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ALEJANDRO RODRÍGUEZ | Trabajador social y escritor

"El humor es una herramienta para afrontar la tragedia"

"Prevalece la idea de que es el individuo el que se debe adaptar a la sociedad, y eso excluye a mucha gente"

Alejandro Rodríguez, ayer, en Gijón. ENOL TEIJIDO

El escritor gijonés Alejandro Rodríguez Robledillo presenta esta tarde "El libro negro de Philomeno", su segunda novela, en la que sigue buscando iconos literarios para su profesión, el trabajo social. En "De gallegos, tucanes y trabajadores sociales", su primer trabajo, descubrimos al héroe, Alejandro, y ahora conocemos a su antítesis, Philomeno, "un personaje en el que volqué toda la ponzoña que hay alrededor de la profesión, aquello que la gente piensa pero no se atreve a decir".

-En el prólogo incluye una frase de Isabel Allende: "un buen libro lo escribe cualquiera, es el segundo el que le convierte en escritor". ¿Es lo que intenta?

-Sí, de hecho es un cambio radical de estilo. Lo que aconsejaba la mercadotecnia era continuar con la segunda parte del anterior, contando mis aventuras como trabajador social. Y posiblemente fuera lo más acertado a nivel económico, pero también creo que un autor siempre tiene que dejarse llevar por sus impulsos y a mí me apetecía escribir esto: un tipo de novela más pequeña, con un estilo kafkiano, y me lancé a la piscina. De hecho, la segunda parte de "De gallegos, tucanes y trabajadores sociales" prácticamente ya está terminada, y aún así aborté el proyecto y decidí darle prioridad a este "Libro negro de Philomeno". Como escritor me ha aportado mucho más haber acabado este libro, y además creo que demuestro mucho más lo que valgo que con el primero.

-Su primer libro es casi autobiográfico, ¿y este?

-Nada, cero. Yo soy trabajador social y es un ámbito laboral realmente desconocido. Mucho se ha escrito sobre policías, médicos o periodistas, pero el trabajo social, pese a que estamos muy en contacto con la gente y vivimos muchísimas aventuras y situaciones muy límite, no tenemos esa carga literaria detrás. En ese sentido, sí que sigo siendo fiel a eso, hablando de mi profesión, mi objetivo vital sigue siendo exponer lo que es una forma de arte al servicio de una pasión, que es mi profesión.

-¿De qué puede hablar un trabajador social?

-De todo. Somos los que arreglamos los problemas de la gente, lo que nos capacita para hablar de prácticamente cualquier cosa porque las historias que nos vinculan a nosotros son historias humanas. Cualquier problema que me pongas delante yo ya me enfrenté a alguno mil veces peor. No hablamos únicamente de las situaciones de exclusión o marginación social, sino de las cargas vitales de cada persona. Detrás de cada situación, vemos una historia.

-¿Hay mucho que arreglar en esta sociedad?

-Sí, sobre todo lo que hay que arreglar es la sociedad en sí misma. Todavía prevalece la teoría de que ha de ser el individuo el que se adapte a la sociedad y pocas veces se exige que sea al contrario. Eso lo que hace es excluir a muchísima gente. Hay que poner los medios necesarios al alcance de las personas para que puedan progresar y la sociedad se pueda beneficiar de ese progreso.

-En sus libros se ve un gran componente de cinismo y humor, ¿es necesario para sobrevivir a esta realidad?

-Absolutamente sí. El humor es una herramienta que el ser humano tiene para afrontar la tragedia, para relativizar los hechos. En cambio, en el trabajo social se ha impuesto una mentalidad de seriedad: lo que hacemos es tan estrictamente serio que nadie puede bromear nunca, ni sobre un caso ni con un usuario, y eso en el fondo nos limita. No es que podamos, es que debemos hacerlo, somos seres humanos y esta es una herramienta que nos ha dado la madre naturaleza, que es muy sabia. Hay mucha carga dramática, pero también humor, porque si no sería totalmente imposible afrontar un trabajo como este. Si mi libro tuvo cierto éxito, fue por su humor, pero también hubo mucha gente que me puso verde, que no acepta que se pueda frivolizar sobre ciertos temas. Es necesario buscar ese punto de humor para oxigenar el cerebro y luego pensar cómo se puede intervenir, pero evidentemente no se puede faltar al respeto. El humor es síntoma de inteligencia y las personas inteligentes antes de decir lo que piensan, piensan lo que dicen.

-Sus libros son autoeditados. ¿Con ello busca mayor libertad?

-Al principio busqué editorial, siguiendo el proceso habitual, con ilusión, porque en el fondo, que una editorial te coja, supone un reconocimiento, saber que una persona ajena ha apostado por ti. El mundo editorial tiene que transformarse: del 100% del precio de un libro, el 30% se lo lleva la editorial, otro 30% la distribuidora, que suelen ser la misma empresa, otro 30% la librería y al autor le queda un 10%. Si el autor asume el reto de editar su propio libro, quizás pueda vivir de ello vendiendo menos ejemplares, además ahora que los costes de impresión cada vez son más baratos. Pero es cierto que en un momento dado, se necesita de una editorial porque posiciona tu libro en lugares a los que tú solo no podrías nunca llegar, es un negocio que se ha de mantener.

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