Para Emilio Lledó la filosofía es una consecuencia de estar en el mundo, de ver. Por eso ayer, quizás, miraba cada poco las evoluciones de los carángidos en la gran pecera del salón de actos del Acuario de Gijón y recordaba una página piscícola de Aristóteles, uno de sus maestros. El Estagirita iba de la biología a la ética sin problema, del bogavante a la moral. Por eso quizás, también, lamentó el creciente arrinconamiento de los clásicos grecolatinos en los planes de enseñanza: "Me parece monstruoso, tristísimo; la distinción entre ciencias y humanidades es falsa, no la entiendo".

Lledó (Sevilla, 1927), académico de la Lengua y muy aventajado discípulo de Gadamer que ha dado una personal orientación a la hermenéutica, tiene previsto inaugurar hoy en Gijón el Congreso de Escritores Noveles. A punto de cumplir 89 años, se siente feliz por esa elección: "Hay que fomentar el libro, la producción de escritura es fundamental, y también el tiempo de la lectura en una sociedad de impactos rápidos; escritura y lectura proponen un diálogo esencial en la estructura social porque necesitamos la compañía del otro, la presencia del otro". Para el filósofo, formado en Alemania, en esa relación está el "prodigio de la cultura".

Muy crítico con la corrupción y la mala política, Lledó alertó, en una comparecencia ante periodistas, del peligro de "los ignorantes con poder" y apostó por "crear sentido crítico para no tragarse todo lo que te digan". "Hay que mantener esa defensa de las humanidades, porque para entontecer a un pueblo lo que se hace es privarlo de la capacidad de análisis".

Insistencia en la defensa de la palabra como invitación al diálogo y mediación. "Si no tenemos palabras no vemos nada; no hay que poner a pelear palabra e imagen", dijo. Le preguntaron por la oratoria de los diputados españoles: "En algunos casos es de pena". Puso el ejemplo de un político, sin dar nombres, que confunde las palabras "diatriba" y "dilema". Insistió en lo que ya dicho pero no se cansa de repetir, por higiene democrática tal vez: "Es incomprensible que se vote a un corrupto". Se hace.

El filósofo prepara un nuevo libro sobre la intimidad y la identidad. Contó ayer que necesita cortar cuatro o cinco meses con los distintos compromisos sociales para acabar ese trabajo. Un hilo de esperanza pese a todo: "El país (España) progresa en algunos ámbitos". Y la mirada, otra vez, hacia los clásicos y los peces.