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Un café por las tardes y punto

Una costurera gijonesa enseña a tejer y a hacer ganchillo en un bar del barrio de El Llano siguiendo una moda europea que "también sirve de terapia"

Detalle de uno de los trabajos de las alumnas. JUAN PLAZA

De sus manos expertas salen todo tipo de labores primorosas, y después de 40 años de tarea, la gijonesa Magali Zapico ha decidido dar un nuevo giro a sus clases de punto y ganchillo, inspirándose en la tendencia tan en boga en otras ciudades europeas. A partir de ahora dará clases en una vinatería del barrio de El Llano, porque "igual que se baja al bar a tomar un café y leer el periódico, también se puede bajar a hacer una chaqueta".

Así que la gijonesa se ha puesto manos a la obra para llenar el establecimiento de madejas de colores y agujas de todos los tamaños para reciclar el espacio y hacer convivir modalidades de ocio y disfrute hasta ahora con poco en común. "Lo vi en una cafetería de Serrano, en Madrid, y me llamó mucho la atención encontrar allí a la gente haciendo punto, así que pensé que por qué no podría ser igual aquí", reflexiona la maestra rodeada de sus primeras alumnas.

Hasta ahora daba las clases en su casa, y antes de eso, en una tienda que regentó durante 18 años y que dejó hace una década. La fórmula de bar más punto es, además, "una forma de hacer que la gente socialice, que salgan de casa y aprovechen para aprender algo nuevo". Porque, como ella misma explica, "no hace falta saber nada, cualquiera puede aprender desde cero, en poco tiempo y hacer todo aquello que se proponga, de eso doy fe", afirma tajante.

De hecho, sus primeras alumnas ya son capaces de hacer elaboradas colchas y complicados modelos de vestir, y eso que "sabíamos alguna cosa, lo básico", sostienen Loli Santos, María del Carmen Pérez, Antonia Martínez y Pilar Rodríguez, rodeadas de lana de toda clase y color. La mecánica de las clases es simple: "Ellas vienen con una idea de algo que quieran aprender a hacer, elegimos patrones, compran los materiales y las enseño y las ayudo a hacerlo", explica Zapico. Y de paso, "nos sirve como terapia para pasar el rato en un ámbito diferente a la de casa, o al de las academias".

Todas ellas están encantadas de una iniciativa que "debería estar más extendida, la idea de dar este tipo de clases en un bar es muy buena", afirman. Y con la ventaja, además, de que "yo sólo cobro las horas que viene cada alumna, ella decide cuándo y cuánto quiere venir, no hay un calendario estricto".

Quien se anime puede ir a estas peculiares clases los miércoles por la tarde, de cuatro a seis, a la vinatería La Picota, en el 42 de la calle Saavedra de El Llano, a un precio de 5 euros la hora. El punto y el ganchillo son las especialidades de Magali Zapico, que también sabe de corte y confección de la mano de "las monjas del Asilo Pola, que me enseñaron porque no me gustaba estudiar", explica orgullosa. Porque también puede presumir de un amplio repertorio de anécdotas.

Como la del médico ginecólogo de Cabueñes que acudía a su tienda a aprender a tejer chaquetas de punto y se encontraba con muchas pacientas que se quedaban pasmadas en las clases, o la de las prendas que tejió a mano con mimo para las infantas Leonor y Sofía, y por las que recibió una cariñosa carta de Zarzuela en agradecimiento. La diversión está asegurada. El dominio de las agujas, también.

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