y hasta en la Caja de Ahorros. En cualquier escenario en el que Faustino González Alcalde (Villahoz, Burgos, 1931) se sumergiese lo hacía con responsabilidad y entrega total. Persona seria, trabajadora y dialogante se ha ganado el cariño de todos con quienes ha discutido en los múltiples escenarios donde este burgalés de nacimiento, gallego de corazón y afincado en Gijón, de joven de espíritu ha dejado latente su impronta.

De entre las disciplinas por donde mostró su integridad, quizás la política fue la faceta que hizo de Faustino González un personaje más conocido y popular a ojos de la sociedad. Y todo por la insistencia del socialista burgalés Esteban Granados que le metió en el cuerpo el gusanillo de la política. Desde que en 1975 comenzase su militancia en el PSOE poco a poco fue tomando puestos de envergadura. Fue secretario municipal en la Federación Socialista Asturiana (FSA), bajo la secretaría de Jesús Sanjurjo. Llevó Hacienda en el preautonómico Consejo Regional de Asturias y a partir de 1983, luego de las primeras elecciones autonómicas democráticas, se hizo cargo de Interior y Administración en el gobierno de Pedro de Silva. Después siguió como diputado regional hasta 1999, el año en que hizo las veces de presidente de la Junta General del Principado de Asturias. Y durante un tiempo asumió la presidencia de la Caja de Ahorros de Asturias.

Fiel a sus ideas y honesto consigo mismo al criticar cualquier directriz del partido que se alejara de la idiosincrasia socialista. Como tertuliano, mejor en grupos pequeños que en grandes, pues a él le va más el mano a mano, se convierte en uno de los más vehementes hombres defendiendo sus ideas. No obstante, recuerdan quienes alguna vez coincidieron con Faustino en estas lides, "admite al final las tuyas aunque no las comparta, para posteriormente saber volver a empezar desde cero, es decir, como que nunca ha habido discusión". Todo ello, si es de política, lo hará sin ningún rencor por lo hablado en la discusión, "admitiendo todos los zascas que puedan haberse lanzado entre los distintos grupos", confirman sus más próximos amigos. González Alcalde también sorprendía con sus reflexiones que para muchos suponían una reflexión para el receptor. "Mira, tú haz lo urgente, porque lo necesario ya nos lo harán", espetó un día. Incluso en LA NUEVA ESPAÑA declaró que "si alguna vez el poder te obliga a actuar en contra de los que menos tienen, hay que dejar el poder; ir contra los que menos poseen es ir en contra del núcleo central de tu ideología". Por aquel entonces gobernaba el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero desde antes de su etapa con cargos a nivel autonómico ya coqueteaba con la política. Al Consistorio de Gijón llegó como depositario de fondos municipales, en las corporaciones de Ignacio Bertrand y Luis Cueto-Felgueroso, tras una estancia prolongada de diez años en la localidad pontevedresa de Villagarcía de Arosa, donde conoció a quien a la postre se convirtió en su esposa, Milagros González Morán, y madre de sus tres hijos: Faustino, Milagros y María. Por todo ello su corazón, en parte, habla gallego. Todos sus allegados convienen en situar la honradez como mejor rasgo de González Alcalde.

El hijo de Ventura y Josefa, zapatero de oficio y trabajador del campo él, ama de casa ella, vivía a 35 kilómetros de Burgos en un pueblecillo de Villahoz, poco castigado por la Guerra Civil, y donde a los ocho años comenzó a ir a la escuela. Comenzó así un bagaje académico y cultural donde el tesón y el esfuerzo siempre tuvieron un protagonismo importante hasta convertir a Faustino González en "un excelente profesional en el terreno en que se maneje", valoran. Salvo en las nuevas tecnologías, donde no ha terminado de dar con la tecla de "on" y "off". "Tiene un teléfono móvil casi de primera generación con el que no se lleva bien. Te envía mensajes en blanco cuando quiere llamarte para, a continuación, despotricar contra su no adaptabilidad a la tecnología móvil", bromea un amigo próximo.

Lejos de jubilarse, porque un hombre tan culto y preparado como Faustino nunca se va del todo, se enroló en la dirección de la Sociedad Filarmónica de Gijón, a la que también se dedicó en cuerpo y alma "como en todo lo que hacía", apuntan otros socios. Pero los tiempos pasan y después de ocho años -una trombosis, diabetes y 84 años a sus espaldas-, anunció hace tres meses que no quería seguir, no podía por la enfermedad y esta semana presentó su dimisión irrevocable como presidente de la Sociedad Filarmónica de Gijón, que ahora deambula sin certeza con menos socios y sin relevo en la dirección. Que le quiten lo bailao.

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