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Gijón en retrovisor

El ambiente prebélico invade las calles

Melquíades Álvarez asumió la defensa de José Antonio Primo de Rivera tras ser declarada ilegal Falange Española

Desfile por la calle Corrida conmemorando la fiesta de la II República. CONSTANTINO SUÁREZ

Las heridas no cerradas de la revolución de 1934 volvían a sangrar y el ambiente prebélico invadía de nuevo las calles de la ciudad. El resultado de las elecciones el 16 de febrero de 1936 con el triunfo del Frente Popular -trece diputados asturianos frente a los nueve de la coalición del Frente Nacional- cuyo lema propagandístico "Por la libertad de los presos" no daba lugar a dudas -doscientos nueve se encontraban en la prisión creada en el antiguo colegio de los jesuitas- motivó el pistoletazo de salida para la reanudación del conflicto entre las dos Españas, debido a que las fuerzas proletarias cogieron nuevos ímpetus contra quienes aplastaron el movimiento revolucionario. Melquíades Álvarez asumió la defensa de José Antonio Primo de Rivera tras ser declarada ilegal Falange Española y fue detenido Enrique Cangas su jefe local, tras un registro en su casa de Somió donde se encontraron armas. El Club Astur de Regatas fue clausurado tras otro registro policial y las reuniones de sus directivos prosiguieron en el "Hotel Savoy". Ya no había vuelta atrás.

Aquellos vientos de mayor violencia desencadenaron una nueva convulsión. El cronista oficial de Gijón, Joaquín Alonso Bonet, así dejó descrito aquel paisaje urbano: "En Gijón corrían vientos de mayor violencia aún que en los días que precedieron a la revolución de octubre de 1934. Todavía se sustanciaban procesos derivados de aquellas jornadas y ya se presentía una nueva convulsión de incalculables proporciones e imprevisible desenlace. En las calles gijonesas seguían los choques entre los bandos rivales y empezaban a actuar, realizando detenciones y registros de personas y domicilios de filiación derechista, gentes armadas al servicio del Frente Popular. El vecindario andaba tan temeroso como desconcertado, pues a diario surgían nuevos encrespamientos en forma de huelgas, pendencias y abusos de fuerza. Actuaba la censura de la prensa de forma desigual, con marcada tolerancia a favor de las publicaciones de izquierdas. Y se clamaba por la libertad de los presos encarcelados a causa de los sucesos de 1934, gran número de los cuales se hallaban en las cárceles de Gijón... Tras las elecciones del domingo día 16 de febrero que dieron un resultado favorable al Frente Popular, cinco días después la Comisión Permanente de las Cortes acuerda votar la amnistía, por lo que son liberados los presos de 1934. A partir de entonces, el dominio político, tanto aquí como en el resto de Asturias es ya de claro signo marxista. Unas brigadas de jóvenes con camisas rojas y fusiles recibían una instrucción de apariencia castrense en diversos suburbios de la población. Se cantaba La Internacional, se gritaban puño en alto consignas comunistas y los dirigentes pregonaban que lo del 34 no había sido más que un ensayo general y que para una nueva operación todo estaba preparado y engrasado".

Una multitud ante el Ayuntamiento reclamó el cambio del gobierno municipal. Un día después, el 22 de febrero, el alcalde de Gijón, Gil Fernández Barcia recibió a una comisión del Frente Popular integrada por Luis Loredo Vega, Inocencio Burgos Riestra, Ángel Menéndez Suárez y Mariano Moreno Mateo, todos ellos diputados a Cortes, quienes le comunicaron que venían a dar posesión del gobierno gijonés al Frente Popular formándose una comisión gestora del Ayuntamiento. Con carácter interino se hizo cargo de la Alcaldía Ángel Martínez Pérez. Una multitud, congregada en la plaza ante la Casa Consistorial aclamó a Ángel Martínez cuando anunció desde el balcón del Ayuntamiento que había sido ya constituida una Comisión Gestora Popular bajo su presidencia y que realizó sus funciones hasta el mes de abril en el que se creó otra comisión gestora municipal, presidida por el representante de Izquierda Republicana, Jaime Valdés Estrada.

