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ENCARNA GARCÍA FERNÁNDEZ | Presidenta de la Asociación Contra el Acoso Escolar

"Los docentes deben concienciarse de que en su mano está evitar el acoso escolar"

"La mayor incidencia se da en la educación concertada, pero se tapa mucho, y en la escuela pública están subiendo los casos de esta lacra"

"Los docentes deben concienciarse de que en su mano está evitar el acoso escolar"

Estamos ante un gran problema, que no se sabe si ha existido siempre o si es fruto de las actuales circunstancias sociales, aunque nos inclinamos a creer que viene de largo, y que hoy lo han sacado a la luz la gravedad de algunos casos. Encarna García Fernández lo ha sufrido en su propia piel, pero una vez superado no se arredró, sino que se dispuso a la lucha. Hoy es la mano tutelar de muchas, demasiadas, familias que sufren esta dolorosa plaga, que incide en los más débiles e indefensos: los niños. Mujer audaz y luchadora, dedica todos sus esfuerzos a combatirla, aunque no siempre encuentra la respuesta adecuada.

-Dígame, ¿usted quién es?

-Nací en Mieres (1950), hija única. Me considero una persona luchadora, soñadora, y un poco macarra. Muy cercana a la gente, sociable. Desordenada, pero que no me toquen mis libros. Y desprendida; cuando me separé de mi primer marido, un señor muy bien situado, le dije al juez que yo no quería nada, únicamente los libros, los discos, y la gata. Con mi segunda pareja, Alberto Montes Estrada, tuve una hija, Selene, que hoy cuenta 25 años.

-¿Cómo fue su infancia?

-Muy dura. En la cuenca minera y con un padre comunista? Vivimos los peores momentos de la dictadura. Por el contrario mi madre era creyente. Yo, no, aunque soy amiga de muchos curas. Con Bardales y José Luis Martínez me entendía muy bien. Y con Fernando Fueyo, lo mismo.

-¿Qué la trajo a Gijón?

-Mi madre murió cuando yo tenía 12 años, y quedé a vivir con una prima. Al marido de ésta lo trasladaron a trabajar a Uninsa, y vinimos a Gijón, de manera que estudié el Bachiller en el Instituto Doña Jimena, y luego hice Delineación y Topografía. Soy muy buena en ambas especialidades.

-¿Dónde obtuvo su primer trabajo?

-En el estudio del arquitecto gijonés, Juan Bautista Martínez Gemar. Luego la vida me llevó por otros derroteros. Me marché a Checoslovaquia, viví en Praga dos años, y ese país me marcó. Al volver me incorporé al PCE y a CCOO; me gusta el sindicalismo. Sigo en él pero mi lucha, desde hace 16 años es el Acoso Escolar.

-¿Cómo se involucró en él?

-Porque lo sufrió mi hija, era acoso psicológico, la aislaban, nadie le hablaba. Ella era muy inteligente, y culta pese a sus 9 años; leía mucho. Sobresalía, pese a no llevar nunca ropa de marca. En una palabra, le estaban haciendo la vida imposible. Un día se fue de casa dejando una nota de despedida. En ella decía que estaba sola en clase, que nos quería, pero? Total, la encontró la Policía camino del cerro de Santa Catalina. Me la trajeron a casa y desde esa fecha mi vida cambió.

-¿Por qué?

-Me di cuenta de que había un problema en la vida de la infancia que nadie conocía; ni los políticos, ni la sociedad, ni el sistema. Yo me propuse sacarlo a la luz y ayudar. Comprobé que en aquellas clases en las que hay un chico o chica de malos instintos, el resto le temen. Se erige así en la figura de un matón, o matona, con su coral; ésta por miedo. Pronto encuentran a la víctima, y se ensañan con ella.

-¿Esto cómo se detecta?

-Es difícil, pero los padres deben de estar atentos. Si de vuelta de vacaciones, o los lunes, el niño o niña, está triste, dice que le duele la cabeza, o vomita, son síntomas de que está somatizando el problema. Una vez detectado, hay que actuar. Yo aconsejo que hablen con nosotros.

-¿Cuáles son los primeros pasos?

-Escuchamos, tranquilizamos, y asesoramos a los padres. Presentamos un parte médico ante la Consejería de Educación; esto hay que hacerlo siempre. Estos días hay en un instituto de Gijón un caso gravísimo. El pediatra lo remitió a Salud Mental y el director del centro no quiso saber nada, los mandó a paseo. Nosotros estamos preparados para enviarle la caballería ligera. Pero mientras tanto la familia vive un infierno, el padre está de los nervios y la madre hecha polvo. Son situaciones que no se pueden consentir.

-¿Los centros suelen reaccionar bien?

-No. Empiezan a pedir que se investigue todo e interrogan a los compañeros de la víctima de un modo vergonzante, como un tercer grado. Y eso no vale para nada; rara vez se señala al matón o matona, por miedo. Un ejemplo de colaboración lo están dando el Instituto Jovellanos y el Colegio Noega, pero el resto de centros mete la cabeza debajo del ala.

-¿Entonces?

-Abrimos un expediente a dicho culpable, que naturalmente conocemos por referencia de la víctima, y aquél puede conducir a la expulsión del centro.

-¿Los resultados de su trabajo han sido positivos?

-Sí, en primer lugar hemos conseguido visualizar un tema que estaba muy tapado. Lo malo es que a mí me ha hecho sufrir, hasta el punto de resentirse mi salud.

-¿La Administración no ha tomado medidas?

-Sí, ha dispuesto un teléfono de socorro, pero no es la solución, no llama nadie. El remedio está dentro de los colegios. Los docentes deben concienciarse de que esto forma parte de su trabajo.

-¿Son muy frecuentes, los casos?

-Constantes. Es una verdadera plaga. Y además contaminante. Es decir, un niño o niña que sufre acoso, los padres determinan cambiarlo de colegio, pero el grupo de despiadados acaba dando con él o ella, los persiguen y lo que es peor, inoculan su veneno en los nuevos compañeros. Acabo de recibir noticia de unos padres, que desesperados, han decidido mudarse de ciudad.

-¿Reciben ustedes alguna ayuda oficial?

-Sí, el Ayuntamiento de Gijón nos da 6.000 euros, con ellos pagamos a los psicólogos, y otros gastos generales.

-¿En otros países también se da acoso escolar?

-El problema es general. En Francia se han detectado 700.000 casos. Y en Finlandia, pese a tener unos planes ejemplares, no han conseguido erradicar el problema. Aquí sobran charlatanes de feria, insisto, son los propios docentes quienes tienen en la mano el remedio. Juan Carlos Ayllón, jefe de estudios del Instituto Jovellanos, lo ha entendido muy bien.

-¿Dónde se da mayor incidencia, en la escuela concertada o en la pública?

-Más en la concertada, pero se tapa mucho. Aunque la pública está subiendo en acoso.

-¿Dónde está su hija ahora?

-Selene vive en Inglaterra. Hizo Ciencias Biológicas y trabaja en un hospital de Southampton.

-¿Y usted qué hace cuando no trabaja?

-Me gusta leer y pasear al perro.

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