La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pedaladas solidarias

El gijonés Nico Merino recorrerá 10.000 kilómetros en bicicleta por África y pasará por catorce países para contribuir a la construcción de un orfanato en Kenia

Nico Merino, a su llegada a Casablanca.

La primera vez que Nico Merino (Gijón, 1989) visitó en 2014 la ciudad de Tala, en Kenia, comenzaban las obras de construcción de un orfanato. Tras cinco meses de estancia supo que tenía que volver, sin imaginar (o quizás sí) que lo haría en bicicleta para aunar dos de sus sueños.

Salió de su casa en Gijón el pasado 30 de octubre y el 14 de noviembre puso las ruedas de su bici en África. Catorce países y 10.000 kilómetros se interponen entre origen y destino por el continente de ébano, que bautizó el periodista Ryszard Kapuscinski. Pero la machada comenzó a fraguarse hace dos años. "Me fui a Kenia gracias a unos amigos que habían montado la ONG "Kubuka" -que significa "Más por ellos"- y que hace dos años estaban comenzando a construir un orfanato en Tala y comenzamos a poner las primeras piedras", inicia Merino.

La ONG está formada por un grupo de jóvenes "con ganas de cambiar una pequeña parte del planeta de una forma transparente", matiza. Ahora, en la recta final de las obras, se le ocurrió "dar un último empujón" convirtiendo su travesía por el desierto en un proyecto solidario a través de su web. Cada kilómetro recorrido supondrá un euro para la ONG. "Que se vea que hay chavales jóvenes que pelean", asegura.

Cuenta con un espacio reducido en las alforjas de la bicicleta. Ropa mínima, tienda de campaña, un saco, una mosquitera, medicamentos, un botiquín y recambios para la bicicleta y algo para comer. "En África se puede comer en todos los sitios y la comida está buena pero puede afectar a la barriga; dicen que no eres africano mientras no pases 100 diarreas", sostiene entre risas. También lleva un camping gas de gasóleo y unos "tupperware" antioxidantes pensados para almacenar comida para etapas por países como Mauritania y Sahara Occidental donde en ocasiones pasará más de cuatro días en las que no se cruzará ni a un alma: "Es bueno llevar reservas".

El Sahara será su próximo destino una vez atraviese el reino alauita. Después, y durante cinco meses, visitará Guinea, Senegal, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Congo, Tanzania y Kenia. Varios de estos países, no exentos de peligro. "Este viaje lo hago porque quiero pero no voy a morir en él", afirma. Para mayor seguridad, lleva "un GPS por satélite para que en todo momento, por internet, la gente sepa donde estoy desde mi web", desvela. Además tiene otras dos prestaciones, cada cual más importante. Por un lado, al llegar a destino, permite accionar un botón que automáticamente envía las coordenadas y un "ok" a cuatro dispositivos móviles para dar aviso de su llegada la meta prevista en cada etapa. El otro, "que espero no tener que accionarlo nunca", es el de emergencia para que "en cualquier parte del mundo te den asistencia".

Pero sus pronósticos son sobre el papel. Las etapas, de entre 80 y 100 kilómetros al día, son estimativas pues no es lo mismo darle al pedal un día de lluvia que nublado. Ni tampoco subir un puerto o bajarlo o, puestos en lo peor, hay que prever que "un día puedo pinchar cinco o seis veces, que me reviente la rueda y tenga que ir con la bicicleta en la mano. Sé que no todo va a ser color de rosas", reconoce asumiendo que "me pondré malo, con fiebres y diarreas".

Por contra, le preocupan menos los idiomas. "Chapurreo y me entiendo perfectamente con cualquiera en inglés", argumenta. El problema radica en que la mayoría de países por los que pasará son eminentemente antiguas colonias francesas y ahí ya cojea. "Si me entendí con los habitantes de Tala, que sólo hablaban suajili, con el francés no me preocupa", bromea. Pedalear por África, además de valor, requiere un poco de humor.

Compartir el artículo

stats