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Sin noticias de la estafadora peruana

Se ha comprobado que la "caritativa dama peruana" Nelly Sacco "La Gringa" tomó el vuelo a Roma, desde Barajas, con sus tres hijos. En el piso que ocupaba en la avenida de Rufo Rendueles, apenas si dejó efectos. Tan solo unas ropas de jóvenes que por la rapidez de su marcha se debieron olvidar, y una tira de fotografías de la estafadora, en varias posturas, sacadas en una cabina automática callejera. Además de las joyas se sabe que la avispada señora visitó alguna perfumería gijonesa del centro, y que al pretender pagar las compras con un cheque los propietarios fueron reacios a ello.

Como La Gringa es diabética durante su estancia en Gijón visitó varios médicos, a algunos les decía que ella misma era médica y a otros que el médico era su marido.

Diario "Voluntad", 15 de diciembre de 1973

Su verdadero nombre es Nelly Sacco Bakus, viuda de Federico García Edward, nacida en Lima, 46 años, 110 kilos, cabello castaño y diabética. Su telegrama clave "Marcho a Roma en busca de dinero" fue la señal que hizo huir de Gijón a los hijos, en un taxi que los llevó hasta el mismo aeropuerto de Barajas.

Lo increíble y para muchos triste historia de la nada cándida Gringa y su hija despabilada, tiene muchos capítulos. Tantos y tan sustanciosos en dinero y peripecias que el astuto Lara podría lanzar un bets-seller con la vida y milagros de esta "madrina" metida en carnes y salida en cheques.

Tras una temporada de aclimatación al ambiente social de Gijón, La Gringa entra en acción. Para ello el 24 de noviembre de 1973 se traslada a primera hora de la mañana a la joyería Suco. Tras comprar un reloj de oro y una sortija de topacio, que valían 26.500 pesetas, pagó con un cheque de 24.000 a cobrar a primeros de enero, pretextando que las 2.500 pesetas restantes las necesitaba para un viaje a Madrid. El día 27 fue a pagar las 2.500 pesetas para ganarse la confianza del joyero con tal muestra de "rectitud". El 7 de diciembre fue La Gringa por la joyería y aprovechó la ausencia del dueño para que la empleada le diera joyas por valor de 805.600 pesetas que pagó con un cheque.

Quería las joyas para lucirlas en una gala de la Unicef en el Club Hípico Astur, como así fue e incluso fue quien más pujó en una subasta benéfica allí organizada.

Semanario "Asturias Semanal", 9 de febrero de 1974

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