Melquíades Álvarez defendió a José Antonio Primo de Rivera. José Antonio Primo de Rivera que había estado en Gijón dos días antes de las elecciones para participar en un mitin en el teatro de los Campos Elíseos -Joaquín Alonso Bonet quedó deslumbrado en aquel acto por el "estilo y disciplina de los escuadristas de la Falange"- retornó a Madrid con algunos falangistas gijoneses. Dos meses después fue detenido y tuvo que hacerse cargo de su defensa el político gijonés Melquíades Álvarez -en su calidad de decano del Colegio de Abogados de Madrid, dado que el fundador de Falange Española era colegiado- quien declaró entonces: "Se trata de un compañero de gran pulcritud profesional en el ejercicio de su cargo. Basta que me hayan elegido como decano para que le defienda en un proceso, para que yo desde luego acepte con verdadero entusiasmo. Creo que con ello cumplo un deber. Tengo ideas contrarias a las de mi representado, pero esto no es obstáculo para que pueda defenderle. Además tengo que hablar, ante todo, con mi defendido. He presentado un escrito solicitando el traslado a la cárcel de Madrid para establecer ese contacto indispensable". La Falange había sido declarada ilegal por el Frente Popular y después de juzgar a José Antonio Primo de Rivera fue trasladado a la cárcel de Alicante.

Incidentes en la calle Corrida frente al Club de Regatas . El ambiente cívico se hacía irrespirable. El 28 de marzo, en plena calle Corrida, frente a la sede del Club de Regatas, un enfrentamiento entre un grupo de comunistas que les reprocharon a unos falangistas que no comprasen un periódico comunista que estaban voceando, a los que le contestaron que no lo compraban porque no les daba la gana. Así hubo una gran pelea con palos y porras siendo detenido el falangista José María Basterrechea, a quien la guardia municipal le requisó un bisturí que llevaba en los bolsillos.

Tras aquel incidente callejero, por orden del alcalde Ángel Martínez Pérez, se efectuó un registro policíaco en la sede del club en la calle Corrida recogiéndose: tres morteros con cartuchos de los que eran empleados para dar las señales de las regatas y varias banderas con los antiguos colores nacionales que hasta entonces se utilizaban como banderolas en las balizas que estaban en un saco en la buhardilla. Así como también unos cuantos cartuchos Máuser de un arma antigua del año 1916 que se hallaban en mal estado y de cuya existencia no tenía conocimiento ni el empleado más antiguo del Club, ni ningún miembro de la Junta Directiva que presidía Roberto G. Agustina. Vamos, todo un arsenal o así. Como consecuencia de aquel registro policíaco, el 14 de abril de 1936 -aniversario de la II República- por orden de la autoridad gubernativa fueron clausuradas las instalaciones del Club Astur de Regatas, por lo que, a partir de entonces, los directivos se reunieron en el "Hotel Savoy".

Aunque el alcalde de Gijón, Jaime Valdés Estrada fue receptivo a la hora de interceder ante el gobernador civil para la reapertura de las instalaciones del Club de Regatas, la Junta Directiva "dadas las circunstancias actuales, en las que se habla de una huelga general y teniendo en cuenta que la apertura podría estimarse como una provocación" acordó no acceder a la recomendación del alcalde.

Enrique Cangas, detenido tras el registro de su casa en Somió. Tras un registro en el mes de mayo en la casa que Enrique Cangas -jefe local de la Falange Española- tenía en la carretera del Infanzón, en Somió, en el que las fuerzas de Asalto encontraron: veinte cartuchos para pistola del nueve corto, setenta y siete cartuchos Máuser, dieciséis cartuchos para pistola de nueve largo, una pistola Campogiro entre otras cosas, Enrique Cangas fue detenido en Madrid tras de lo cual para ser juzgado fue trasladado a Gijón.

Ya no había vuelta atrás para el dramático enfrentamiento que hubo hasta entre familias con miembros de diferentes ideologías que iba a derramar la sangre de más de un millón de muertos. El clarividente embajador Julián Ayesta también herido de muerte por un cáncer me aseveró que si hubiera existido la televisión, no habría habido guerra civil. ¡Qué pena, la verdad!

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