Eran dos gijoneses, Rafael y Manuel Fernández, hermanos gemelos, de catorce años, que estaban desaparecidos de su casa desde un mes antes, y no aparecían. Vivían en la calle de los Hermanos Basterrechea, frente a la plaza de toros (hoy se llama Pintor Orlando Pelayo), y decía la madre: "Son traviesos pero sin malicia y los dos trabajan como recadista en un supermercado uno y aprendiz en una ferretería otro...". Aparecieron dos semanas después.