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Un chigre hecho un pincel

"Haremos un comedor elegante, no una cuadra", dijo Rubio Camín durante la reforma de la sidrería incluida en el catálogo de sus obras

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Catálogo de obras de Rubio Camín

Sucedió en 1990 con el Elogio del horizonte de Eduardo Chillida en el cerro de Santa Catalina y también con las "Letronas" de Fomento dos décadas después que tras su instalación la ciudadanía puso el grito en el cielo y con el tiempo ya nadie entiende Gijón sin ambos emblemas. Entretanto, le sucedió lo mismo a Orlando Valledor cuando en 1999 le encargó a Joaquín Rubio Camín (Gijón, 1929-2007) la reforma de su sidrería Casa El Cartero, en el barrio de El Coto. "Ya estropeaste el chigre", le espetaban los asiduos sin contemplaciones al contemplar la reforma.

"Me partía el alma, y pensaba, madre mía, esta gente no tien ni idea de lo que ye el arte. Con el tiempo ya lo fueron valorando pero al principio nada", recuerda Orlando Valledor que ahora presume de que su establecimiento figure en el "Catálogo Razonado de Joaquín Rubio Camín", que recopila y documenta toda la obra realizada por el artista gijonés de una forma técnica y rigurosa, publicado hace un mes. La obra, editada por la Fundación Masaveu consta de 1.388 páginas repartidas en tres volúmenes temáticos que engloban, 2.368 obras catalogadas y 2.777 fotografías.

En el tercer tomo, relativo a esculturas en espacios públicos y diseños y artes integradas se encuentran desde los relieves de acero exteriores y el cartel con el nombre del establecimiento (formado por seis botellas y cinco vasos de sidra) hasta los techos de poliestireno -su gran preocupación eran los ruidos de los chigres y buscó una buena insonorización- y las barandillas del local pasando por las lámparas, perchas y puertas, entre otros. Y sin olvidar el friso interior sobre fondo blanco compuesto por doce pinturas sobre tabla en forma circular y con motivos marineros como peces, calamares, barcos y gaviotas. Una muestra museística en un chigre que mantiene intacto el legado del artista pues, como parafrasea Valledor a Camín, "hay que hacer las obras para que duren cien años y no diez". "Y efectivamente, a obra está como si se hubiera hecho ayer, sigue intacta", apunta.

El vínculo de Valledor con el genio gijonés venía de lejos y gracias a la peña del chigre que anualmente celebraba su amistad con una espicha en el llagar de La Mangada, en Cabueñes. "Ahí comenzamos la amistad", inicia el chigrero. En el exitoso desenlace jugó una importante labor Amador Fernández, responsable de la galería Cornión, que hizo las veces de puente entre ambos. "Amador me sugirió que hablase con Rubio Camín para que me echara una mano con la reforma pero le dije que yo no me atrevía a pedírselo, eran palabras mayores porque Camín era un artista, no un pintor de reformas", recuerda. Entonces su amigo Amador tomó la iniciativa y se lo planteó al Premio Nacional de Pintura y Medalla de Plata del Principado de Asturias. "¿Quieres que te eche una mano de verdad?", le preguntó Camín poco antes de que Valledor dejara en sus manos la reforma de "El Cartero".

Y dejarlo en sus manos implicaba olvidarse de todo. Ni sugerir tan siquiera. Camín comenzó pronto con el proyecto y sus bocetos en perfecto contacto con el aparejador que se limitó a acatar órdenes. Sobremanera después de que un día éste le mostró una pared interior a piedra vista donde iría el comedor. "Mire que guapa ye esta pared", le dijo sin esperar la tajante respuesta de Camín. "Aquí vamos a hacer un comedor elegante y no una cuadra", apunta Valledor, que todavía ríe al recordarlo. "Fíjese lo claro que tenía él la obra. Eligió el material del suelo, de las paredes y nos dejó un diseño para los juegos de mantelería y servilletas. Hasta les bombilles compró", sostiene Valledor que desde julio de 1999 sirve culinos en un museo que combina sidra y arte.

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