Hay veces que los grandes problemas tienen una apariencia muy pequeña. La Empresa Municipal de Aguas lo sabe bien. Una entidad que mueve más de treinta millones de euros al año, que impulsa obras de tanta envergadura económica y técnica como los pozos de tormenta de los Hermanos Castro y El Arbeyal y que espera desde hace tiempo la decisión judicial sobre la gestión de la depuradora del Este -una de las instalaciones más complejas de la ciudad- tiene abierta una guerra contra las toallitas húmedas, cada vez más utilizadas en sustitución del papel higiénico. Y como la EMA el resto de las empresas españolas del sector que han decidido ponerse manos a la obra a través de una campaña de sensibilización liderada por la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS).

Aunque se piensen inofensivas y totalmente biodegradables cuando se las tira por el inodoro, lo cierto es que la mayor parte de estas toallitas tienen una base textil que no se disuelve con facilidad en el agua. ¿El resultado? Atascos y averías en toda la red de saneamiento con el correspondiente coste económico. En la Empresa de Aguas gijonesa han hecho sus cálculos y la cifra final llama la atención: más de 250.000 euros. Un número que no es exacto por la dificultad de concretar las cantidades de toallitas tiradas al váter pero que llama a la reflexión de todos.

El inicio de la operación aritmética está en las 850 toneladas de desbaste (nombre que recibe el proceso de eliminación de forma mecánica de los sólidos gruesos del agua residual ) que salen de la estación depuradora de La Requerona y las estaciones de pretratamiento de La Figar y El Pisón. Con las tormentas las bombas del sistema de alcantarillado se llenan de las toallitas que hacen que salte el automático o se obture el impulsor. Se necesita una hora de dos operarios para sacar cada bomba y sus tamices. Además, también hay que tener en cuenta la limpieza de los pozos de entrada a las plantas depuradora y de pretratamiento.

A las acciones de la EMA en desatasco de bombas y trabajos en pozos de tormenta hay que sumar los pagos a Cogersa por llevar el desbaste y el correspondiente transporte hasta esa planta. Redondeando, un cuarto de millón de euros que se ahorrarían si los ciudadanos optasen por tirar las toallitas, compresas, bastones de los oídos... en una papelera y no en el váter.

La Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS) ha calculado que las toallitas le cuesta unos 500 millones de euros a las arcas públicas al año y encarecen entre un 8 y un 14% las inversiones en el tratamiento de las aguas residuales. Otro dato que da la entidad a la que pertenece la empresa gijonesa: en una ciudad de unos 300.000 habitantes se recogen unos 8.000 kilos de estos residuos al año.

La situación se ha ido agravando con el paso del tiempo porque el uso de este tipo de toallitas no para de crecer. Para hacer frente al problema algunos ayuntamientos, como el de Valencia, aprobó una reforma de su ordenanza de saneamiento para prohibir tirar al inodoro ese tipo de materiales. Una prohibición difícil de hacer cumplir. La alternativa que la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) promueve entre sus integrantes son las campañas de información y sensibilización entre sus vecinos.